Además de descansar, ¿qué mas podría ser un plan de domingo por la mañana? ¿Será que busquemos algo diferente? ¿Será que me voy a llevar una sorpresa? El domingo 12 de mayo pasado más de 50 personas nos llevamos algunas sorpresas en un espacio dentro del Centro Cultural La Ibérica.
En medio de la ola de calor, decenas de personas nos dimos cita en un lugar que nos recibió con una sonrisa. El colectivo de Miranfú, que en palabras de Zandra Pruneda se define como “un colectivo multidisciplinario que trabaja con las infancias y las comunidades que las rodean promoviendo el pensamiento crítico y creativo” festejó su undécimo “Miranfú anual”.
Miranfú es una palabra que inventa la protagonista de Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite, y tiene dos significados: va a pasar algo diferente o me voy a llevar una sorpresa. Para quienes asistimos o colaboramos en el evento seguramente pudimos identificar ambos significados con premura.
Esa sonrisa con la que te recibían al entrar al espacio se multiplicaba al observar los detalles en cada rincón. Libros de distintos tamaños y colores acomodados en libreros, atriles, mesas e inclusive el piso. Casa de campaña con almohadones para echarse una lectura, mesas con diferentes personas proponiendo talleres y muchos objetos lúdicos desperdigados por el espacio.
El problema de usar la palabra desperdigado en el párrafo anterior es que no expresa la meticulosidad con la que fue habilitado el espacio, cada rincón de la sala de ensayos fue intervenido y adecuado al evento. Mojigangas, marionetas y esculturas minúsculas en forma de caracol se encontraban por doquier.
Con los años de conocer a Zandra y a Miranfú, he descubierto que tallerear es su forma de vida. El ensayo y error que caracteriza al tallereo y que lleva la creación se podía observar en cada mesa: poemas que se pueden armar de muchas formas, conversaciones infinitas que reconstruyen nuestra mirada del mundo, papalotes que brotan de cuentos dentro de una casa de campaña y preparar tu propio folleto para llevarte un recuerdo del evento inundaron el espacio.
Y así tallereamos todo el tiempo las conversaciones. En los fragmentos que pude rescatar me maravillé al ver a niñas y niños de todas las edades contándose historias mientras escribían, dibujaban y leían. Durante más de tres horas el espacio estuvo lleno de un bullicio creativo que abarcaba desde un pequeñito de seis meses en carriola, hasta algunas septuagenarias energéticas que no dejaban de platicar con quien se dejara.
Esta madeja de conversaciones y creaciones solo puede ser tejida por una pléyade de voluntades, además del colectivo Miranfú que estuvo facilitando un taller de poesía, participaron el Colectivo Xkusamo’ob dando un taller de poesía en maayat’aan, Capulín Taller Editorial con un taller de fanzines, y lxs artistas Anmaclú y Sauce Llorón con un taller de papalotes.
El plato fuerte del evento era una historia de los hermanos Grimm, esos rescatadores de la tradición oral que legaron decenas de cuentos. La señora Holda es una reinterpretación del cuento Frau Holle y que, adaptado a la realidad yucateca, nos lleva a conocer a la dadora de los vientos frescos, a la que hay que ayudarle para que nos devuelva de vuelta su dones. Para ello, las actrices, el narrador, las marionetas, un peculiar gallo y un piano de fondo ayudaron a que esta narración se construyera colectivamente
Mientras el pochote, las semillas de la ceiba, vuelan por los aires del lugar donde sucedió el evento pienso en cómo dejarnos sorprender es algo que vamos perdiendo con el tiempo. Que, ante los embates hostiles del ritmo de vida y el calor intenso no tenemos tiempo para compartir un pan o una manzana, aquello que hace feliz a la dadora de los vientos frescos.
Tal vez haya que detenernos más tiempo en eso, en pasar tiempo con otras personas, en crear, en jugar y en convivir con amistades viejas y nuevas, para que este trayecto entre el inicio y el fin de la ola de calor sea, al menos, llevadero y que compartamos una mañana donde pase algo diferente.
@RuloZetaka
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