Mi padre tuvo una pequeña empresa de la que yo estuve cerca durante mucho tiempo, prácticamente desde mi infancia. La ilusión de mi padre era que yo continuara con el proyecto que él fundó casi desde cero, pero la vida me llevó por otros rumbos y él respetó mi circunstancia.
¿Cómo puede una empresa levantarse de la nada?
La verdad es que esto no es tan exacto. A mi padre mucha gente le tendió la mano y su honestidad hizo lo demás. (Semanas después de la muerte de mi padre, caminando por 5 de mayo en la Ciudad de México, me encontré a uno de esos hombres que lo ayudaron cuando él empezaba a buscar sus caminos —un judío de apellido Levin— y lo vi lagrimar cuando le informé el fallecimiento de mi viejo).
Mi padre aprovechó las oportunidades y entendió que la honestidad era su mejor herramienta; yo vi cómo le daban decenas de cajas de los artículos que él comercializaba sin mediar una firma, un pagaré o un cheque posfechado. Su palabra valía y él la honró en todo momento.
Asimismo, siempre pagó puntualmente sus contribuciones y todas las obligaciones administrativas que le imponía el gobierno. Lo hacía meticulosamente aunque sin convicción, pues sabía que parte de ese dinero iría a parar a los bolsillos de los funcionarios y no a obras de beneficio público.
Frugal en sus costumbres, sobrio en su rutina, mi padre no era una persona ostentosa, aunque muchos lo calificaban como un “señorón”, quizá por su trato amable y caballeroso.
Hay cosas que son cuestión de altura y de dignidad, algo que va más allá de la cuenta de pesos y centavos; he conocido empresarios de gran calado cuya sonrisa limpia me da la medida de su verdadera fortuna; pero he visto a otros a quienes la perversidad les rebosa por todos lados y por eso sonríen con la perfidia de sus dientes de burro.
Son empresarios que han reptado sin escrúpulos para amasar sus fortunas y ponerlas al servicio de su pequeñez y de su alma purulenta. No entienden otra relación que la del contubernio. No hacen dinero por una vocación de bienestar, sino para acallar los reclamos de su conciencia.
Han reptado sin escrúpulos. No son empresarios, son empresaurios.
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