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El Abril, mes de la fotografía. Una historia

Han pasado casi 40 años desde la primera edición del festival
Foto: Facsímil

Ygnacio Rivero Bulnes 

Han pasado casi cuarenta años de la primera edición del festival  Abril, Mes de la Fotografía, en Mérida, Yucatán. Seis fotógrafos decidimos tomar por un mes las mejores galerías de la ciudad y  montar sendas exposiciones individuales en blanco y negro. En el grupo —al principio llamado Plano Focal y después Imagen Alterna— se planteó exhibir los alcances de esta disciplina como  medio de expresión artística, más allá de lo comercial, de la do cumentación o del registro. Los programas no favorecían una corriente estética o temática en particular, sino la diversidad de  discursos creativos que se multiplicaban ante el desarrollo tecnológico y la fuerza propositiva en las artes visuales. Fueron catorce festivales en quince años, cuyos programas  demandaron constantes búsquedas de expositores de diversas geografías. Nos interesó mostrar propuestas visuales de artistas reconocidos tanto como paraexhibir archivos de fototecas, acervos históricos y también el fresco trabajo de estudiantes. El público pudo apreciar el color, el blanco y negro, la imagen intervenida,  la foto documental y la de todos los géneros. 

Abril nació desde el tercer sector de la gestión cultural y se abrió camino estableciendo contactos y relaciones locales y distantes. Era una labor ardua en aquellos tiempos cuando las cosas y los trámites se “hacían a mano” —como nuestros catálogos—, las gestiones eran más personales y laborábamos en el cuarto oscuro, muy lejos del Photoshop, que apareció en 1990, y de Google, en 1998. Para ubicar mejor los tiempos, recordemos que el último festival, el XIV, fue en el 2000, cuando salió al mercado el primer celular con cámara. 

El esfuerzo realizado en cada encuentro nos dejó sin el tiempo  suficiente para emprender algo que en su momento no valoramos:  la construcción metódica de un archivo. Ahora, ante la tarea de  hacer un balance, este descuido resultó ser un contratiempo. Para  mitigarlo, convoqué a los otros miembros del grupo a colaborar  en un rescate de memoria e intentar reconstruir el evento en su  devenir. 

Este libro es el primer intento de revisar el festival y estamos conscientes de su resultado inconcluso. Reunimos a un pequeño equipo para que le diera forma a esta historia, la que me tocó vivir desde el inicio. Comencé abriendo baúles y libreros, donde dormían cartas, catálogos, periódicos, revistas, notas, papeles, carteles  y camisetas. Continuamos con la tarea de entrevistar a los miembros de Imagen Alterna y a algunos de los que nos acompañaron  de cerca, para que nos relataran su versión. El trabajo de investigación; transcripciones; redacción de textos y su corrección; selección de imágenes; intercambio de correos electrónicos con los acervos, fotógrafos o albaceas y el diseño editorial, con varias pausas, requirió más de cinco años para colocar el punto final. La dinámica del proceso del libro fue de una plática a otra, como la organización del festival: el programa se armaba alrededor de una mesa que cambiaba de sala. El resultado es una estructura de tres capítulos más un inventario de hechos, participantes, espacios, patrocinadores, notas de prensa y material diverso. 

“Con tonos de Abril” es el capítulo donde se revisan los programas y se hilan las fuentes bajo una mirada histórica y cronológica  del evento, comentando lazos y encuentros que relacionaron el  festival con el escenario fotográfico a nivel nacional. Se narra cómo inició y se le fue dando forma al proyecto, considerando un breve contexto de la fotografía en el país. Apartir de ahí, y con la finalidad de mostrar la propuesta de los organizadores, se hace mención de algunas exposiciones y de los artistas nacionales y  extranjeros que año con año fueron asistiendo. Las peripecias dejan constancia de las dificultades que debieron afrontarse, pero también permiten advertir las redes que se iban creando y los caminos que tomó cada edición. 

Las fotografías —huellas no sólo de lo real— ocupan el segundo capítulo. Es un paréntesis entre la descripción del 1 y la conversación del 3. Se revisitaron las exhibiciones manteniendo la temporalidad de las obras expuestas. Estas fotos dan una idea de  nuestros intereses, curadurías y programas. 

En “Voces del Abril” se reúnen extractos de las entrevistas a los hacedores y a los convidados a esta fiesta de la imagen fotográfica, quienes nos compartieron sus remembranzas, anécdotas y curiosidades. Una evocación dirige a otra sin que medie una coherencia temporal, de modo que dejamos fluir el relato personal de quienes asistieron. Asimismo, hemos pretendido que cada voz dialogue con las demás, teniendo en cuenta que la narración de uno  complementa o contradice la del otro. Al final, esta multiplicidad  ofrece una perspectiva integral desde lo subjetivo. 

“Inventario” es una lista de listas, un recuento. Primero de las exposiciones y sus creadores que en cada edición llenaban las pa redes de Mérida durante cuatro o cinco semanas. Luego quisimos dejar registro de la infraestructura con la que contamos para ello:  los espacios que albergaron las exhibiciones, los patrocinadores  que nos apoyaron y una selección de artículos periodísticos que  dieron cuenta de lo acontecido en los Abriles. Lugar especial en  esta numeralia tiene la imagen gráfica. Reunimos carteles, invita.

ciones, impresos y camisetas que se produjeron anualmente, estas  últimas las vestíamos y circulaban por la ciudad. 
Sirva este libro para continuar recordando, para contar otras  historias y para honrar a todos los que hicieron posible los Abriles. 

Edición: Fernando Sierra


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