Opinión
La Jornada Maya
06/10/2024 | Mérida, Yucatán
Casi por tradición, al momento de un cambio de gobierno, la administración entrante se afana en localizar deficiencias en la antecedente; en ocasiones no es necesario dedicar muchas energías, pues este suele ser el factor gracias al cual la ciudadanía votó por una opción distinta a la continuidad. En otros casos, se requiere dar un golpe mediático para justificar la alternancia y así asegurar la legitimidad de facto para la facción entrante.
En la semana subsecuente al cambio de gobierno en Yucatán, la actividad se ha centrado en la Junta de Agua Potable y Alcantarillado de Yucatán (Japay) que en los últimos días del gobierno de Mauricio Vila Dosal, concluido por María Fritz Sierra, dio de qué hablar por varios fallos; entre ellos uno iniciado el miércoles 25 de septiembre, cuando comenzó el débil flujo de agua potable en algunas zonas de Mérida; un desperfecto que causó que más de 100 colonias y fraccionamientos de esta ciudad se quedaran sin agua.
El arreglo del desperfecto, que la paraestatal localiza en un pararrayos, debió realizarse en coordinación con la Comisión Federal de Electricidad (CFE), un imponderable que para los legos debe solucionarse relativamente rápido, sin causar mayores perjuicios a los usuarios.
Hoy, de boca del nuevo titular de la Japay, Francisco Torres Rivas, se nos informa que en las cuatro plantas potabilizadoras con que cuenta Mérida existe rezago en el mantenimiento y conservación, tanto en equipos como en aproximadamente 70 kilómetros de caminos y brechas interiores, y que en general la paraestatal se encontraba en un estado de abandono; atribuible a las administraciones inmediatamente anteriores, nos atrevemos a agregar.
Los fallos en la Japay eran de sobra conocidos desde por lo menos el inicio de la pandemia, cuando por el confinamiento, cientos de familias se percataron de que la presión del líquido no era constante y resultaba insuficiente para llegar a sus tinacos. No faltaron quienes intentaron solucionar el problema en lo particular, instalando cisternas y otros medios de acopio de agua en su domicilio.
Torres Rivas ha dado cuenta de que, por el abandono en la paraestatal, existen fallas eléctricas internas a las que la CFE ha prometido darles prioridad en la atención, algo que se antoja difícil considerando que, si se trata de problemas internos, la Comisión no interviene por considerarlos responsabilidad del usuario.
Las deficiencias que se reportaron en 2020 continúan. Esto a pesar de que la administración pasada sí intervino en la composición de fugas en tramos de conducción de agua que llevaban décadas sin recibir mantenimiento alguno y donde fue necesario remplazar grandes tramos de tubería, realizando algunas proezas de ingeniería. También debe reconocerse que la demanda del servicio ha incrementado exponencialmente en los últimos 10 años, sólo por el crecimiento de población que ha tenido la capital yucateca; es decir, sin considerar el incremento demográfico de todo el estado.
El agua potable, a fin de cuentas, es un servicio público básico y prioritario, pero también la reserva que se tenga del líquido, así como su eficiencia para repartirlo, son factores clave en la atracción de inversiones y en la instalación de empresas. Cuestión aparte es su calidad y garantía de inocuidad, pero en suma, la garantía de acceso al agua limpia, apropiada para el consumo, es uno de los grandes atractivos que podría tener Yucatán, y cuando existan más reportes de inconsistencias en la calidad, la presión, el tiempo de bombeo o la conducción, quien termina por perder es todo el estado; porque a la inconformidad de la población en general se deberá sumar la de los negocios que se han establecido en los últimos años, o los que planean llegar en el corto plazo.
Las deficiencias deben resolverse pronto, en beneficio de los yucatecos. La prioridad, si este gobierno es coherente con el postulado de “primero los pobres”, debe ser la población de las comisarías de Mérida y los municipios de mayor marginación, que también es donde se concentran las actividades agropecuarias. Ahí también debe revisarse la calidad del líquido, considerando los reportes de contaminación de los mantos freáticos por el uso de herbicidas y pesticidas. La salud de todos lo agradecerá.
Edición: Fernando Sierra