Opinión
La Jornada Maya
02/06/2025 | Mérida, Yucatán
Cristian Alonso Hernández González
El uso y aprovechamiento de las conchas en tiempos prehispánicos, en especial de las especies nacaradas, abarca tanto aspectos simbólicos como económicos. El material malacológico tuvo gran valor en épocas precolombinas, desde el Preclásico hasta el Posclásico en Mesoamérica. Su uso comenzó como elementos ornamentales en las primeras ciudades y, con el tiempo, se integró en importantes ofrendas funerarias, particularmente en ajuares de personajes pertenecientes a las élites de complejas ciudades-estado.
Además de su valor ornamental, las conchas adquirieron relevancia económica y sirvieron como marcadores de estatus social. Su posesión indicaba el rango jerárquico del individuo dentro de la sociedad. Los estudios arqueológicos dedicados al análisis de objetos de concha han permitido identificar diversas técnicas empleadas por los artesanos mayas, como los esgrafiados, calados, finos pulidos, cortes y perforaciones cónicas.
Los exoesqueletos de moluscos, tanto pelecípodos (ostras) como gasterópodos (caracoles), presentan gran variedad de tamaños, formas y ornamentaciones. Mientras que los gasterópodos poseen una sola concha (univalvos), los pelecípodos presentan dos valvas (bivalvos). Entre estos últimos, se encuentran las especies que presentan material nacarado, altamente valorado en época prehispánica para la elaboración de finos ornamentos que acompañaban a personajes importantes incluso en su tránsito al inframundo, como parte de ofrendas votivas.
Diversos estudios taxonómicos realizados sobre objetos de concha procedentes de sitios arqueológicos de Yucatán han revelado el uso de especies marinas tanto del Golfo de México como del Mar Caribe —cercanas a los asentamientos mayas—, así como especies procedentes del Océano Pacífico y de lagunas en tierras altas de Guatemala, lo que sugiere la existencia de complejas redes de intercambio a larga distancia.
Entre las especies nacaradas más comunes en el área maya destacan dos del género Pinctada:
Pinctada mazatlanica (ostra perlera o madre perla): Procedente del Océano Pacífico, habita zonas rocosas sublitorales hasta profundidades de 60 metros, distribuyéndose desde Baja California hasta el sur de Perú. Esta especie ha sido altamente valorada por sus perlas y nácar, y se sabe que fue explotada desde el siglo XVI.
Pinctada imbricata: Se distribuye en la provincia malacológica caribeña, desde Florida hasta Brasil. Es una concha mediana, redondeada y moderadamente inflada, que habita aguas someras y tranquilas, adherida a rocas y otros sustratos.
Además, se ha identificado el uso de especies de agua dulce como la Megalonaias digitatus, un bivalvo de la familia Unionidae que habita fuentes de agua dulce en la región del Petén y Chiapas. Estas conchas, de tamaño medio y umbo anterior, también fueron utilizadas con fines ornamentales.
Los objetos elaborados en concha no se limitaron a contextos elitistas. Si bien en tumbas reales se han hallado piezas altamente sofisticadas —como en la Tumba 1 de la Acrópolis del sitio de Ek’ Balam—, también en unidades habitacionales cercanas a centros ceremoniales se han recuperado objetos malacológicos. Estos objetos, aunque más modestos, reflejan el aprecio generalizado por el nácar como símbolo de estatus.
Un caso representativo es el sitio arqueológico Flor de Mayo, en Kanasín, Yucatán, donde se hallaron varios ornamentos elaborados en concha nacarada. Entre ellos destaca un pectoral perforado de gran belleza, probablemente perteneciente a un individuo de alto rango. Sorprendentemente, esta pieza fue confeccionada con concha procedente del Océano Pacífico, lo que confirma una vez más, la existencia de redes de intercambio interregional entre los antiguos pueblos mayas.
Cristian Alonso Hernández González es profesor investigador del Centro INAH Yucatán
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social
Edición: Fernando Sierra