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Foto: Gerardo Jaso

Anunciado a mediados de 2021 como un sistema integral de movilidad, el Va y Ven comenzó a operar en una ruta que durante muchos años fue un anhelo para la población usuaria del transporte público en Mérida: la circunvalación al anillo periférico de la capital yucateca. A los pocos meses, Yucatán fue testigo de una seria transformación urbana en nombre del espacio primero para los autobuses y luego para la conexión de la ciudad con la estación del Tren Maya. Para ello se dejó de escuchar a la ciudadanía y a la planeación.

En efecto, la construcción de las estaciones del ferrocarril en Teya y Umán brindó una oportunidad magnífica para crear la infraestructura para conectar ésta con el centro de Mérida, dando pie al Ie-Tram, publicitado como la primera ruta totalmente eléctrica y que une los municipios de Kanasín y Umán, atravesando a la ciudad blanca de oriente a surponiente. Para establecerla se arrasó con camellones centrales mientras que para el Va y Ven se crearon carriles confinados. Al mismo tiempo se eliminó buena parte del arbolado urbano, afectando a miles de peatones que dejaron de encontrar sombra en su camino habitual.

Desde el inicio de la actual gobierno estatal se hizo patente que la administración del transporte público es un asunto que no puede quedar al arbitrio de unos cuantos y que hay muchos intereses operando en torno al mismo, menos el del usuario. La semana pasada, los concesionarios del sistema anunciaron la reducción hasta en 50 por ciento de la operación de sus unidades si el gobierno no les paga un pretendido adeudo por kilómetro recorrido. En el diálogo se alcanzó el acuerdo de que esta disminución no se hiciera durante las horas pico, pero el pendiente sigue ahí.

En cuanto al gobierno, éste ha manifestado que heredó un sistema colapsado, financieramente inviable, mal diseñado y sin planificación técnica. Esto no quiere decir que la reforma al sistema de transporte era innecesaria. Al contrario, la primera ruta del Va y Ven era una exigencia; en cuanto al Ie-Tram, es un medio con mucho potencial si por sus estaciones se vieran más autobuses para interconexión rápida. El beneficio al usuario se encuentra en la misma categoría: está latente y depende de que se le coloque al centro del sistema.

No se trata únicamente de contar con vehículos modernos, menos contaminantes, más cómodos y accesibles a personas con alguna discapacidad, y que los conductores cuenten con mejor capacitación y estabilidad laboral. Se trata de la desconexión entre el sistema y la ciudad. Pongamos un par de ejemplos:

Para dotar al Ie-Tram de una vía hacia Teya fue necesario destinarle un carril exclusivo, a costa de kilómetros de camellón. Los vecinos de colonias como la Mayapán perdieron arbolado y de la noche a la mañana se encontraron con que su calle se había vuelto tan angosta que ahora resulta imposible estacionar su propio automóvil a las puertas de su casa sin arriesgarlo por lo menos a un raspón por parte de quienes por ahí circulan. Han visto disminuir su calidad de vida.

En otra zona, la avenida Pérez Ponce, los constructores decidieron desaparecer un medio centenar de hermosos flamboyanes. Incluso cortaron un vetusto “pich” o parota que por muchos años había sido la parada consuetudinaria para los usuarios de la ruta “Circuito Poniente”, quienes ahora deben guarecerse de los elementos bajo un techo metálico. Sobra mencionar que en este tramo son frecuentes las invasiones al carril exclusivo de los autobuses, lo que deja ver que la señalización no es la adecuada.

Punto y aparte merecen las quejas por fallas en las recargas a las tarjetas del  Va y Ven. Cuando al momento de abordar, el usuario es notificado de que ésta “no pasa” por falta de saldo, la percepción no es que algo falló, sino que alguien le está robando el dinero que emplea para acudir a la escuela, recoger a los hijos, llegar al centro de salud, en fin, cubrir una necesidad básica de desplazarse a un punto específico. Cuando los casos ya no son la excepción, sino la regla, las preguntas son dónde queda ese dinero y quién le responde al usuario.

Por lo visto, tanto en la implantación del sistema como en el juego de vencidas entre concesionarios y gobierno, el usuario y la ciudad han salido perdiendo; pero tanto el Va y Ven como las autoridades terminan cuestionados. Desde que una joven perciba que su integridad corre peligro a bordo de un autobús, al grado de romper el panorámico para escapar, hasta que una conductora le dé prioridad a grabar un Tik Tok por encima de los pasajeros, lo que está claro es que la tecnología sirve de poco cuando no se tiene al servicio como lo más importante.

Lea, de la misma columna: Tren Maya: entre las visiones de empresa

Edición: Fernando Sierra


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