Opinión
Johanna Martin Mardones
07/07/2025 | Mérida, Yucatán
Acostumbro a viajar a la ciudad de Mérida en México, desde hace varios años, y recorrer la Península Yucateca, haciendo mis residencias artísticas. La ciudad, reconocida en dos ocasiones, 2000 - 2017, como Capital Americana de la Cultura, me sedujo desde un principio y sólo reforzó mi sentir: la cultura se respira y se vive por todos lados. En una de esas estadías, tras una conversación con Andrés Silva Piotrowsky, coordinador editorial del Diario La Jornada Maya, comencé a colaborar con artículos en mi rol como artista visual e investigadora que, en general, reflexionan sobre la cultura local de la ciudad (exposiciones en museos y galerías). Desde entonces, ha sido una experiencia enriquecedora, como extranjera, colaborar como columnista para el diario Yucateco, que hoy celebra sus diez años, en el complejo entramado simbólico que encierra un objeto de carácter informativo-periodístico como espacio de comunicación y representación de la realidad, en el que el diario La Jornada Maya se ha ganado, en el constructo social, un espacio fundamental.
Estos diez años de trayectoria, son una invitación a reflexionar sobre el valor y la importancia y, especialmente, la responsabilidad de los medios de informar a la sociedad, reivindicando la labor del buen periodismo que trabaja en la construcción de una sociedad más reflexiva, crítica de sus procesos y, al mismo tiempo, más tolerante y respetuosa con la diversidad. En un momento histórico tan cambiante y bombardeado de información, el periodismo que comprometido informa, adquiere un valor trascendental. Permanecer, apropiarse e interpretar el contexto sociocultural con responsabilidad, representatividad y confianza; así como incluir, excluir y jerarquizar para informar a las audiencias, es una gran tarea en la que, desde la impresión y lo digital, resistiendo a una transformación brutal impuesta por los medios digitales, La Jornada Maya trabaja día a día. En este sentido, mantener el valor simbólico que trasciende su función informativa cuando, en ese contexto, se le otorga una carga tan relevante, es esencial poner el acento en aspectos como: la construcción de la memoria colectiva, contexto social e identidad de un territorio, representación de la sociedad, influencia en el quehacer y la opinión pública, legitimidad y credibilidad.
Como colaboradora, en mi rol crítico-reflexivo del acontecer cultural y artístico de Mérida, celebro como La Jornada Maya, silenciosa y consistente, en sólo diez años, ha colaborado en la construcción de la memoria histórica de toda una comunidad, en la identidad regional y en el relato colectivo que se construye en un diálogo permanente de retroalimentación, logrando representación, legitimidad y credibilidad ante sus lectores, aspectos tan relevantes en el entramado tejido social. Un buen ejemplo de ello son las ediciones especialmente dedicadas a celebraciones tan significativas como: la conmemoración ancestral que honra a los difuntos, reconocida mundialmente por el valor y el significado que encierra para los habitantes de México, que trasciende la particular forma de entender la relación con la muerte, vinculando tradición, cultura y comunidad, por citar sólo uno. Del mismo modo, la mirada del acontecer internacional, siempre presente de manera crítica, en todos los ámbitos y bajo distintas miradas, informa y dialoga con y en la comunidad en un debate que, en la discusión, siempre construye, buena mixtura entre una atractiva y diversa lectura con la necesaria urgencia de estar bien informado.
Reitero mi admiración por todo el equipo tras La Jornada Maya que creyeron, hace diez años, en el valor de informar más allá de cualquier dificultad, a los profesionales tras cada publicación que, con su constancia, hicieron posible su permanencia en el tiempo y que hoy estemos celebrando, con orgullo, una década dando espacio a opiniones e informando sobre política, cultura y deporte.
Edición: Emilio Gómez