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Moda rápida, moda asesina

Las emisiones de CO2 que origina el sector aumentarán 50 por ciento de aquí al 2030
Foto: Reuters

La moda rápida es un emblema de la irracionalidad del sistema económico actual, del modelo económico extractivista que rige al mundo, y de la explotación que sufre el sur global, la periferia económica, a manos del norte global, el centro económico. Todo para el beneficio inmediato, pero suicida a largo plazo, del capital.

A partir de reformas neoliberales y de la globalización de la economía, las cadenas de producción se volvieron internacionales. Esto redujo los costos de producir y mover productos, entre ellos ropa y textiles, ya que la mano de obra pasó a ser subcontratada en países de la periferia económica. El modelo de fast fashion o moda rápida se basa en la producción masiva de ropa con recambios frecuentes, con la finalidad de sacar al mercado estilos novedosos, de la manera más rápida y barata posible. Las prendas se fabrican para no durar, y para ser desechadas rápidamente como basura. Actualmente, una de cada seis personas está empleada en trabajos relacionados con la moda, 80 por ciento de las cuales son mujeres.

La moda rápida aparenta democratizar el consumo por el bajo costo, pero ese bajo costo financiero para el consumidor oculta un alto costo humano, ambiental y ético. Desde el uso excesivo de recursos naturales, hasta la explotación laboral de las personas en la periferia global, el verdadero costo de la moda pronta es gigante y actualmente lo paga la naturaleza y las comunidades vulnerables.

La moda rápida y la industria textil tienen daños terribles para el bienestar humano. En primer lugar, aunque los estimados varían, se estima que la industria textil produce hasta 10 por ciento de las emisiones totales de dióxido de carbono (CO2), lo que equivale a mil 715 millones de toneladas anuales de CO2. Bajo el dogma irracional de crecer este sector económico, se estima que las emisiones que origina la moda rápida, aumentarán un 50 por ciento de aquí al 2030. 

Para dar noción de lo que significa emitir esta cantidad de dióxido de carbono, de manera conservadora se estima que cada vez que se inyectan 4 mil toneladas de CO2 a la atmósfera, muere un ser humano como efecto directo del incremento de la temperatura. Esto sugiere que la industria textil es responsable de la eventual muerte de 400 mi seres humanos por año. Además, es importante recalcar que éste estimado es conservador, ya que sólo considera mortalidad relacionada con la temperatura, y deja fuera muchas vías de mortalidad climática, como las enfermedades infecciosas, las guerras civiles e interestatales, el suministro de alimentos y las inundaciones. 

Para mantener bajo el precio de producción, las prendas de moda rápida se fabrican a menudo con materiales como el poliéster, una fibra sintética y barata fabricada a partir del petróleo. 

La industria textil es también una de las principales consumidoras de agua dulce: 79 billones de litros al año. La producción de una sola camisa requiere en promedio 12m3 de agua (12 mil litros). 

La industria textil también genera 20 por ciento de la contaminación industrial del agua, contribuyendo en 35 por ciento (cerca de 190 mil toneladas al año) a la contaminación primaria oceánica por microplásticos, y produce alrededor de 92 millones de toneladas de residuos textiles al año. La contaminación del agua, resultante de la descarga de productos químicos no tratados en los procesos de teñido, no solo daña los ecosistemas acuáticos, sino que también pone en peligro la salud y los medios de vida de las comunidades aledañas. La exposición a sustancias químicas daña a las mujeres trabajadoras de las fábricas textiles, ya que están expuestas a sustancias químicas, especialmente los que se dedican al teñido, estampado y acabado. 

Al poco tiempo de ser producidas, las prendas del fast fashion terminan en la basura. Se estima que el 85 % de los textiles acaban en vertederos o se incineran, cuando la mayoría podrían reutilizarse. Lo más impresionante es que se calcula que hasta 40 por ciento de los textiles no se usan y terminan como basura después de haber dado la vuelta al mundo varias veces; la mayor parte en países del sur global, como en el desierto de Atacama. 

La moda rápida atenta contra los derechos humanos, perpetúa la pobreza y desigualdad entre regiones del mundo, facilita la continuidad de un sistema donde la dignidad y el bienestar de las trabajadoras son sacrificadas para las ganancias corporativas. 
No hay justicia climática sin justicia social.

FB: Ornela De Gasperin Quintero
@orneladg.bsky.social


Edición: Estefanía Cardeña








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