Opinión
Alonso Marín Ramírez
05/12/2024 | Praga, República Checa
—Pasó algo terrible. Me cacharon mis papás.
Un gesto es suficiente para que María siga contándome su historia. Desde que llegó y tomó asiento en el sofá, me adelantó: hoy trae una historia trágica.
—Ni siquiera estábamos haciendo nada. Sólo nos vieron sentados en el sillón de la sala. Un poco acurrucaditos, eso sí.
María tiene dieciséis años. Su novio, a quien conoció hace cinco meses, tiene la misma edad. Mis dieciséis años parecen bastante lejanos. María evita cualquier intento de mi memoria de hacerse presente. Ha retomado su discurso.
—Mamá se puso mal y papá tuvo que calmarla. Que traicioné su confianza, que no podrían volver a dejarme sola. Blah, blah, blah.
—Te castigaron, me imagino.
—No se imagine. Ahora tendré que arreglármelas para verlo. Quizá un ratito saliendo de la escuela; otra escapadita después del ballet. Tenemos que buscar la manera.
El amor, dice Octavio Paz en La llama doble, siempre busca la manera. De otro modo, no sería amor. En su ensayo, el premio Nobel mexicano nos describe los elementos constitutivos del amor, parejas dialécticas que están en estrecha relación una con la otra: exclusividad; unión indisoluble del cuerpo y del alma; fatalidad y libertad; dominio y sumisión; obstáculo y transgresión. Así entendemos que, según Paz, el amor es algo sumamente raro y breve: es el centro de una llama que se extiende, en círculos cada vez más amplios, hacia las infinitas formas del erotismo, hacia las simples maneras de la sexualidad.
—Mucho castigo para sólo haberlos visto acurrucaditos —le señalo. Es bien sabida la tendencia de los adolescentes a decir medias verdades.
—Quizá un poco más que acurrucados —se carcajea—. Tal vez yo estaba un poco encima… de sus piernas. Pero no estábamos haciendo nada. Sólo un beso. Y a mamá se le ocurre llegar a la casa, ponerse como histérica y hacernos sentir que actuábamos mal.
No puedo evitarlo. La imagen me resulta bastante estética: un drama ocasionado por una pareja que se ama. Me viene a la mente una pintura de Chagall que también causó un escándalo: Pareja con cabra, estudio preliminar de su posterior pintura Dedicado a mi novia, ambas de 1911. En el estudio, una mujer se sienta a horcajadas sobre las piernas de un hombre que, sorprendido, no parece poder hacer más que mirarla con los ojos enormes y los brazos que no hallan dónde asirse. La mujer le acaricia la comisura de la boca, mientras el resto de sus dedos se pierden en la larga barba. Un animal —mitad cabra, mitad vaca— los mira con el hocico entreabierto.
—El caso es que no entiendo por qué tanto castigo. Como si ellos no hubieran tenido dieciséis.
Los escándalos tienen motivos que los causantes no comprenden. Pareja con cabra fue expuesta en el Salon des Independants, en París, 1912. Además de las críticas por su particular combinación del fauvismo y surrealismo, los críticos juzgaron la obra como obscena, y Chagall se vio forzado a pintar de nuevo aquellas partes consideradas de esa manera. La obra chocaba con las expectativas estéticas de la época: se alejaba de las normas académicas tradicionales e incluía elementos excéntricos y desconcertantes, sobre todo la cabra, motivo recurrente en la obra de Chagall que, en este caso, no sólo simbolizaba sus raíces judías en Bielorrusia, sino también la voluptuosidad y el deseo.
—¿Cuánto tiempo creen los papás que una puede aguantar para tener un novio como dios manda? Ya se lo conté a todo el mundo: mis amigas, mis primas. Todas me apoyan. Tengo derecho a seguirlo viendo.
Ya lo decía Paz: el amor está en ese sitio donde se encuentra el obstáculo, con la transgresión. En 1911 Chagall se separó de Bella Rosenfeld —quien se quedó en Bielorrusia— para irse a París por su carrera artística. Durante ese tiempo, el recuerdo de su ciudad natal y de su novia no lo abandonaron. Sus pinturas están repletas de elementos simbólicos de Vitebsk y Bella; de su amor y deseo por su amada. Sólo así encontró el camino de vuelta a ella. Camino del cual María comienza a conocer la senda. Empinada y pedregosa muchas veces, porque nos enfrenta con el obstáculo, la fatalidad y, sobre todo, con la libertad de asumir una postura cuando la censura nos reclama.
Edición: Estefanía Cardeña