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Hegel ante el genocidio palestino

Curiosidades filosóficas
Foto: Ap

Hay una cierta lectura del famoso texto de Hegel, La fenomenología del espíritu, en la que el Espíritu Absoluto es un punto final en que la humanidad tiene una especie de convergencia con lo divino, y llegamos a algo así como al conocimiento absoluto o a la realidad en sí misma. Según esta interpretación, que suele ser de corte anglosajona y liberal (particularmente la de Robert Brandom), esta se alcanza, históricamente, gracias a una especie de reconciliación entre humanos generada a partir de un progresivo reconocimiento mutuo, un perdón reflexivo y un estado de confianza comunitaria universal. En suma, se trata de una lectura optimista de la filosofía hegeliana en la que a través del error nos convertimos gradualmente en mejores seres humanos con más herramientas para satisfacer más necesidades. 

Por el contrario, una perspectiva más afín al marxismo y al sicoanálisis, como la de Slavoj Žižek, defiende que la historia del Espíritu no tiene un carácter teleológico, menos aún, uno progresivo. Para el filósofo esloveno, que no se caracteriza por su optimismo, la idea hegeliana del reconocimiento es una liga que viene a través de la dominación y la sumisión. Recordemos que, según Hegel, esta describe una lucha por el reconocimiento entre dos conciencias: la del amo y el esclavo. El amo busca la confirmación de su dominio a través de la voluntad del esclavo, mientras que el esclavo busca ser reconocido por el amo y obtener su libertad. Por lo que el reconocimiento no es una simple relación de mutua dependencia que cuando tomamos conciencia de ella se adopta y subsana las injusticias generadas por la dominación. Por el contrario, implica un actuar solitario y “requiere de una ética de la violencia que no se resuelve”.

Por lo tanto, el itinerario histórico del Espíritu Absoluto no es una especie de perdón o justificación retroactiva de la humanidad que exprese que, a pesar de los errores, avanzamos hacia una vida mejor o en armonía. Para ilustrar su punto, el esloveno se pregunta ¿podemos justificar retroactivamente la esclavitud porque llevó a los derechos humanos o los genocidios porque en última instancia empujaron hacia la descolonización? En contraste, para el marxista, la reconciliación hegeliana es con el error y con la locura misma, la cual incluye la dimensión ética y política de la historia. Se trata de asumir este carácter paradójico de la realidad y la historia.

Podemos ver entonces que la diferencia crucial entre las dos perspectivas consiste en que para la última el futuro es fundamentalmente abierto y resulta imposible garantizar un resultado, menos aún uno racional y feliz. Para Žižek, el famoso proceso dialéctico hegeliano no se resuelve en una síntesis superior, sino que inscribe una “precariedad y ambivalencia en toda forma de racionalidad”. Esto llanamente quiere decir que cualquier progreso conceptual que tengamos puede colapsar antes de realizarse y que, al mismo tiempo, emerge con su opuesto. El esloveno pone de ejemplo cómo el surgimiento de los derechos humanos también da lugar a las formas de esclavitud modernas. 

En este punto podemos pensar en el caso de Palestina: ¿No es esta precariedad y ambivalencia la que caracteriza el genocidio palestino por parte de Israel? El holocausto judío parecía haber dejado una lección a la humanidad que adquirió un sobresaliente reconocimiento histórico (reconocimiento que no han tenido otros genocidios de población no europea o no blanca). El resultado fue la creación de importantes instituciones destinadas a evitar otro episodio similar y la configuración de un imaginario social reivindicado de múltiples formas: jurídicas, económicas, políticas, artísticas. ¿No ha colapsado con las terribles muertes de miles de palestinos la enseñanza que supuestamente nos dejó el fascismo el siglo pasado? Paradójicamente, este ente colonial e invasor que es Israel se evidencia como su propia contradicción en su empeño de exterminio. 

Este ejemplo sostiene, lamentablemente, la tesis de un Hegel no progresivo, cuya negatividad da cuenta de que en realidad nunca estamos en un punto final, o tan siquiera mejor que el anterior, sino que siempre estamos en una situación precaria que no solo requiere una continua revisión de nuestros juicios y acciones sino que, de hecho, amenaza con la destrucción de cualquier progreso alcanzado. Un genocidio sostenido por más de dos años y el cinismo de la derecha capitalista e imperial que avanza a pasos agigantados por el mundo son evidencia de ello. Por tanto, de acuerdo con el marxista, la lección ética y política de Hegel es que no es suficiente criticar las normas potencialmente emancipatorias, sino que debemos estar alertas de que estas pueden y, en este caso, se han vuelto  justamente su opuesto: “La reconciliación reside solo en el hecho de resignarnos que la amenaza de destrucción es permanente, que es una condición positiva de nuestra libertad”. Pero, está claro, no todos somos igualmente libres. 

Profesora de la Universidad de Guadalajara


Lea, de la misma autora: Sobre la utilidad de la filosofía hoy


Edición: Estefanía Cardeña


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