Enrique Montalvo
Lo que sucedió el domingo 2 de junio es evidencia y reiteración de que la inmensa mayoría de los mexicanos aplaudimos la transformación que se inició en diciembre de 2018, y además queremos que se continúe y profundice. Cuando escribo estas líneas, con 88.2 por ciento de los votos contabilizados, Claudia Sheinbaum obtuvo más del doble de los votos de Xóchitl Gálvez. Que la izquierda gane el consenso de forma tan abrumadora no es para nada usual en el mundo.
¿Cómo se explican estos resultados? Comencemos por una exploración histórica. En 2016, ocho años atrás el triunfo de Morena en las presidenciales de 2018 parecía incierto. La oligarquía mexicana había logrado construir un aparentemente sólido bipartidismo, creyendo que podría garantizarle la continuidad de lo que se ha llamado “capitalismo de compadres”, un régimen neoliberal plagado de componendas entre políticos y grandes consorcios, basado en la corrupción, la manipulación mediática y la simulación de la democracia. Así vimos al ultraneoliberal Zedillo (del PRI) entregando el poder al iletrado y populachero Fox (del PAN), quien a su vez operó un fraude para imponer al diminuto e irreflexivo Calderón (también panista), quien para hacer creíble la simulación luego regresaría la estafeta al PRI, en la figura de Peña Nieto, quien usó en su campaña fondos de Odrebecht y repartió monederos a diestra y siniestra. Todos ellos se beneficiaron de un IFE que cerraba los ojos ante el uso y manejo ilegal de recursos y las triquiñuelas de los elegidos por la oligarquía para que parecieran electos por el pueblo.
Fue sólo, por un auténtico levantamiento popular expresado en las urnas en 2018, un alud de votos que no pudo ser ignorado, que llegó a la presidencia López Obrador. Y entonces comenzó a cambiar la historia y se inició lo que podemos considerar como antecedentes inmediatos de la definición del nuevo rumbo que tomamos en México el domingo pasado. Sobre las obras efectivamente realizadas, las leyes e instituciones reformadas, las acciones contra la corrupción realizadas, la creación de una economía diferente (aumentos sustanciales de salarios, refinerías, recuperación de la industria eléctrica que estaba en proceso de entrega a extranjeros, manejo nacionalista de industrias estratégicas, fin de gasolinazos, cobro de impuestos a grandes consorcios entre muchos otros cambios, que compendian un largo etcétera) habría que escribir muchos volúmenes. Rebasan este artículo pero son, sin duda, parte de la explicación del arrasador triunfo de la izquierda, quien quiso ver, vio y sintió que vivimos en otro país. Por supuesto que hubo un sector que, por interés, limitaciones de comprensión, ignorancia o extravío ideológico soñaban, y todavía fantasean, con regresar al pasado.
Me concentraré ahora en referir las características de una tarea de dimensiones innovadoras y habría que decir que épica. La de la comunicación política creada, realizada desde el liderazgo presidencial. Hay que decir que es un proyecto original que rebasó fronteras y esquemas. Su efecto más notable y directo fue la apertura de las conciencias y su transformación. Gracias a esto, se creó un fuerte consenso sobre el hecho de que para alcanzar bienestar social resultaba necesario reformar, transformar la sociedad. Hay un antes y un después a este respecto. Cada vez más ciudadanos perciben y comprenden claramente que es necesario demoler el carácter oligárquico del neoliberalismo que se impuso desde inicios de la década de 1980.
El eje de esta concienciación lo constituyeron las famosas “mañaneras”. Éstas, han logrado legiones de seguidores y a la vez también han sido legión -no por casualidad- sus detractores. Algunos llegaron a reclamar su cancelación y prohibición. Cada mañana López Obrador se enfrentaba, con la paciencia de Job, a un auditorio de periodistas, youtuberos e informadores para hablar de los acontecimientos, difundir sus políticas y responder a lo largo de 2,3 horas o más a todo tipo de preguntas. Más que conferencias de prensa, se trataba de una estrategia muy bien articulada para colocar en la agenda pública los temas que consideraba necesario y sobre todo mostrar las diferencias entre el régimen neoliberal y el nuevo gobierno. Se trataba de dejar en claro el carácter de revolución de su gobierno frente al anterior, que miraba de igual manera que los revolucionarios franceses veían el ancien regime.
Es verdaderamente notable la profundidad con que las mañaneras calaron en la conciencia social. Uno de los puntos más criticados ha sido la creencia de que polarizan. Me parece que ahí está una de las claves de su éxito. Se construyó, a través de múltiples referencias un imaginario simbólico, el pueblo, que podía entenderse y articularse, frente a las oligarquías de la “mafia del poder” neoliberal, a los “intelectuales orgánicos” y a los periodistas millonarios al servicio de la oligarquía.
En un mundo en el que ha desaparecido la vieja adscripción al proletariado y sus luchas, resulta imperativo crear símbolos que agrupen a los sectores mayoritarios. En este caso, emergía claramente la figura del partidario de la 4T, como una identidad que lucha, con su voto, contra los “fifís” de la oligarquía. No ha sido una “confrontación”, sino una estrategia de construcción y agrupación de bases sociales para ir mellando al neoliberalismo y debilitar a sus valedores en todos los ámbitos, desde los periodistas hasta los académicos o de la llamada sociedad civil.
El resultado está a la vista, existe un sujeto social que forma parte del conglomerado de mexicanos y que está consciente que sólo dejando atrás al neoliberalismo y construyendo un régimen en el que la corrupción y la simulación imperan, podrá mejorar sus condiciones de vida. Habría que explicar ahora por qué en un mundo en el que la nueva derecha ha cobrado ímpetu, México simplemente la ha ignorado y en cambio, se ha decantado hacia la izquierda. Esto lo dejamos para una colaboración próxima.
Enrique Montalvo es profesor investigador en Historia del Centro INAH-Yucatán
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social
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