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Jorge Álvarez Cervera: una generación de herencias y transiciones

Gran científico peninsular, campechano ejemplar, tiene ya un lugar especial en la historia de la ciencia
Foto: cortesía Fernando Álvarez

Quienes hemos pisado ya dos siglos diferentes, somos parte de una generación de herencias y transiciones. Hemos sido herederos de grandes maestros y pensadores que gustaron y nos enseñaron a admirar los grandes fenómenos naturales, al tiempo que disfrutábamos de los clásicos de la literatura y las artes. Somos, igualmente, herederos privilegiados del acceso a la universidad y a la educación superior y, por ende, receptores de los secretos aún velados de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas.

Provenimos de la generación de la posguerra, somos también herederos de hartazgos y decepciones que van desde los tiempos de “amor y paz”, pasando por el ´68 y rematando con la esperanza fallida de la alternancia política. A nuestra generación le tocó ser parte de aquellos que, siendo orgullosos de ser mexicanos, no logramos, quizá, trasmitir este sentimiento a las nuevas generaciones tal y como alguna vez, nos contagiaron de civismo y fervor patrio los mayores. 

Nos sabemos continuadores de importantes eslabones del patrimonio cultural de la humanidad, y sin embargo aún no hemos sabido valorar y quizá tampoco proyectar al mundo dicha riqueza.

Somos, en fin, una generación de transición, entre los tiempos de las desilusiones existenciales y el amanecer de una época de modernidades esperanzadoras, urbanizaciones desmedidas y tecnologías despersonalizadoras. Pese a todo, somos parte de una época que, deslumbrada por los hallazgos de la ciencia, multiplicados hacia la segunda mitad de la centuria pasada, nos permitió soñar y albergar la esperanza de vivir mejor, desde las primeras décadas del presente siglo.

Por estas razones, me propuse como investigador social, buscar en nuestro terruño, quienes eran esos puentes generacionales de los que recibimos tan rica herencia. ¿Quiénes fueron esos hombres y mujeres que, en el mundo de la ciencia y del arte y las humanidades, nos han permitido vivir mejor para poder dejar a quienes nos sucedan, una sociedad más justa y equitativa?  Así, a partir de 2017 surgió la colección Pilares de la Ciencia editada por la Uady y la SIIES del gobierno del Estado de Yucatán.

En este contexto, fuimos descubriendo a otros personajes, aún vivos, pero que hasta el momento eran poco conocidos. Éstos, por sus originales aportaciones a la ciencia y/o por sus interesantes derroteros, me parecieron de especial relevancia para darlos a conocer. 
Así, gracias a la mediación de mi colega y amigo el Mtro. Efraím Poot Capetillo, tuve la suerte de encontrarme con D. Jorge Humberto Álvarez Cervera, químico de profesión, nacido en Campeche, a quien empecé a entrevistar desde 2015. Fue gracias a esas largas y amenas entrevistas, las que me permitieron comprender y asimilar poco a poco la riqueza de su perfil profesional. 

Se trataba de un científico que habiendo incursionado exitosamente a través del conocimiento de las plantas en el mundo de la biomedicina, durante la primera etapa de vida profesional, había llegado a ser el descubridor de una sustancia jabonosa, llamada calibagenina, procedente de una planta del desierto mexicano llamada Calibanus Hookerii, también conocida como “sacamecate”, misma que sería de mucha utilidad para distintos campos de la ciencia.

Sabemos que nuestro entrevistado, en su segunda etapa como investigador, pasó a ser uno de los pioneros mexicanos en el estudio y manejo de la energía nuclear, aplicada a la medicina humana, campo en el que laboró profesionalmente hasta que se jubiló. 

