Opinión
Francisco J. Rosado May
26/05/2025 | Chetumal, Quintana Roo
Varios eventos importantes sucedieron la semana pasada, tanto nacionales como del extranjero. Con respecto al asesinato de dos funcionarios de alto nivel de la Ciudad de México se ha escrito mucho. En esta ocasión la noticia foco de atención es la embestida que sufrió la Universidad de Harvard cuando fue notificada por parte del Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos para que no reciba a estudiantes extranjeros y a los que tiene los transfiera a otras universidades. ¡Tremenda noticia!
El jueves 22 de mayo pasado, de acuerdo con la BBC, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, escribió en X que el gobierno ha revocado la "certificación del Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio" de Harvard como resultado de su "incumplimiento de la ley. Que esto sirva de advertencia a todas las universidades e instituciones académicas de todo el país".
El gobierno ha exigido que Harvard realice cambios en sus mecanismos de contratación, admisión y enseñanza para combatir el antisemitismo en sus instalaciones. También exigió el acceso a los registros de estudiantes extranjeros, así como videos o audios de toda actividad “ilegal, peligrosa o violenta”. El gobierno ya había congelado unos 2.2 mil millones de dólares en subvenciones y unos 60 millones en contratos, además de la amenaza de no recibir nuevos fondos federales hasta no cumplir con las exigencias.
Harvard ha estado liderando un movimiento universitario en contra de las medidas del gobierno que intentan afectar su funcionamiento. Obviamente, no se quedó con los brazos cruzados, inició un proceso judicial en contra de esas medidas. De acuerdo con CNN, el 23 de mayo un juez federal detuvo la orden de Noem; en teoría no va a parar en aceptar estudiantes extranjeros ni reubicar a los que tiene actualmente. Los estudiantes extranjeros representan cerca del 30 por ciento del total. Es posible que el enfrentamiento escale.
Curiosamente, el 22 de mayo, el NY Times publicó un artículo de N. Kristof con el tema de cómo enfrentar a gobiernos autócratas. Bajo el principio de que los dictadores no son tan fuertes como dicen que son y que la gente no es tan débil como varios lo creen, Kristof hace una revisión de los casos exitosos y presenta tres estrategias. La primera se inspira en las enseñanzas de Tiananmén Square, la cual hace resaltar la importancia de conocer la cultura. A través de humor y burla salaz, y del internet, se puede poner a los autócratas en posición difícil. Si toman medidas enérgicas por las bromas, van a parecer ridículos; si las ignoran, van a parecer débiles.
La segunda estrategia consiste en no enfatizar que la autocracia es enemiga de la democracia. Lo que se ha hecho con éxito es enfatizar la corrupción, hipocresía y mal manejo de la economía por parte de los líderes. Normalmente, hay una correlación entre esos factores y los autócratas.
La tercera consiste en enfocarse en la tragedia de algún personaje emblemático más que en el océano de opresión. Como ejemplo, cuando en Sudáfrica se usó la expresión “liberen a los prisioneros políticos” no funcionó tanto como cuando usaron “liberen a Nelson Mandela”.
La afectación a la educación es siempre un elemento de movimiento social. Rara vez no lo hay como cuando el gobierno federal cerró el Colegio Superior de Agricultura Tropical en Cárdenas, Tabasco, en 1985 o el INIREB en Xalapa en 1988. Hoy no sería sorpresa ver en EU un movimiento estudiantil, con repercusiones globales, en defensa de la educación y de las universidades.
Es cuanto.
Edición: Estefanía Cardeña