Opinión
Francisco J. Rosado May
19/08/2024 | Chetumal, Quintana Roo
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) anunció el 13 de agosto pasado que la expectativa de crecimiento del PIB de México para este 2024 se redujo a 1.9 por ciento. En mayo pasado la predicción era del 2.5 por ciento, es decir una reducción de 0.6 puntos. También hizo una predicción para el 2025, el PIB solo aumentará 1.4 por ciento, la cifra más baja desde el año 2020. Dos factores explican el ajuste a la baja; por un lado, la desaceleración económica en Estados Unidos, y por otro lado la desaceleración del consumo y de la inversión en nuestro país (ver artículo de Croda en Proceso del 13 de agosto, 10:51).
Escenario nada halagüeño, menos con la situación de posible escalamiento en la guerra en Oriente Medio, en Ucrania y en algunas regiones de África, pero especialmente el proceso y resultados de las elecciones en Estados Unidos.
En otras palabras, si bien la economía mexicana refleja procesos globales, no hay nada que impida atender procesos internos que permitan una economía más saludable. Y ahí hay un enorme reto, dadas las condiciones de polarización, violencia, crimen organizado, corrupción, funcionarios sin perfil tomando decisiones cuestionables, estructuras anacrónicas de funcionamiento gubernamental, sistema de impartición de justicia que necesita mejorar significativamente, violaciones a derechos humanos, impunidad, y un largo etcétera.
Para el ejercicio 2024, donde hay un marcado interés en programas sociales y macroproyectos, Hacienda se basó en algunos supuestos. Por supuesto el PIB estimado es mucho mayor que el que expuso CEPAL, y esto es muy serio. Por otro lado, se previó un déficit presupuestario de un billón 693 mil millones de pesos, lo cual equivale al 4.9 por ciento del PIB, como resultado de ingresos presupuestarios estimados en más de siete billones y un gasto neto pagado de más de nueve billones (
https://www.ppef.hacienda.gob.mx/work/models/7I83r4rR/PPEF2024/oiqewbt4/docs/exposicion/EM_Capitulo_2.pdf).
En otras palabras, si no atendemos con seriedad la situación económica, tendremos problemas serios y no hay que esperar a 2025 para que empiecen a notarse.
Puede y debe haber diferentes medidas, unas de nivel macroeconómico y otras de nivel micro y local. Si no están articuladas, el escenario anteriormente descrito será mucho más difícil. La articulación la asegura la política pública pero no es suficiente. Una vez más, como se ha insistido en otras entregas, el perfil y experiencia de los tomadores de decisión es un factor crítico, puede mejorar o agravar la situación.
Por ejemplo, ¿Quién decide y por qué se hace una sola cola en los retenes? No solo hace perder el tiempo a muchos vehículos, sino que hay más calentamiento global y pérdida de tiempo productivo de las personas, miles, quizá millones, haciendo cola. Peor aún, decisiones como estas solo refuerzan una cultura de improductividad y desaceleración de la economía; cambiarlo no es nada fácil. La misma lógica se ve en trámites de diferentes instancias gubernamentales. Una situación no sostenible, debe cambiar.
Es cuanto.
Edición: Fernando Sierra