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Finalmente, Donald Trump presentó su tabla de aranceles para todas las importaciones a Estados Unidos, una medida que planteó desde el inicio de su campaña por la presidencia de ese país, y que ya había puesto en marcha, en menor escala, durante su primer periodo al frente del gobierno.

“Es nuestra declaración de independencia”, ha dicho el magnate en un acto en la Casa Blanca, justificando su plan en que el mundo se ha aprovechado de la buena voluntad de Estados Unidos para imponer tarifas a sus productos y así dificultar la adquisición de sus exportaciones. La motivación es también ralentizar la economía de China, a la que le aplicará 34 por ciento de aranceles, mientras que a otros socios comerciales, como la Unión Europea, Japón o la India deberán cubrir cuotas de 20, 24 y 26 por ciento, respectivamente.

El golpe al comercio mundial tiene también otra motivación, y es desquitarse de los aranceles a las exportaciones estadunidenses. Es así que en la tabla aparece Vietnam, que aplica 90 por ciento de sobreprecio, al igual que Camboya o Sri Lanka, que aplican 97 y 88 por ciento, respectivamente. Esto, según Trump, ha sido sacar provecho de su país y prosperar a su costa, mientras por más de 50 años, “los ciudadanos estadunidenses trabajadores se vieron obligados a no hacer nada mientras otras naciones se enriquecían y volvían poderosas”.

Contra lo esperado por muchos, los productos de Canadá y México no se encontraban en la lista, ya que son parte del Tratado México -Estados Unidos y Canadá (T-MEC), aunque esto no quita la posibilidad de que sólo se trate de una excepción temporal, considerando que Trump añadió que el T-MEC ha sido “el peor acuerdo comercial jamás hecho por nosotros”; algo de llamar la atención, toda vez que durante su primer mandato se realizó una revisión exhaustiva que llevó incluso al cambio de nombre del convenio. Por lo pronto, aún habrá que esperar para conocer el efecto del arancel que se aplicará a la industria automotriz, que hace dos meses fue abandonado precisamente porque el pacto entre los tres países norteamericanos establece claramente los porcentajes de origen de las piezas de cada vehículo, por lo que sería imposible establecer un impuesto sobre el precio final del mismo.


Precisamente el sector automotriz será ahora objeto de deseo de los tres gobiernos. Trump pretende restablecer fábricas en su país, un reclamo de sus connacionales que viene desde hace varias décadas y del que es testimonio la canción Allentown, de Billy Joel, o el documental Roger & Me, de Michael Moore. Pero por otro están los empleos ya formalizados en México, en cuya defensa ya ha salido la presidenta Claudia Sheinbaum.

A la mandataria mexicana la ha distinguido la prudencia cuando se trata de los escandalosos anuncios de su homólogo estadunidense. Contrario a Canadá, que en los últimos dos meses ha respondido inmediatamente a los amagos de Trump por imponer aranceles a sus dos principales socios comerciales escudándose en los temas de migración de personas y el tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos desde sus fronteras. Los de la hoja de maple optaron por establecer medidas recíprocas, incluyendo a la empresa de Internet de Elon Musk, hasta ayer funcionario de Trump.

Sheimbaum ha optado por llamar a mantener la cabeza fría, y este martes agregó que “no es un asunto de si tú me pones tarifas yo te pongo tarifas o aranceles, nuestro interés es el fortalecimiento de la economía mexicana”. Hoy debe presentar en qué consiste el Plan México y se anticipa que contempla algún grado de intervención a través de estímulos fiscales a las empresas que ya cuentan con plantas en el país, y otro tanto de inversión estatal en infraestructura.

En el corto y mediano plazo, a México le hará mejor concentrarse en fortalecer su economía, especialmente cuando el efecto de las medidas de Trump aún es desconocido. Sin embargo, los riesgos de una desaceleración económica repentina y que tanto consumidores como empresas terminen por absorber los aranceles de automóviles, ropa y otros bienes duraderos, como ocurrió en el primer mandato de Trump, han encendido las alertas; de manera que la independencia proclamada podría ser de alguien más, pero no del consumidor y contribuyente estadunidense.

Lea, de la misma columna: Azul de autismo

Edición: Fernando Sierra


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