Pese a tener conciencia de que yo hablaba con uno de esos “pilares de la ciencia” en México, confieso que desde la primera entrevista que tuve con Don Jorge Álvarez Cervera, me ganó la sencillez de su personalidad. Cada vez que acudía a su confortable y modesto rincón doméstico de trabajo, me encontraba con ese gran hombre, que, pese a tener muchos motivos para vanagloriarse por sus logros y descubrimientos y por la trascendencia de los temas que fueron objeto de sus investigaciones, nunca sentí que me deslumbrara con la radiación de sus conocimientos. Por el contrario, me explicaba siempre con la paciencia de un preceptor privado que atrae a su estudiante no iniciado hacia la hondura de sus saberes, armado siempre con su cordial bonhomía. 

Al compartir conmigo de manera sencilla su historia e ir avanzando en ella, D. Jorge me fue haciendo sentir cada vez más cerca del campo del conocimiento que él dominaba. Su calidez humana se fue develando también con discreta gracia a través de múltiples historias familiares y de anécdotas laborales con las que terminé de descubrir y valorar la grandeza de su persona. Como suele pasar, la luz de los grandes hombres luce más cuando se le conoce en su contexto familiar, regional y nacional.

Para este propósito, nuestro interlocutor tuvo el tino de publicar dos libros de edición económica:

Recuerdos del Barrio de Guadalupe (junio de 2017) y La Casa de mis Padres y algunas anécdotas (julio de 2018), en donde recoge sus recuerdos de infancia y juventud y nos narra su historia personal y familiar transcurrida en Campeche, México y Canadá. Su idea, según el mismo explicaba era que sus descendientes conocieran cómo se fraguó el perfil del científico. Sin embargo, faltaba describir en forma pormenorizada el largo camino profesional recorrido y la mencionada versatilidad de sus campos de interés, así como las posibles aportaciones específicas de las mismas. 

Como antropólogo y tras las primeras entrevistas, hice esfuerzos por describir la primera parte de su vida profesional incluyendo las anécdotas referidas a sus maestros y colegas y remontándome al tiempo en que el joven químico se inició en el mundo laboral cuando hubo que sustituir al personal de las empresas alemanas, en las que el joven químico fue una pieza clave. Comprendí también el salto cualitativo que tuvo que dar al pasar de un día para otro al nuevo mundo del estudio de la energía radioactiva y sus aplicaciones. Sin embargo, yo nunca hubiera podido narrar con precisión y a profundidad, las distintas etapas que conformaron esta interesante y versátil historia.

Celebré por tanto que cuando el mismo protagonista fue quien decidió narrar su largo derrotero, en forma por lo demás amena y al alcance de todos los que no estamos familiarizados con los campos de la química de las plantas, o de la energía nuclear y sus aplicaciones a la medicina.  Este es el contenido del libro “Entrevista” editado en 2021 en forma doméstica, en el que D. Jorge plasmó con ejemplar modestia, el desarrollo de sus interesantes investigaciones.

Esta obra de 90 páginas será, sin duda, un referente obligado en la historia de la ciencia y un estímulo para las nuevas generaciones de científicos de distintas especialidades.

Agradezco a la vida que mi legítima intención de investigación social, haya sido premiada con la amistad fraternal de Jorge, sostenida durante quince años, reforzada por el derecho adquirido al cabo de 5 años, de romper con el protocolo y poder hablarnos de “tú”. 

Con sus 95 años a cuestas, se fue Jorge Álvarez Cervera, gran científico peninsular, campechano ejemplar, quien tiene ya sin duda alguna, un lugar especial en la historia de la ciencia y un sitio distinguido entre los científicos mexicanos. Al darle el último adiós al amigo nonagenario y en medio del clima de duelo que sin duda alguna perdurará por varios días, se agolpan en la memoria los recuerdos de los tiempos que pasamos repasando a personaje y sitios de su natal Campeche, sus sabias enseñanzas, las anécdotas graciosas y, sobre todo su amor a la ciencia y a la investigación.

Gracias Jorge por tu larga existencia, abundante en frutos, hijos y nietos. Gracias también por tu postrera colaboración como articulista en La Jornada Maya. Tu ejemplo perdurará entre nosotros como la presencia imperecedera y rica en elementos de esa planta del desierto que, con tanto esmero, estudiaste por muchos años. 


Edición: Ana Ordaz


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