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La invención de guerras en beneficio de la industria de las armas

Hoy se repite la misma propaganda que dio origen a la OTAN
Foto: Reuters

En los años cuarentas del siglo pasado, tras la victoria rusa y estadunidense sobre la Alemania nazi, la CIA se dedicó a propalar la versión de que los rojos querían invadir Europa y el mundo. Durante ese periodo de postguerra se creó la OTAN, precisamente, sobre la base de dicha leyenda que la misma CIA, para consumo interno, desmentía en sus memorándums enviados a la Casa Blanca. En dichos documentos admitía que la URRS estaba en posición defensiva y que no estaba planeando ningún ataque. Dichos documentos fueron desclasificados posteriormente. Así lo recuerda un libro intitulado Harry Truman and the War Scare of 1948. El libro, de Frank Kosfky, dice que tras la Segunda Guerra, la industria militar estadunidense tenía una enorme capacidad instalada, pero ya no había dónde verter toda la maquinaria de muerte que podían fabricar Lockheed Martin y Northrop Grumman. Entonces había que crear un enemigo y, claro, guerras. Carrera armamentista, miedo entre la población. Y la URSS era el candidato ideal.

Así surgió el complejo militar industrial estadunidense, durante la Segunda Guerra Mundial, con la economía volcada en el esfuerzo de guerra y que tendrá el mayor presupuesto militar de la historia, según anunció el presidente Donald Trump. 

La fabricación de bombas nucleares, de los arsenales que hoy duermen pesadillas de destrucción y aniquilación planetaria, debía justificarse de alguna manera. Tal y como hoy está sucediendo en Europa con la propaganda de que Rusia estaría por invadir a Europa occidental. La propaganda, para infundir miedo en el viejo continente incluye instructivos familiares de lo que se necesita en caso de un ataque nuclear.

El presidente del Servicio Federal de Inteligencia alemán, Bruno Kahl, afirmó recientemente que Rusia podría "llevar a cabo un ataque" contra la OTAN antes de finales de la década. Kahl hizo estas declaraciones en la audiencia anual del Comité de Control del Bundestag en Berlín el lunes, diciendo que "nos guste o no, estamos en un conflicto directo con Rusia".

Quizá lo único cierto de lo que dice Kahl es que los miembros están en un conflicto directo con Rusia desde que inició la invasión de Ucrania por parte de Moscú hace tres años ya, luego de que inició la guerra en el Dombás ucraniano y del golpe de estado de 2014 financiado, apoyado directamente, por Washington. Claro, todo a través del ejército ucraniano, al que no sólo han alimentado de armas, sino de soldados, inteligencia y claro dinero. Una guerra proxy en toda regla, contra Rusia.

Ahora, el nuevo plan pretende movilizar unos 800 mil millones de euros en los próximos cuatro años. De esta forma, los Estados miembros de la Unión Europea deberán aumentar su gasto nacional en defensa y seguridad, como han venido haciendo desde que inició la guerra en Ucrania. A lo largo de los últimos años, el aumento en gasto ha sido una exigencia asumida en Europa desde la primera administración Trump. Ahora, con la amenaza del gobierno estadunidense de retirarse de la OTAN y de la necesidad de concentrarse en el teatro militar del Pacífico (en clave anti China), surge la presión para que ahora sí el gasto llegue al cinco por ciento del PIB. Y crear un ejército europeo con los 800 mil millones de euros en perjuicio de los ciudadanos europeos que verán reducido el estado de bienestar, la inversión en educación, en salud, en servicios en sus ciudades. Todo sea en honor del dios Marte.

Claro, quienes se frotan las manos son las empresas militares europeas, encabezadas por Rheinmetall AG, la que anuncia un aumento del beneficio neto del 38 por ciento en 2024 y prevé un incremento de las ventas a medida que Europa aumente su capacidad militar. Además, concluyó su ejercicio fiscal de 2024 con un beneficio operativo récord. Registró un 61 por ciento más de volumen, hasta alcanzar unos mil 480 millones de euros.

Según la OTAN, Alemania necesita al menos 460 mil soldados en caso de conflicto militar con Rusia. Ahora no alcanzan los 200 mil. Polonia, como buen pupilo de Washington, es el país de la Unión Europea que prevé alcanzar el 4.6 del PIB en gasto militar en el presente año mientras tiene ya casi 300 mil soldados en servicio y más de 40 mil reservistas. Francia prevé llegar a los 210 mil efectivos para el 2030 (fecha fatídica de la predicción de la invasión rusa de Europa, según la propaganda bélica occidental) con 80 mil reservistas. Claro, Francia y Gran Bretaña cuentan con el respaldo de sus armamentos nucleares. Sin embargo, Gran Bretaña ha lanzado una campaña masiva de reclutamiento mientras en varios países de la Unión Europea se discute volver obligatorio el servicio militar.

Además, la industria militar de todos los países europeos está viviendo un periodo de reconversión y modernización para adecuarse a los nuevos escenarios de guerra, como se ha observado en el teatro militar en Ucrania y Gaza: drones, carros armados, aviones militares de última generación. 

Gracias a la militarización impuesta por Washington -y al terror sembrado del enemigo ruso- así como al corte del gas ruso, la economía estadounidense ha crecido: más del 600 por ciento han aumentado las ventas de armas de los Estados Unidos a Europa desde marzo de 2022 mientras el Viejo Continente ahora se calienta con el gas estadunidense que es cuatro veces más caro que el gas ruso, todo gracias a la voladura misteriosa del Nord Stream 1. Mismo que servía para sostener los bajos costos de la industria europea (la que empezó a migrar a Estados Unidos atraída por los incentivos de Washington y lo sigue haciendo ahora por los aranceles) y los niveles de vida de los europeos. El orweliano futuro, como vemos, no pinta nada bien. La guerra, nos dicen, es la paz.


Edición: Fernando Sierra


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