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Foto: Claro, El Padre Clarencio, 13 de junio de 1908

Suele ocurrir que la agenda de los medios de comunicación suele relajarse hacia fin de año, aunque quienes trabajan en ellos pueden tener otra opinión y guardar la referencia de varias fechas en las que un acontecimiento en particular hizo que la edición se llevara más tiempo del requerido en un día “ligero”.

Dicho lo anterior, las ediciones del 24 de diciembre, Nochebuena, caen precisamente en las que se tienen como más “tranquilas” y es hasta una rareza encontrarlas. Pero para principios del siglo pasado, la situación era muy distinta y, sin una regulación sobre días feriados, los periódicos buscaban mantener el contacto con sus lectores; es el caso del Diario Yucateco en 1909, donde encontramos un artículo sin firma, con una advertencia para los hacendados henequeneros de parte de la redacción.

Por lo general, los yucatecos asociamos el declive del henequén a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, pero el artículo en cuestión arroja luz sobre un proceso de decadencia que inició mucho antes y deja ver que eran muy pocos los hacendados que estaban alertas a las señales de la competencia y, por lo tanto, estaban dispuestos a innovar.

El artículo en cuestión se titula “El henequén yucateco y el africano” y con dos sumarios indica de qué tratará: “El segundo supera al primero en calidad y precio” y “Nuestros hacendados deben luchar porque no siga sucediendo”. Y en efecto, el texto hace un rápido repaso del crecimiento del cultivo del agave en la entidad, hasta llegar al punto de poder exportar 60 mil pacas mensuales, aunado al esfuerzo de los hacendados para “por medio de toda una serie de reiteradas tentativas de inmigración, el aumentar el número de brazos en sus fincas, condición sine qua non para el acrecentamiento de la industria”.

Al mismo tiempo, continuaba el texto, los mecánicos tanto locales como extranjeros “han logrado perfeccionar de tal manera las primitivas máquinas que no tan sólo se obtiene con ellas notoria economía de brazos y mayor seguridad para los jornaleros (antaño víctimas frecuentes), sino también la cantidad de pencas raspadas alcanza ya a favor de aquel progreso un número considerable lo que aumenta notoriamente la rapidez de la explotación”.
Sin embargo, a juicio del periódico, parecía que se había alcanzado un punto de confort, diríamos actualmente, porque el gremio de plantadores no alcanzaba acuerdo en cuanto “la necesidad de avalorar cada día más su producto, luchando sistemáticamente para la obtención de una calidad mejor que ameritaría, como consecuencia natural, un precio más elevado en los mercados consumidores”, y aquí llamaba a prestar atención en dos factores: el propio cultivo del agave, “y el perfeccionamiento de la técnica de explotación”.

Y continuaba con la autocrítica: “Por mucho que lastime nuestra vanidad, es necesario confesar que el cultivo del henequén no ha salido hasta hoy de la rutina de antaño y nada se ha hecho aún para lograr, por medio de los multiplicados y prodigiosos procedimientos conquistados por la moderna agricultura, la obtención no tan solo de mayor cantidad de fibra, sino de una notoria bonificación de su cantidad, pues es indudable que el agave aurífero había de beneficiarse aplicándole los mejoramientos de que hemos hablado”.

Los redactores del diario sabían de los esfuerzos de un sector de los hacendados henequeneros por conseguir mejorar la calidad de la fibra, pero también que no existía el respaldo de la propia Cámara Agrícola para un mayor impulso y que muchos se conformaron con obtener ganancias rápidas con tal de mantener sus gastos, por lo que invertían en sembrar más, pero no en buscar un mejor producto, sin preocuparse por los altos niveles de desperdicio de fibra que se destrozaba en la maquinaria o que resultaba manchada por impurezas o “residuos herbáceos y resinosos”.

La preocupación de los redactores era por la evidencia que tenían a la vista, que era una muestra del henequén “que se obtiene en la actualidad en las colonias alemanas del África”, la cual les había llevado “el honorable caballero, amigo nuestro, señor don Francisco Álvarez, quien al obsequiárnosla tuvo la amabilidad de informarnos que dicho henequén sudafricano merece en la actualidad, por su mejor calidad en lo que refiere al henequén yucateco, un mejor precio que alcanza el valor de un centavo y medio más por libra o sea tres centavos en plata mexicana”.

Centavos más, centavos menos, el cálculo de la pérdida por dejar de invertir en buscar mayor calidad en la fibra resultaba en 7 millones y medio de pesos “arrebatados así a nuestra riqueza y a nuestra prosperidad”. Años después, México y Tanzania crearon la empresa Tanzamex Cordage Ltd., con apenas 40 por ciento de capital proveniente de Cordemex, podemos aventurar que el henequén africano ganó la partida; por supuesto, hubo otros factores para el declive, pero eso es materia de otras notas, y otros tiempos.





Edición: Estefanía Cardeña


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