Opinión
Pablo A. Cicero Alonzo
02/07/2024 | Mérida, Yucatán
El temblor era un mensaje. Tenía 29 años, y decenas de percusionistas en su cabeza lo despertaron; además, una polilla sobrevolaba, con turbulencias, su cabeza. Quiso espantarla con una mano, y se dio cuenta que uno de sus meñiques se movía con vida propia. Ese temblor mínimo no desapareció: meses después le diagnosticaron Párkinson.
Durante treinta y tres años, el mal ha ido conquistando todos sus huesos y músculos, postrándolo en eterno calambre. La enfermedad, como la caballería de Atila, lo ha devastado todo a su paso. De vez en cuando una sonrisa vence a la mueca, y su rostro recobra, por un instante, sus facciones, esas que recordamos de nuestra infancia.
También ha logrado domesticar los relámpagos salvajes que recorren sus nervios con la guitarra, como el personaje que interpretó. Cuando su cuerpo se desgobierna, toca Johnny B. Goode. Los dedos, antes encrespados como olas en tormenta, se relajan, se convierten en máquinas del tiempo. Espantan, al rasguear, el presente.
Él era famoso y aún estaba sano cuando cuatro jóvenes de los márgenes londinenses vieron Volver al futuro. Recapitulando a cuentagotas su vida, han reconocido que fue el personaje de Marty McFly quien, sin saberlo, los inspiró a convertirse en una banda. Una de las primeras canciones que tocó Coldplay —en un pub patibulario— fue, precisamente, Johnny B. Goode.
Este fin de semana se realizó el Festival de Glastonbury, con Coldplay como cabeza de cartel. Muchos criticaron esta elección, pues la banda lleva ya casi dos años recorriendo el mundo cantando las mismas canciones, repitiendo el mismo show. ¿Qué podría ofrecer de nuevo? La respuesta llegó con un hombre hecho un nudo en el escenario.
Ahí estaba Michael J. Fox, en silla de ruedas, contrastando con la estridencia de Chris Martin, frontman de la banda. Poco a poco las manos del actor florecieron: los grilletes de los nudillos se aflojaron y con sus palmas ya abiertas comenzó a tocar la guitarra. Eligieron la canción Fix you.
”Cuando intentas dar lo mejor pero no lo consigues. Cuando consigues lo que quieres pero no es lo que necesitas. Cuando te sientes muy cansado pero no puedes dormir. Cuando te sientes atascado en el pasado…”.
Al concierto asistieron ciento veinte mil personas; ninguna se quedó callada; todas corearon la canción. Incluso, según registros sismológicos posteriores, la emoción se tradujo en pequeños temblores con el escenario de epicentro, ahí donde la música se convirtió en efímera cura. En un momento, la derrota del Párkinson no sólo se reflejó en las manos del enfermo.
En el acorde que marca la frontera de los ritmos, esa que es conjura y embrujo, una de las piernas de Fox pateó la tristeza de la letra y la enfermedad y la envió tan lejos que muchos aún no la encuentran. Si hubiera sido una persona normal, si hubiera sido el Marty McFly de Volver al futuro, ese alarde se hubiera traducido en un salto cuántico.
”las luces te guiarán a casa e incendiarán tus huesos, y yo intentaré arreglarte”.
Volver al pasado con un concierto, con un rostro en el que está escrita la historia trágica del paso de los años; la fuerza de la memoria y el poder de la música como trincheras contra el duelo y la conmiseración. No fue un concierto, fue una invitación para vivir la vida, para espantarnos las polillas del rostro. El concierto de Coldplay se puede ver completo, gratis, en la página de la BBC hasta el 15 de julio.
Edición: Fernando Sierra