Opinión
La Jornada Maya
29/09/2024 | Mérida, Yucatán
Andrés Manuel López Obrador ha sido presidente hasta el último día de su mandato. Por momentos ha dado espacio en conjunto con quien será su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo, pero en ningún momento ha dado pie a que se piense que las decisiones que se han dado desde el Poder Ejecutivo a partir del pasado 2 de junio procedan de quien encabezará el futuro gobierno.
Este domingo, López Obrador acudió a la ciudad de Chetumal, capital de Quintana Roo, con el fin de realizar la última entrega del Tren Maya, una de las obras más significativas de su gobierno, en compañía de Claudia Sheinbaum, quien tomará posesión del Ejecutivo el día de mañana.
Sin duda, debe reconocerse que el Tren Maya es una obra significativa para la península de Yucatán, especialmente para el sur de esta región, que quedará unido en el tramo de Chetumal a Escárcega, que por décadas ha estado en el abandono. El próximo gobierno tiene como misión transformar el ferrocarril de una vía de traslado de personas a una de circulación de mercancías producidas en los cinco estados del Sureste para que estas lleguen al mercado internacional a través de Coatzacoalcos, Progreso, Cancún o Salina Cruz, y de ahí que la estrategia de conectar el ferrocarril Maya con el del Istmo sea crucial para el desarrollo futuro del país.
Hoy inicia, entonces, la tarea de los historiadores en cuanto a cómo debe considerarse la presidencia de López Obrador, al menos en lo que respecta al periodo 2018 -2024, pues sin duda, la oposición insistirá en que la presidencia de Claudia Sheinbaum será equivalente al Maximato, cuando Plutarco Elías Calles, reconocido como jefe máximo de la Revolución, era quien detentaba el mando a pesar de que la jefatura del Ejecutivo se encontrara, por vía de la elección popular, en manos de Pascual Ortiz Rubio o de Lázaro Cárdenas del Río.
Deberán revisarse los claroscuros que sí deja López Obrador. Significativamente, la gran deuda es la promesa de dejar resuelto el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero. Sin duda, un pendiente con la verdad, que resulta una herencia incómoda para Claudia Sheinbaum. Pero si se pretende colocar en la balanza las acciones y resultados de la primera Presidencia de la Cuarta Transformación, es necesario ver hacia los distintos ámbitos de la administración pública; esto es, salud, educación, seguridad, obra pública.
López Obrador se retira como uno de los presidentes con mayor aprobación en la historia mundial, por más que sus opositores se hayan enfrascado en probar que su administración ha tenido varios errores. Debemos insistir, entonces, que esta Presidencia ha tenido claroscuros en los rubros mencionados, pero estos no han bastado como para disminuir el apoyo popular al Presidente y en general a su causa identificada como la Cuarta Transformación.
El nivel de aprobación con que se retira López Obrador es indicador de lo que millones de mexicanos pensaron al elegirlo como Presidente en 2018 y refrendaron el 2 de junio de 2024: otro México es posible, y en éste tienen cabida todos aquellos que fueron ignorados durante 30 años de gobiernos de tinte neoliberal. Con toda seguridad, se reconocerán los fallos, pero es muy probable que, en la percepción de la masa, se tenga por certeza que López Obrador hizo mucho más de lo que habría conseguido cualquiera de sus opositores en la boleta de 2018.
Y una gran diferencia con los regímenes anteriores es que en esta ocasión el Presidente saliente ha dado ocasión a que quien le sucederá tenga un espacio para el conocimiento de la situación que heredará y para la expresión propia. Anteriormente, era común que se considerara que a partir del resultado oficial de la elección entrara en vigor la agenda del presidente electo, y en esta ocasión se considera que la continuidad iniciará desde mañana, porque la Presidenta entrará en funciones al primer minuto del 1 de octubre.
Edición: Fernando Sierra