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Pocas veces la utilidad de una encuesta va más allá de ser la medición de un sentir social en un instante específico. Las ha habido, sin embargo, que según el grado de participación tienen un ingrediente adicional, que es el de obligar a la autoridad a dirigir una política o aplicar una medida determinada.


Cuando una encuesta tiene carácter de referéndum, que es el mecanismo para someter a consulta una decisión política de particular trascendencia, suele ocurrir que se establezca un porcentaje mínimo de participación ciudadana para que ésta sea vinculante; es decir, que posea validez legal porque existe precisamente una parte representativa de la nación la está sancionando con su presencia.


Entonces a nadie debe asombrar que los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) reclamen que la encuesta que realizó Movimiento de Renovación Nacional (Morena) este fin de semana, para conocer la opinión de la ciudadanía sobre la reforma constitucional al Poder Judicial, en el sentido de que sus resultados no tienen valor jurídico.


El hecho de que la encuesta sobre reformar al Poder Judicial no tenga el carácter vinculante solamente indica que su función es la de recoger el parecer de la población. El tema no es si se debe o no realizar cambios en el Poder encargado de aplicar las leyes vigentes, sino que las autoridades sepan qué tanto conoce el Pueblo de las funciones que tienen ministros, magistrados y jueces de la Judicatura Federal. 


Además, la encuesta, por sí sola, no es el mecanismo a partir del cual se decidirá el sentido de la propuesta que entrará al Congreso en septiembre próximo. Como ya se ha anunciado, habrá mesas de discusión con especialistas en investigaciones jurídicas, trabajadores del Poder Judicial, y hace falta el ejercicio de parlamento abierto. El punto central de la encuesta, entonces, es medir el grado de conocimiento general -que también puede resultar en el desconocimiento -acerca de uno de los tres Poderes de la Unión.


Entonces, el ejercicio no merece ser calificado de “simulación” y menos como un acto que entra en el abstracto bulto de “todo aquello que vulnere nuestra democracia, nuestras instituciones y los contrapesos del poder”, como han señalado Alejandro Moreno Cárdenas, dirigente nacional del PRI, y Marko Cortés Mendoza, del PAN. Se trata en realidad de un acto de democracia participativa cuya realización contribuye al debate en torno a la necesidad de modificar el aparato judicial federal.


Los resultados que arroje la encuesta únicamente revelarán si quienes respondieron conoce cómo debe ser la aplicación de justicia en el ámbito federal y posiblemente dará cuenta de cómo es ésta en realidad, dependiendo de si quienes fueron encuestados han padecido lo que consideran una injusticia. De ahí que lo importante sea la participación ciudadana.


Con mayor razón, la medición debe servir también para el Poder Judicial. Porque si sus dirigentes, comenzando por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) han sido incapaces de transmitir un mensaje didáctico acerca de la importancia de su existencia y en qué consiste su actuación como contrapeso tanto al Legislativo como al Ejecutivo, es que tenemos a uno de los Poderes desconectado de la vida que enfrentan millones de mexicanos. Fortalecerlo implica, precisamente, que sus atribuciones sean conocidas ampliamente.

Y también, que se aplique una encuesta significa que la reforma tendrá que tomar en cuenta precisamente qué tanto sabe la generalidad de la población de la importancia de un Poder Judicial. Participar es parte de construir una sociedad y una democracia más fuertes. Por otro lado, también es un cambio de paradigma en cuanto a que la participación es dejar de permitir que las grandes discusiones orgánicas de la nación la lleve a cabo una élite que no es necesariamente de ilustrados sino de representantes del poder económico y cuyos intereses pueden ser contrarios a los de las poblaciones más vulnerables.

Suponer también que contamos con instituciones tan sólidas que no necesitan modificaciones es una equivocación mayúscula, y hablar de equilibrio de poderes no debiera ser sinónimo de dejar que todo permanezca igual. Al contrario, el Estado mexicano es perfectible en todas sus áreas, y es un deber ciudadano participar en todo lo que implique su mejora.

Edición: Fernando Sierra


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