Opinión
La Jornada
08/07/2025 | Ciudad de México
La cumbre del grupo BRICS, celebrada entre domingo y lunes en Río de Janeiro, concluyó ayer sus trabajos con grandes iniciativas en favor del medio ambiente y el bienestar de las personas más vulnerables. En el primer aspecto, los 11 países que integran el bloque se comprometieron a aprovechar su fortaleza económica y capacidad de innovación para demostrar que una acción climática ambiciosa puede impulsar la prosperidad y un futuro mejor para todos, mientras en el segundo tema acordaron el establecimiento de la Alianza BRICS para la eliminación de las enfermedades determinadas socialmente, aquellas que se asocian o proliferan por las condiciones de vida de la población, en particular en las regiones con mayores carencias. Este compromiso también incluye el fortalecimiento de la Organización Mundial de la Salud, uno de los muchos organismos multilaterales saboteados por el presidente estadunidense, Donald Trump, por no plegarse a su agenda de agresiones y desinformación.
El anfitrión del encuentro, Luiz Inácio Lula da Silva, ahondó las críticas expresadas previamente a un orden mundial que ignora las mayores urgencias de la humanidad, desde frenar el genocidio perpetrado por Israel contra el pueblo palestino hasta abordar más allá del discurso la crisis climática y el calentamiento global. Denunció que 60 empresas son responsables de 80 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono y que, sólo en el último año, los 65 bancos más grandes del mundo se comprometieron a aportar 869 mil millones de dólares al sector de los combustibles fósiles.
Se trata de asuntos de máxima gravedad y en los que el BRICS puede marcar una gran diferencia respecto a Occidente. Al respecto, es bien conocido el negacionismo climático de Trump y otros representantes de la ultraderecha, así como su determinación para desmantelar los ya insuficientes pasos que se habían dado para atajar la catástrofe. Sin embargo, quizás haya pasado desapercibido el viraje que tiene lugar en la Unión Europea, donde se mantiene una retórica ambientalista, pero en los hechos se han frenado las medidas de remediación del calentamiento global por el desvío de los recursos políticos y financieros a la guerra total de Occidente contra Rusia, que pelean los soldados ucranios. Asimismo, quizá la ciudadanía, expuesta a la propaganda de los grandes medios corporativos, no esté al tanto de los impresionantes avances de China en la materia: en 2019, el gigante asiático ya invertía el triple que Estados Unidos y la Unión Europea en energías renovables y en sólo cinco años más que duplicó su presupuesto en el rubro. En el mismo periodo, Washington y Bruselas apenas registraron un incremento de 50 por ciento, por lo que en 2024 Pekín invirtió el doble en energías renovables que los otros dos juntos. De hecho, el año pasado China instaló más capacidad de generación solar y eólica que el resto del planeta combinado.
No pueden obviarse los problemas internos de cada integrante del BRICS ni la heterogeneidad existente entre ellos, pero resulta esperanzador que los grandes temas que afectan a las personas de a pie se aborden en un foro que reúne a representantes de más de la mitad de la población mundial. Sobre todo, los acuerdos alcanzados en Brasil suponen un positivo contraste con los mensajes xenófobos, imperialistas, de violento unilateralismo y desbocada belicosidad que se emiten todos los días en Washington, Bruselas, Londres y Tel Aviv.
Desde México, se asiste a la paradoja de la cercanía del humanismo nacional impulsado desde el sexenio anterior con el mensaje del BRICS, al mismo tiempo que la realidad ancla al país a la esfera de influencia estadunidense. Aunque esta peculiaridad se origina en la colindancia geográfica con la superpotencia, no debe olvidarse que el nivel actual de integración, o dependencia, según se mire, con nuestro vecino del norte es producto de las decisiones tomadas hace más de tres décadas por los artífices del neoliberalismo mexicano, articulado por la derecha en clave de entreguismo servil a Washington.
En las circunstancias actuales, emprender un desacoplamiento del bloque económico norteamericano provocaría un incuantificable dolor humano por el colapso total de la producción y el empleo. Sin embargo, el trumpismo, con su desinhibición para chantajear hasta a sus más estrechos socios y aliados, constituye un recordatorio de que Estados Unidos nunca será un amigo y de que México necesita mirar hacia el sur si quiere construir una economía sostenible y garantizar su soberanía en el largo plazo.
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Edición: Estefanía Cardeña