Opinión
La Jornada Maya
17/02/2025 | Mérida, Yucatán
Este lunes, las vías de comunicación hacia la Ciudad de México fueron escenario de bloqueos por parte de transportistas; trabajadores y propietarios de vehículos de carga actuaron en las autopistas México -Querétaro y México -Pachuca, mientras que personal de salud de los municipios de Ixtapaluca y Chalco hizo lo propio en la carretera federal México - Cuautla. El fin de semana, médicos veterinarios protestaron en todo el país por el asesinato de un colega, que no pudo salvar a una mascota.
El trasfondo de cada una de estas protestas es diferente y a la vez inequívoco síntoma de la fragilidad del tejido social en el país. Transportistas de carga y taxistas reclaman por las extorsiones de que son objeto en las carreteras y por la falta de vigilancia en estas vías, debido a lo cual sufren frecuentemente de asaltos y robos tanto de vehículos como de la carga, lo que ocasiona graves pérdidas a las empresas de las que dependen, al igual que aquellas que remiten la mercancía y las destinatarias. La queja no es nueva, pero ya son más actores delincuenciales los que sofocan a la industria del transporte.
A la primera
protesta de los transportistas, en la autopista México -Querétaro, se unió la de propietarios de barberías en el Estado de México, quienes se quejan del proceder de los policías estatales durante el operativo atarraya, que los criminalizó y durante el cual los agentes del orden “sembraron” drogas para inculparlos en delitos contra la salud y ligarlos a los cárteles traficantes de estupefacientes.
Por su parte, los trabajadores sanitarios del estado de México reclaman que existe negligencia por parte de la titular de la Secretaría de Salud, Macarena Montoya Olvera, quien responde a la gobernadora Delfina Gómez. A la funcionaria la responsabilizan del desabasto de insumos y medicamentos que afecta a hospitales y centros de salud públicos.
Los veterinarios consiguieron mostrarse como un gremio unido, exigiendo respeto a su profesión por parte de algunos miembros de la sociedad que, muchas veces por no hacerse responsables de sus mascotas u haciéndose pasar por rescatistas de perros y gatos, prácticamente les demandan atención médica gratuita y les amenaza con exhibirlos en redes sociales cuando, por más esfuerzos que hagan, no pueden revertir la condición en que los animales llegaron al consultorio.
Cada una de las protestas exhibe puntos débiles en la sociedad mexicana, pues todas las afectaciones son contra negocios constituidos, algunos de ellos esenciales y estratégicos al mismo tiempo, que en lugar de encontrar apoyo en la población en general, y específicamente de las autoridades y de los cuerpos de seguridad, resultan doblemente afectados, porque estos en lugar de respaldarlos cuando son víctimas de la delincuencia, les ponen trabas para interponer denuncias, los criminalizan, los acusan de perseguir fines políticos o pretender desestabilizar al gobierno, y terminan por negarles el acceso a la justicia.
Mención aparte merecen los trabajadores del sector salud mexiquense, cuyo reclamo es por la atención mínima a las condiciones de operación de clínicas y hospitales, que redunda en el bienestar de la población a la cual atienden, pero también protestan por la precariedad de su trabajo. Es frecuente que los gobiernos tengan empleados por contratos trimestrales, cuando se trata de suplencias o recién se ingresa, pero cuando esta situación se prolonga en el tiempo, lo único que se obtiene es a un trabajador explotado y alienado, porque a pesar de tener como patrón al Estado, se le confina a la informalidad laboral, negándosele no sólo las prestaciones de ley, sino incluso descansos.
Normalizar que existan protestas y bloqueos, reconocer que se ejerce un derecho y que no haya represión contra los manifestantes no es suficiente. La atención a las causas siempre será la mejor respuesta de las autoridades, y el ejercicio de la ciudadanía pasa por escuchar los motivos de las inconformidades y analizar cómo la situación contra la que se protesta afecta a la generalidad de la población. Para fortalecer el tejido social, entonces, se requiere asumir la responsabilidad que nos toque.
Edición: Estefanía Cardeña