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El cine como bastión de la democracia

Festival de Cannes 2025
Foto: Ulises Carrillo

En un giro inesperado, pero muy leal a la tradición francesa, el Festival de Cannes 2025 ha decidido asumir una posición política explícita: la defensa de la democracia a nivel global. Esta decisión se refleja de manera contundente en la selección oficial de películas, marcada por una clara toma de postura frente a las crecientes amenazas autoritarias que se multiplican en diversas partes del mundo. El festival, tradicionalmente comprometido con la libertad artística, parece comulgar con la apreciación de que, en el momento actual, toda manifestación estética es también un acto político.

Este año, el cine europeo ha dado un paso al frente. La curaduría del festival lo deja claro: ya no basta con mostrar el mundo, ahora el cine debe intervenir en él. Las obras seleccionadas no solo denuncian o narran las vías y rutinas que permiten el avance del neofascismo (en el pasado, en el presente o en el futuro), la represión de derechos fundamentales o la erosión del Estado de derecho, sino que también proponen una reflexión crítica sobre las fragilidades estructurales de las democracias contemporáneas. Las películas no huyen del conflicto íntimo o el colectivo; lo encaran con valentía, asumiendo que el arte no puede permanecer neutral cuando la libertad está en juego.

El cine se convierte así en trinchera. En un contexto global marcado por la polarización, los discursos de odio y la normalización del autoritarismo, Cannes se erige como una plataforma de resistencia simbólica. No se trata solo de películas con mensajes explícitos, sino de una apuesta estética coherente que articula formas nuevas de narrar, representar y emocionar frente al colapso de los consensos democráticos.

Esta edición 2025 puede leerse como una declaración de principios: el arte no solo observa la historia, también la interpela. Al poner en el centro la defensa de los valores democráticos, Cannes lanza un mensaje poderoso al mundo cultural y político: frente al avance del miedo, del control y de la exclusión, el cine puede —y debe— ser una forma de coraje civil.

En la encrucijada histórica que atravesamos, donde lo impensable se vuelve cotidiano, tal vez el arte —y en particular el cine— sea, como lo sugiere Cannes este año, la última línea de defensa. Una línea frágil, sí, pero luminosa. Una resistencia hecha de imágenes, palabras y gestos que, aún en la oscuridad, insisten en imaginar un mundo más libre. El arte es una expresión política y el séptimo arte lo asume a cabalidad. 



Lea la primera parte: El Festival de Cine de Cannes 2025


Edición: Estefanía Cardeña


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