Opinión
La Jornada Maya
20/01/2025 | Mérida, Yucatán
José Marcial Gamboa Cetina
El Centro Regional del Sureste fue fundado en 1973 como parte de la estrategia del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para descentralizar sus actividades y establecer Centros Regionales en diversos puntos del país. Inicialmente, este centro abarcaba toda la península de Yucatán, incluyendo los estados de Yucatán, Campeche y Quintana Roo.
En sus inicios, el Centro Regional del Sureste contaba exclusivamente con arqueólogos. El primer director, el arqueólogo Norberto González Crespo, lideró junto con su esposa, la arqueóloga Silvia Garza, los esfuerzos de investigación arqueológica en la península de Yucatán. Ambos contaron con el apoyo de destacados alumnos, entre ellos Fernando Robles, Antonio Benavides, Margarita Rosales y, por supuesto, el arqueólogo yucateco Víctor Segovia Pinto, entre otros.
A medida que avanzaban las exploraciones, se recuperaron numerosos entierros prehispánicos, lo que llevó al director, en 1979, a convocar a la antropóloga física Lourdes Márquez Morfín para fundar la sección de Antropología Física. Esta nueva área se dedicó al estudio de los esqueletos exhumados en los sitios arqueológicos y comenzó sus labores en una bodega ubicada en la colonia García Ginerés, en Mérida.
Al año siguiente, se sumaron a la sección de Antropología Física Raúl Murguía y Teresa Miranda. Más tarde, también se integraron dos estudiantes de Lourdes Márquez: María Elena Peraza López y José Marcial Gamboa Cetina. Sin embargo, ante la creciente cantidad de esqueletos que requerían análisis y las limitaciones del espacio inicial, se decidió trasladar la sección al edificio que hoy alberga el Museo Regional de Antropología, Palacio Cantón.
En la parte superior de este edificio se habilitaron varias salas, donde, en mesas improvisadas, se dispusieron los esqueletos provenientes de diversos sitios arqueológicos. Entre los más destacados se encuentran esqueletos de Playa del Carmen, Tulum, un osario de Chichén Itzá, Komchén, la gruta de Xcan en Yucatán, Cobá y muchos otros.
Raúl Murguía fue responsable de realizar los análisis estadísticos en varios de estos estudios. Es importante destacar que, a diferencia de los enfoques osteológicos predominantes en aquella época, que se limitaban a descripciones básicas, Lourdes Márquez introdujo en México una línea de investigación innovadora conocida como estudios osteobiográficos. Estos estudios iban más allá de la mera descripción biológica, buscando comprender cómo las estructuras sociales y políticas de las sociedades desaparecidas influían en el desarrollo físico de los individuos. Así, se estableció una perspectiva que integraba tanto la biología como el contexto social de las poblaciones antiguas.
Durante ese periodo, Lourdes Márquez también llevó a cabo el análisis de las momias de Santa Elena, cuyos resultados fueron publicados en el libro Las momias de la iglesia de Santa Elena, Yucatán, como parte de la colección científica del INAH. En 1983, Márquez se trasladó al Centro INAH Morelos, marcando el inicio de una nueva etapa en su trayectoria profesional.
Otra de sus contribuciones destacadas fue la publicación del libro Playa del Carmen: una población de la costa oriental en el posclásico, también parte de la colección científica del INAH, que aportó valiosos conocimientos sobre las comunidades costeras de esa época.
En 1984, Florencia Peña Saint-Martin se incorporó a la sección, procedente de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Durante su gestión, se analizaron materiales óseos provenientes de San Gervasio, Cozumel. Sin embargo, su formación como maestra en Medicina Social marcó un cambio en la orientación de la investigación. Peña Saint-Martin impulsó un estudio sobre las mujeres obreras en la industria del vestido, logrando obtener financiamiento a través de un concurso del Colegio de México para un proyecto que exploraba las estrategias de supervivencia familiar mediante la inserción de mujeres en este sector industrial. Este trabajo derivó en varias publicaciones de relevancia.
En 1993, Peña Saint-Martin solicitó su traslado a Toluca. Posteriormente, en 1998, Manuel Arias se unió a la sección en Yucatán. En 2005, Alfonso Gallardo, proveniente de la ENAH, reforzó el equipo, y en 2012 la llegada de Oana del Castillo aportó un nuevo impulso al análisis de restos óseos, enriqueciendo significativamente las líneas de investigación.
Foto: Michael Covian
Actualmente, la sección está integrada por Alfonso Gallardo Velázquez, Oana del Castillo Chávez, José Marcial Gamboa Cetina y Manuel Arias López. Tres dedidcados al estudio de restos óseos, mientras que uno se enfoca en el análisis de poblaciones vivas.
El acervo de materiales óseos de la sección supera los 800 individuos, una cifra que continúa creciendo debido a los hallazgos de enterramientos en diversos sitios arqueológicos. Sin embargo, la falta de espacio ha llevado a distribuir estos materiales en tres bodegas diferentes, lo que refleja la necesidad de una infraestructura más adecuada para gestionar y preservar este invaluable patrimonio. Con su trayectoria y el constante enriquecimiento de sus investigaciones, la sección sigue consolidándose como un referente en el estudio de las poblaciones del pasado, al tiempo que aporta nuevas perspectivas para comprender la historia social y biológica de la región.
José Marcial Gamboa Cetina es profesor investigador del Centro INAH Yucatán
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros, antropóloga social del Centro INAH Yucatán
Edición: Fernando Sierra