Opinión
Óscar Muñoz
24/03/2025 | Mérida, Yucatán
Por lo general, muchos hemos pensado que el arte es una manifestación estética del mundo que nos rodea y/o el mundo interno que vivimos. Aunque el arte es más que una expresión del artista. Muchas veces, quien crea una obra de arte tiene la intención de comunicarnos algo que el artista quiere que el espectador o el lector advierta. He aquí el soporte fundamental del arte: la intencionalidad que éste conlleva, ya que le otorga una significación especial a la obra, más allá de los significantes y significados con que fue creada.
La intencionalidad es esa cualidad especial de la obra de arte que logra establecer una comunicación entre el autor creativo y el espectador, y ésta ocurre al mirar una pintura o leer un poema. Y en este proceso de comunicación, interviene cierta empatía entre creador y lector, ya que el primero tiene esa intención personal de compartir con los demás su visión del mundo o de la vida y el segundo, de interpretarla. Entonces, una exposición de fotografía, por ejemplo, no puede ser reducida a una exhibición a secas para ser mirada sin reacciones.
Sin embargo, una obra que es admirada o leída o escuchada es imposible que reciba una sola interpretación. Cada observador o lector o escucha tendrá su propia interpretación, a veces cercana, a veces alejada de la intención del artista. Incluso, un mismo espectador podría tener una interpretación diferente si vuelve a mirar la misma obra tiempo después, si se trata de una pintura, o bien un escucha podría disfrutar de modo distinto una misma pieza musical en épocas diferentes. Así, la intencionalidad artística puede provocar una diversidad de interpretaciones que están determinadas por la visión de los diferentes espectadores y hasta por los distintos momentos en que fue admirada por un solo individuo.
Cabe señalar que en la intencionalidad del arte interviene no sólo la visión del sujeto creador sino también la emoción que surge en el mismo instante creativo. Y cuando participan la mente y el corazón del artista en el mismo proceso creativo, nadie dudaría en considerar que la obra de arte es una creación del espíritu humano, el cual alcanza una dimensión sublime. Esta condición permitirá que la pieza creada conlleve la inspiración creativa, el talento del artista y el discurso que intenta comunicar. Aunque la intencionalidad estética no queda sólo en la observación de un cuadro o la lectura de una novela.
La crítica de arte también atrae la intencionalidad creativa para sondearla entre la diversidad de signos y símbolos que la configuran en la obra misma. En efecto, la crítica profundiza lo observado para descubrir con mayor precisión la intención comunicativa del sujeto creativo, y ofrecerla al público con mayores detalles. Dicho de otro modo, la crítica de arte se atreve a descifrar el núcleo del mensaje que incluye la obra, a develar la significación de la pieza artística, para compartirla con los demás. Es una contribución en favor del artista y en beneficio del público espectador. La crítica da sentido a la obra y la respalda o devela su insignificancia y la desprecia.
Por ello, a veces no todo lo que es exhibido en una exposición tiene la necesaria capacidad de ser interpretado. En algunas ocasiones, la gente que visita estas exposiciones de arte no descubre mucho o no capta nada del propósito del artista, y tal vez porque el sujeto creativo no pudo precisar la intencionalidad de su obra. Otra posibilidad es cuando alguna galería ofrece exhibiciones sólo con el ánimo de vender, sin que las obras conlleven trascendencia, que es la clave de la intencionalidad estética.
Por todo lo anterior, resulta imprescindible que las instituciones que ofrecen programas de educación artística consideren la necesidad de formar futuros artistas capaces de, primero, captar aquellos aspectos de la vida, personal o social, para posteriormente manejarlos en sus visiones artísticas con el propósito de imprimirles intencionalidad estética y, consecuentemente, trascendencia. Si no hay trascendencia, no hay intencionalidad, y si no hay esta última, no hay arte.
Edición: Fernando Sierra