¿Hay que funar la Agenda 2030?

Francisco Guerra Martínez

Ahora que el verbo funar ha sido sacado del baúl del diccionario de americanismos, y se ha incorporado a la jerga popular en México, resulta que lo he escuchado de manera recurrente, entre los estudiantes, por los pasillos de la universidad, generalmente en son de burla: ¡te vamos a funar! Al igual que la mayoría de los colegas de la “vieja guardia”, me pregunté, ¿qué repámpanos significa funar?, y ¿qué implica que te funen? Así que, para no terminar funado ¡lea usted!

La Real Academia Española (RAE) no incorpora la palabra en su diccionario, sin embargo, hace una mención en su “Observatorio de palabras”. Funar quiere decir: “Organizar actos públicos de denuncia contra organismos o personas relacionados con actos de represión, delante de su sede o domicilio”. En otras palabras, funar se refiere a señalar, desacreditar o exhibir públicamente a personas o entidades que tentativamente han realizado actos considerados como abusivos, tiránicos, violentos o autoritarios. Dada su inclusión en el lenguaje juvenil, o siguiendo a Don Arturo (Serie Vecinos) “como dice la chaviza”, no tarda en incorporarse en la RAE, así como lo han hecho palabras como “perreo” y “binario”, entre otras.

Mientras miraba las noticias, y me enteraba sobre las primeras exploraciones que se realizan en el fondo marino para el aprovechamiento de metano, uno de los gases de efecto invernadero más potentes, reflexioné sobre los impactos adversos que se mantendrán en el sistema climático mundial con el uso de combustibles fósiles. Recordé aquella frase que Einstein nunca dijo: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. En efecto, cómo esperar que la situación cambie si el sistema político-económico sigue priorizando las mismas políticas energéticas, por mencionar un ejemplo.

Seguía mi reflexión, y pensé, a quién podríamos funar en torno al tema, mi primer pensamiento fue “a la Agenda 2030” y sus famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible que resaltan principalmente en los discursos políticos, pero en la práctica están por debajo de las expectativas generadas. En un informe publicado por la revista Nature en 2023, se establece que de las 169 metas especificadas en la Agenda 2030, únicamente 12 por ciento avanza de manera adecuada y 30 por ciento se han estancado o retrocedido.

La famosa Agenda 2030 se ha organizado en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Para quien no los conozca, se trata de una propuesta donde los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y los ciudadanos deben promover la conformación de políticas públicas nacionales y locales, planes de acción y presupuestos que permitan poner fin a la pobreza, detener la devastación de la naturaleza, eliminar la desigualdad social, ambiental, económica, y en general garantizar la prosperidad para el año 2030. Una propuesta que a mí me gusta leerla como 17 maneras de reconocer que la actual forma de desarrollo es deficiente, que estamos equivocados de rumbo y que debemos recalcular la ruta pues las problemáticas se intensifican.

Que pasen al banquillo de los acusados la Agenda 2030, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y los 193 países que en el 2015 firmaron acuerdos que no cumplirán… Pero ¡qué fácil es señalar y exhibir!, - ¡Para eso están buenos! -, decía la abuela, y más si se “tira la piedra y esconde la mano”. Pero, la parte más difícil de criticar es, ipso facto, realizar una propuesta. ¡Hay que proponer! Necesitamos planteamientos para conformar estrategias adecuadas que articulen un serio programa de desarrollo sostenible, que no solo cambie de nombre, sino que promueva un verdadero cambio en la manera que empleamos/compartimos la naturaleza, aquello que mal llamamos recursos naturales.

La realidad es que no solo es tarea de los países ni de las instituciones, se requiere organización civil, a la ciudadanía, la participación de todos los gremios. Debemos conformar colectivos que fomenten la construcción de políticas locales con propósitos globales y no políticas globales que se instauren con calzadores por las regiones del mundo. Los colectivos deben tomar la batuta, levantar la voz y empoderarse en defensa de sus territorios. Recordemos un fragmento de las sabias palabras del jefe Ce-Atl (Seattle), líder de la tribu Swaminsh, cuando el gobierno estadounidense solicitó que vendieran sus tierras: “Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo…”.

Aunque se ha reconocido el raquítico estado de avance en el cumplimiento de los objetivos, funar la Agenda 2030 no es la solución, ¿o sí?, hay que replantearla, implementar el manejo adaptativo, sin duda, por ahora es la única y mejor opción, sin embargo, hay que ir más allá de solo centrar la atención en las problemáticas mundiales, hay que abonar en su resolución, hay que sensibilizarnos más. 

Profesor en la ENES Mérida, UNAM.

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Edición: Fernando Sierra