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Foto: El Fisgón

El triunfo abrumador de la coalición Sigamos Haciendo Historia solo podría ser un misterio o una sorpresa para un minúsculo sector de periodistas, intelectuales y políticos de la derecha; aquellos que llevan días vociferando sin pudor que no entienden las razones  de la indudable victoria de la 4T y la diferencia abrumadora con respecto a la votación que los mexicanos dieron a su candidata. La auténtica interrogante es la siguiente: cómo explicar que alrededor de dieciséis millones votaran por una candidata a todas luces impreparada, errática, vulgar, soez y sin otro programa que el insulto y la mentira. Una candidata que representa a los partidos que sistemáticamente han saqueado al país y estuvieron durante todo el período neoliberal aprobando las leyes necesarias para entregar nuestras riquezas a grandes corporativos, para arrebatar derechos y conquistas a la mayoría y empobrecer a la población.

Intentemos responder esta inquietante pregunta. Primero tenemos que localizar a los sectores conservadores identificados o beneficiarios material o ideológicamente con el neoliberalismo; esos obtienen algo a cambio de su apoyo. Aparte, tenemos que ubicar a quienes guiaron su voto desde el miedo promovido por el primer grupo; esos se pasaron todo el sexenio escuchando y creyendo los mensajes de pánico en la mayoría de los medios de comunicación (prensa, radio, televisión): estaban convencidos de que se prohibiría la religión, se cerraría la Basílica, se eliminaría la propiedad privada y perderían sus casas, entre muchos otros terrores difundidos incluso por la candidata de la oposición. Los dos grupos mencionados reaccionaron de la misma manera, con sorpresa, confusión e ira. Pero la explicación de la soberana paliza que recibieron en las urnas es por demás sencilla. 

La mayoría del pueblo mexicano votó por un gobierno que a lo largo de un sexenio implementó una enorme gama de reformas populares y practicó la austeridad disminuyendo sus sueldos y privilegios. Esos votantes eran conscientes de que se hubiera avanzado aún más si la oposición no se hubiera dedicado a entorpecer prácticamente todas las iniciativas o a bloquearlas mediante la intervención de magistrados corruptos de la Suprema Corte. Y es que México, en la actualidad, resulta un ejemplo atípico en el mundo. No hay en ningún otro país una izquierda tan exitosa como la mexicana en el horizonte internacional y esto se explica por su fidelidad y empeño en defender los intereses mayoritarios. Algunas izquierdas del mundo han sido desplazadas del poder y otras alcanzan niveles mínimos de aprobación u obtienen triunfos muy exiguos. Más allá de las diferencias nacionales puede observarse en varios gobiernos que se consideran de izquierda una tendencia a correrse al centro, ya sea porque los gobernantes piensan que es más seguro o porque prefieren asumir compromisos con los grandes corporativos dominantes. Ese movimiento de la izquierda hacia el centro es en realidad uno a la derecha.

En este contexto, muchos de estos partidos y movimientos pretenden redefinir el significado de la izquierda. En muchos casos abandonan la representación y defensa de los intereses de importantes grupos sociales populares, hacen a un lado las luchas de quienes fueron empobrecidos a partir de las medidas neoliberales. En síntesis, cambian sus objetivos y banderas,  ya no hablan de mejoras salariales o de condiciones de trabajo, prestaciones, distribución del ingreso, salud, jubilaciones y un largo etcétera, que caracterizaba la lucha histórica de los movimientos de izquierda. Actúan en realidad más como liberales y prefieren ser referidos como “progresistas” o “progres”. Su nuevo credo es la llamada política de las identidades que significa la defensa de una amorfa e incomprensible multiplicidad de “identidades”, siguiendo una agenda que ha permitido a los grandes intereses desplazar las luchas sociales de la mayoría, sustituyéndolas por demandas absolutamente inocuas y hasta funcionales para el capitalismo neoliberal. Entre ellas, las del movimiento llamado “woke” (que emergió en años recientes en los Estados Unidos).

La lucha que ha cristalizado en la 4T representa una síntesis muy creativa que ha sabido reconocer con precisión lo que Morelos llamaba los “sentimientos de la nación”. Ha sabido aterrizar los planteamientos de la izquierda en el imaginario mexicano y hasta hoy ha evitado que ideologías de moda desvíen su lucha. Ello también ha impedido que la ultraderecha avance. En ello, ha residido su éxito y en la medida en que sea capaz de profundizar en la línea seguida y en el programa que postuló la nueva presidenta, tendrá abierto el camino para nuevos triunfos.

Enrique Montalvo es profesor investigador en Historia del Centro INAH-Yucatán

[email protected]

 

Coordinadora editorial de la columna: 

María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social

[email protected]

 

Lea, del mismo autor: Elecciones, claves de un triunfo anunciado

 

Edición: Fernando Sierra


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