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Foto: La Jornada Maya

Arely Anahy Paredes Chi

El Consejo Nacional de Ciencias Humanidades y Tecnología (Conahcyt) ha sido uno de los organismos más importante de nuestro país para promover y financiar la investigación científica. Con la nueva administración de la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, el Conahcyt está experimentando una transformación importante para convertirse en la nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación. Recientemente, su secretaria, la Dra. Rosaura Ruiz Gutiérrez hizo un llamado a la comunidad científica a trabajar de forma colectiva y a favor del país, haciendo énfasis en que la ciencia debe priorizar el trabajo colectivo sobre acciones individualizadas, teniendo como base el modelo Red Ecos de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación que se implementó con éxito en Ciudad de México.

Este llamado nos da las primeras directrices sobre el rumbo que tendrá la ciencia en nuestro país, nos invita a aprender sobre la Red Ecos y también a compartir experiencias regionales que ya han priorizado el trabajo colectivo para la resolución de problemas prioritarios con la ciudadanía. En la península de Yucatán, implementamos un proyecto de ciencia ciudadana para trabajar de forma colaborativa entre diferentes disciplinas de la comunidad científica y jóvenes de dos puertos: Sisal en la costa Yucateca y Puerto Morelos en Quintana Roo. La ciencia ciudadana es una forma de generar conocimiento que se caracteriza por la participación o colaboración de la ciudadanía con académicos y académicas en la investigación para debilitar la barrera entre ciencia y sociedad. De esta participación conjunta se generan beneficios mutuos para contribuir a la solución de problemáticas que preocupan o afectan a ambos grupos.

En Puerto Morelos, el problema fue el arribo excesivo de sargazo (macroalga marina) a la orilla del mar y en Sisal, la falta de conocimiento sobre las macroalgas que ahí llegan.  Nuestro objetivo fue promover la participación ciudadana para monitorear colaborativamente la abundancia y diversidad de esas macroalgas. También nos propusimos desarrollar en la ciudadanía habilidades científicas para el estudio de recursos naturales costeros.

El grupo estuvo conformado por académicas de las ciencias sociales y ambientales de la UNAM, campus Yucatán; estudiantes de la ENES-Mérida y jóvenes de entre 11 y 19 años de edad de ambos puertos. Otro grupo muy importante para este proyecto fueron cuatro académicas del Museo de Historia Natural de Londres y una doctora de la Universidad de Greenwich. Ellas nos compartieron sus experiencias y enseñaron que no hay una sola forma de hacer ciencia ciudadana. El proyecto fue financiado por la Academia Británica.

Para iniciar, tuvimos talleres participativos con la ciudadanía en donde les enseñamos sobre las macroalgas, su importancia ecológica, clasificación y posibles usos para el ser humano. También los capacitamos para que tuvieran las habilidades científicas que se requieren para monitorear ese recurso natural. Las académicas y estudiantes universitarios de la UNAM estuvimos siempre dispuestos no solamente a enseñar sino también a aprender de los jóvenes, escuchando sus percepciones, inquietudes y propuestas relacionadas con el problema del sargazo. Al finalizar los talleres realizamos los monitoreos de forma colaborativa, es decir fuimos a la playa a colectar macroalgas siguiendo un proceso científico.

Posteriormente, llevamos ese recurso a las instalaciones de la UNAM para identificar en conjunto qué especies encontramos y cuánto material vegetal obtuvimos. Todos esos datos fueron registrados por la ciudadanía y analizados por el equipo de académicas. 

Juntos identificamos que en Sisal hay 58 grupos de macroalgas y en Puerto Morelos 45. También confirmamos que en Puerto Morelos el sargazo es el más abundante. Las y los jóvenes desarrollaron habilidades científicas para colectar e identificar macroalgas usando guías de identificación y cambiaron su actitud negativa que tenían hacía las macroalgas; ahora saben que no todo es sargazo a la orilla del mar y quieren conocer más y experimentar posibles usos. 

Esta experiencia en la península de Yucatán podría contribuir a implementar las políticas públicas que se vislumbran desde la nueva Secretaría de Ciencia Federal, analizando críticamente sus procesos, retos y oportunidades. Hagamos eco de nuestras experiencias y construyamos juntos una ciencia con la ciudadanía. 

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Edición: Fernando Sierra


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