Opinión
Felipe Escalante Tió
11/07/2024 | Mérida, Yucatán
A finales de este mes tendrá lugar el 177 aniversario del inicio de la Guerra de Castas de Yucatán, sin duda el acontecimiento histórico que mayor impacto tuvo en la conformación territorial, económica y social en la península. El final del conflicto, oficialmente, se dio el 4 de mayo de 1901; es decir, hace ya 123 años.
Los 51 años de estado de guerra tuvieron varias consecuencias, entre las que se debe incluir la división del antiguo Yucatán en tres entidades diferentes, pero también el abandono de varias actividades agroeconómicas como el cultivo de algodón y fabricación de telas a partir de su fibra, al igual que el de caña de azúcar y elaboración de aguardientes. El área que permaneció libre de los ataques de los mayas terminó siendo dedicada a la producción de henequén, que terminó siendo el motor de la economía local.
En cuanto a lo social, un ejemplo de cómo se manejaba en la prensa la idea de que se trataba de una guerra de castas, nos lo ofrece una nota encontrada en el periódico El Eco del Comercio, publicada el 10 de febrero de 1901 con el título “En la brecha. Sobre Chan Santa Cruz”, que da cuenta de un encuentro entre los rebeldes y el ejército federal ocurrido el día 6 de ese mes.
La nota contiene algunos aspectos que llaman la atención para el lector de hoy en día, que para la época ya resultaban naturales. De inicio, divide a los actores entre “los indios rebeldes” y “las valientes tropas que operan a las órdenes del Sr. Gral. Ignacio A. Bravo”.
El periódico nunca se refiere a “los mayas” sino que habla de “el enemigo” y es el término que utiliza en tres ocasiones. La escaramuza que da motivo a la nota había ocurrido “a cerca de 9,000 metros del campamento de Hobompich”, donde “se descubrió al enemigo posesionada de una bien construida trinchera, levantada en la perpendicular de la vereda que conduce al cuartel General de Chan Santa Cruz. Flanqueada la posesión por el Capitán 1° D. Aurelio Blanquete, quien tanto se ha distinguido en esta campaña, después de un combate, que duró media hora, el enemigo se declaró en completa derrota, y se retiró en dispersión. En esta función de armas se consumieron cerca de 2,000 cartuchos “Maüsser” y seis granadas Bange”.
El mencionado Aurelio Blanquete sería más conocido unos años más tarde y ha pasado a la historia como Aureliano Blanquet, uno de los militares que traicionaron a Francisco I. Madero en el episodio conocido como “La Decena Trágica”. El párrafo anterior debió ser el parte que envió el general Bravo por telégrafo, de ahí la mención a cuántos cartuchos y granadas se consumieron durante una trifulca de media hora.
La nota prosigue mencionando que el ejército continuaba “su marcha victoriosa sobre su objetivo”, y que del enemigo se esperaba que estuviera dispuesto a resistir hasta lo último, “desoyendo desoyendo las ofertas de paz y de orden del Supremo Gobierno”, por un lado justificando que las fuerzas armadas se condujeran con crueldad contra los rebeldes, pero al mismo tiempo dando a entender que era la única opción que tenía el gobierno cuando era amenazado.
Todavía faltaban casi dos décadas para que Max Webber estableciera que el Estado es la única institución que ostenta el monopolio de la violencia y los medios de coacción.
Y en unas cuantas líneas finales, la nota remata con la idea del progreso que manejaban las élites porfiristas, argumentando que a los mayas levantados en armas les convenía que “por cuantos medios sea dable”, conocer los propósitos “del Sr. Presidente de la República en esta campaña, que tiende a perfeccionar el estado semi-salvaje en que han venido viviendo durante más de medio siglo, siendo el objeto de la explotación de ignorantes y malvados caciques”; poniendo a Porfirio Díaz como el dirigente sabio, conocedor de lo que más convenía a los mexicanos, “y por último, que su sumisión al Gobierno Nacional, es una necesidad para ellos ineludible, pues la impone la civilización y el propio bienestar de ese pueblo, cuyas personas y propiedades quedarán ampliamente garantizadas por nuestras leyes”.
El progreso, como necesidad ineludible, para todas las sociedades; un destino impuesto por la “civilización” a nombre del bienestar del “pueblo”. Sin duda, grandes conceptos que también cambiaron la faz del mundo, pero eso es tema de otras noticias, y otros tiempos.
Edición: Estefanía Cardeña