Opinión
José Díaz Cervera
21/04/2025 | Mérida, Yucatán
El desgaste de los partidos políticos que detentaron el poder hasta hace poco más de seis años (y que caminaron juntos —aunque tal vez no revueltos— durante más de dos décadas), es uno de los fenómenos más riesgosos que podemos enfrentar como país, ya que no se ve en el horizonte una fuerza política capaz de oponerse a Morena y sus aliados con la exigencia que el ciudadano común y sensato desearía ante la ausencia de un debate serio.
Si yo simpatizara con la oposición, estaría enfadado con el PRIAN por haberme hecho creer en una candidata con tan pocas luces como lo fue Xóchitl Gálvez, más allá de que me la hayan querido vender con la misma estrategia con la que se vende un refresco embotellado o un detergente (fue ridículo ver a Guadalupe Loaeza promover a la hidalguense como una especie de ente ungido de santidad, a través del cual todos seríamos redimidos). Si yo simpatizara con la oposición, me sentiría molesto de estar del mismo lado que personajes como Alito Moreno, Lilly Téllez o Kenia López, con quienes el debate se contamina y transita en la estulticia, precisamente cuando al país le hace falta un serio ejercicio de problematización para que de él deriven las decisiones más adecuadas para el bienestar general.
Por otro lado, con el empleo sistemático de la mentira abyecta, la oposición va perdiendo cada vez más terreno y sólo contribuye al discurso monocromático de un poder que demostró su fuerza en las urnas y que ahora se ve obligado a legitimarlo a través de los hechos y la fuerza de la razón, lo cual sólo será posible mediante el debate serio y la argumentación correcta no sólo en el Congreso sino también en los medios, muchos de los cuales viven del insulto, la manipulación y aun del engaño flagrante, como sucede con Atypical y Latin-US.
Es claro que en la 4T persisten algunos vicios de la política mexicana tradicional; es también evidente que para alcanzar el poder se tuvo que echar mano del pragmatismo y que allí el movimiento tiene un lastre que a mediano plazo podría ir en su contra; si a estos factores le agregamos el hecho de la poca seriedad y las debilidades de la oposición, el balance no da lugar a un optimismo razonable, por más que la popularidad y el prestigio internacional de la Presidenta sigan en aumento y que la minoría opositora esté en una decadencia franca, agravada aún más por las actitudes antipatriotas que el conservadurismo ha exhibido ante los amagos intervencionistas de Trump.
Por razón dialéctica, la oposición debería entender que la probable desaparición de la 4T tiene como requisito fundamental la desaparición del PRIAN y la sustitución del mismo por un nuevo proyecto orgánicamente estructurado como una antítesis del poder actual. El problema es que la oposición está ligada a intereses ilegítimos que no dejarán ir sus privilegios fácilmente, más allá de una militancia que va perdiendo fuerza por razones muy diversas, pero, sobre todo, porque cada vez se siente menos interpelada por sus representantes.
Para la 4T el riesgo estriba en el aletargamiento derivado de la decrepitud de una oposición débil y sin energías creativas, algo que tampoco es útil para eso que pudiéramos denominar genéricamente como “espíritu republicano”.
No es bueno para nadie el que algún sector de la sociedad se quede caminando alrededor de un discurso vacío y eso está pasando en nuestro país con el conservadurismo.
Edición: Estefanía Cardeña