Opinión
La Jornada Maya
09/09/2024 | Mérida, Yucatán
Una vez más, los estados que integran la península de Yucatán se encuentran entre los primeros, a nivel nacional, en cuestión de suicidios. Precisamente Yucatán y Campeche ocuparon en 2023 el segundo y tercer lugar, respectivamente, sólo detrás de Chihuahua; Quintana Roo, por su parte, se ubicó en el sexto puesto.
Las cifras provienen del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), que las publicó con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemora este 10 de septiembre.
De nuevo, las preguntas sobre los motivos de esta problemática son puestas a discusión: ¿cuáles son las causas? ¿Qué se puede hacer para evitar que alguien se quite la vida? Porque pareciera que estar en el “top ten” del suicidio fuera ya natural para los habitantes de la península; como si estuviera decidido de antemano que un porcentaje importante de la población morirá por voluntad propia, sin que nadie haga algo por prevenirlo.
De nuevo llaman la atención los contrastes: ¿Cómo explicar una tasa de suicidios arriba de la media nacional en dos de las entidades más seguras? Campeche y Yucatán, hasta hace tres años, se disputaban el primer lugar en percepción de seguridad. Pareciera que tampoco se trata de una cuestión de acceso a oportunidades, cuando se tienen récords en atracción de inversión extranjera, en creación de plazas ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), o las menores tasas de pobreza y pobreza extrema.
Abordar la discusión implica aportar en varios niveles, porque si bien pueden existir iniciativas desde los municipios o los estados, lo cierto es que la tasa nacional muestra una clara tendencia de incremento por lo menos desde 2013, al pasar de 4.9 a 6.8 suicidios por cada 100 mil habitantes. Autoridades, academia, instituciones de salud, medios de comunicación, todos podemos contribuir a una solución integral.
Las líneas de atención telefónica funcionan, pero para ello siempre será necesario que exista una llamada, ya sea por parte del suicida o de sus familiares. La terapia, igualmente, requiere que la persona acuda, con voluntad para trabajar en sí misma. La clave entonces está en poner a ambas partes en contacto.
El avance hacia garantizar el acceso a la salud mental sigue siendo un asunto que avanza lentamente, al menos en lo que se refiere a la creación de la infraestructura médica y social para canalizar a quienes requieran de atención; porque la tasa de suicidios es en realidad un índice de qué tan afectada se encuentra una sociedad, y de ahí que sea sumamente importante reconocer que no es natural que por vivir en la península debamos tomar como algo natural que la cantidad de personas que opta por quitarse la vida sea más que la media nacional.
Cambiar esa realidad es una tarea que hoy por hoy se asemeja al tormento de Sísifo. Es tiempo de involucrarnos todos y crear una solución de gran escala.
Edición: Fernando Sierra