Arnoldo Ricalde
¿Porque no blindar las áreas naturales protegidas que ya tenemos, en lugar de decretar nuevas áreas protegidas? Esta pregunta se ha puesto en la mesa del debate de la política ambiental en materia de conservación en los últimos años. ¿Qué política pública ambiental debemos de seguir para conservar nuestros recursos naturales, ante el escenario actual e histórico en el cual contemplamos deterioro y pérdida de la cobertura vegetal en algunas áreas protegidas?
¿Cómo podemos conservar nuestros bosques y selvas bajo un modelo de protección que está presentando erosión y el avance de la mancha urbana en estas áreas protegidas?
A diferencia de los Estados Unidos, en México la mitad del territorio de las áreas naturales protegida corresponden a comunidades, ejidos y propiedad privada. El modelo Yellowstone implementado por nuestro vecino del norte excluyó cualquier tipo de propiedad ciudadana convirtiendo a los parques nacionales en propiedad del estado. Esto genero dos formas distintas de conservar los recursos naturales.
En las áreas naturales protegidas de México es necesario considerar a la comunidad que tiene derechos sobre los territorios en donde fueron decretadas las áreas de protección. Y aunque la Federación tienen facultades para decretar los usos de suelo, estos difícilmente se respetan. Las personas que habitan al interior de un área protegida tienen el mismo estilo de vida que el resto de los mexicanos que viven en entornos similares, la diferencia es que estos ciudadanos tienen restricciones para el usufructo de las tierras que habitan.
Un decreto de Área Natural Protegida sobre su territorio no modificará su estilo de vida, es decir, abrirán monte para sembrar, cortarán árboles para construir o venderán tierras para obtener ganancias. Solamente que la comunidad reciba ganancias iguales o superiores a lo recibido por sus actividades convencionales se dedicará a la conservación y protección del territorio. Esta situación se encarece en las áreas protegidas cercanas a las urbes o zonas turísticas, en donde el valor de la tierra es mayor y las comunidades esperan recibir una mayor ganancia. Aunque existen excepciones en donde el valor tradicional y de la naturaleza es mayor al valor económico contemporáneo, esto para ciertos habitantes de la comunidad amantes de la naturaleza.
El decrecimiento de áreas naturales protegidas en México como el Cerro de la Estrella, el Nevado de Toluca, El Tepozteco, Lagunas de Chacahua, Desierto de los Leones, Sian Ka'an o Montes Azules son un ejemplo de la necesidad de consolidar un cambio importante en el manejo de las áreas protegidas en México.
Las áreas protegidas deben de ser coadministradas por las comunidades y una parte importante del presupuesto para su conservación debe de utilizarse para esto. Comunidades que realicen actividades productivas que además conserven es el sueño de cualquier conservacionista.
Las comunidades tienen la capacidad de tener sus propios profesionistas para desarrollar y ejecutar proyectos de conservación o sustentables, además de contar con el apoyo de la CONANP (Comisión Nacional de Areas Naturales Protegidas). Pero las comunidades tendrán pocos incentivos para colaborar con la conservación sino existen los recursos necesarios para su supervivencia digna.
El pago por servicios ambientales, los bonos de carbono, biodiversidad y agua deben de agilizarse y evitar que la mayor parte del recurso se quede en los análisis de escritorio de las grandes firmas que evitan una mayor ganancia a los poseedores de la tierra que proveen los servicios ambientales.
Aunque debemos de reconocer que se han facilitado los mecanismos para los mercados de conservación que pueden apoyar a las comunidades, aún no existen suficientes recursos para costear a las certificadoras, evaluadoras y comercializadoras de bonos para la naturaleza. Los bajos precios de los certificados/bonos en los mercados evitan que las comunidades puedan tener mayores recursos para la conservación. Esto aunado a muchos otros factores de incumplimiento entorno al mercado de bonos de carbono, principalmente, por parte de la iniciativa privada que genera externalidades negativas al ambiente.
Otro factor relevante es que las comunidades que se encuentran al interior de un área protegida decretada por el gobierno federal no son susceptibles a recibir recursos para la conservación por parte de los mercados de certificación internacionales. Toda vez que solo el gobierno federal puede acreditar esos certificados para las contribuciones determinadas a nivel nacional. Este impedimento frena recursos internacionales para las comunidades que pudieran conservar un ANP, además de que los recursos de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) han disminuido considerablemente en los últimos 12 años.
En los Estados Unidos expulsaron a la mayoría de las tribus que habitaban los parques nacionales recientemente creados. A punta de rifle lograron que esas áreas solo fueran para la conservación y los turistas que visitan los parques nacionales. En México se siguió otro camino en torno a la conservación. En resumidas cuentas, hemos aprendido que para conservar las áreas protegidas debemos financiar y capacitar a las comunidades que habitan esos territorios designados para la conservación en México.
Me parece que, ante este escenario, antes de decretar una nueva área natural protegida debemos fortalecer el sistema actual. Empezando por la consolidación en el empoderamiento de las comunidades para la conservación. En segundo lugar, encauzando los recursos de la iniciativa privada y los mercados internacionales ambientales hacia estas comunidades para que trabajen en torno a la conservación. Consolidar las capacidades de las comunidades para la adecuada gestión de las áreas protegidas cumpliendo con: estándares, capacidades de carga, regeneración, sabiduría tradicional, indicadores y soluciones basadas en la naturaleza, a través de la CONANP con los apoyos necesarios.
Quizás se pueda implementar el modelo Yellowstone en zonas o áreas protegidas que carezcan de población o propiedad, pero actualmente nuestra situación en la mayor parte del territorio es distinta por lo que debemos de transitar hacia una visión comunitaria comprendida muy bien en la cumbre de Durban sobre áreas protegidas del mundo y en la cual se ha ido avanzando, pero debemos consolidar. Las Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación también son un avance relevante. La CONANP requiere el apoyo de todos los recursos que se puedan dirigir hacia programas en las cuales las comunidades conserven y/o produzcan sin afectar a la ANP.
Los decretos de nuevas áreas naturales protegidas siempre contribuirán, pero a largo plazo puede contribuir más una protección efectiva en donde se evite el crecimiento de la mancha urbana sobre las áreas protegidas y se extienda la erosión por sobre su territorio por distintas causas.
Necesitamos el oxígeno, el agua, los hábitats y los ecosistemas que en general proveen las áreas protegidas para nuestra supervivencia. Invirtamos en las comunidades para que sean las guardianas de estos territorios. Nos conviene a todos.