Opinión
La Jornada Maya
20/11/2024 | Mérida, Yucatán
La presencia de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum Pardo, en la cumbre del G20 celebrada en Río de Janeiro, resulta compleja a pesar de su brevedad. Por principio debe considerarse como una gran diferencia con su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, quien conscientemente se mantuvo alejado de los escenarios internacionales.
Si México perdió presencia y liderazgo en América por la ausencia de su mandatario en las diferentes cumbres, es todavía un tema que requiere de un mayor análisis que incluya como variable cuánto influyen las reuniones de presidentes y primeros ministros en las economías locales; pero hay algo de razón en cuanto a que el país sí perdió capacidad de interlocución con las potencias, empezando con sus principales socios comerciales, que son Estados Unidos y Canadá. Mucho tuvo que ver, hay que reconocerlo, que en ese primer país resultó electo por primera vez Donald Trump, quien traía consigo -y ahora también -una agenda que implica el cierre de los Estados Unidos sobre sí mismo.
Ahora, la situación ha cambiado no sólo porque México tiene una presidenta, sino porque se vislumbran retos importantes provenientes del extranjero y no solamente porque Trump consiguió regresar a la Casa Blanca y estará presente durante casi todo el mandato de Sheinbaum, sino porque también está próximo el relevo de Justin Trudeau, primer ministro canadiense. Esto, en vísperas de la revisión del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), es precisamente advertir nubarrones en el horizonte y lo mejor es tomar las precauciones necesarias.
La cuestión de fondo es si México acudirá a la mesa de revisión y si estará lo suficientemente preparado “para sentarse a la mesa con él (Trump) y su equipo para hacerle ver los grandes beneficios” del T-MEC para Estados Unidos, pero también debe hacerse el mismo ejercicio con Canadá, donde habrá elecciones federales el próximo año y es altamente probable que Trudeau no se presente a las boletas; esto porque cumplirá 10 años como primer ministro y porque, en este momento, la inercia electoral marca en sentido contrario a su partido, inclinando las preferencias hacia el conservadurismo.
Trudeau no cuenta con mayoría en el parlamento canadiense, donde han surgido fuertes voces en su contra aprovechando el desgaste que enfrenta luego de casi una década en el cargo, aparte de que persisten los reclamos por el manejo de la pandemia de Covid-19, especialmente por la represión a las protestas de camioneros que exigían relajar las restricciones de circulación. De ahí que en su país existan voces que exigen sacar a México del T-MEC.
En Río, Sheinbaum se reunió, por separado, tanto con Trudeau como con el todavía presidente de Estados Unidos, Joe Biden. A ambos les planteó la elaboración de un documento en el cual se puntualicen los beneficios obtenidos por cada país gracias al T-MEC. Esto puede resultar una buena herramienta para la negociación, siempre que la agenda de los equipos sea más técnica y enfocada en el intercambio comercial que en la respectiva política doméstica.
Una vez armonizado el T-MEC, conseguido el acuerdo de privilegiar la relación comercial entre América del Norte, es factible que cada uno mantenga relaciones comerciales adicionales, como hasta la fecha se hace. El elefante en la habitación, mientras, no es la relación de Canadá y Estados Unidos con México, sino la cercanía de China con nuestro país y otros más de América Latina que de alguna manera ya están uncidos a la locomotora económica del gigante asiático. Al final, la política exterior vuelve a ser un área en la que la diplomacia mexicana debe demostrar cautela y habilidad.
Edición: Fernando Sierra
