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Una de carreteras ¿inútiles?

Noticias de otros tiempos
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Desde los albores de la civilización, la humanidad ha prestado atención a los caminos. El conocer las distancias entre dos ciudades, Siena y Alejandría, fue clave para que Eratóstenes determinara que la Tierra es redonda; los romanos fueron grandes constructores de vías que, se dice, conducían todas a la ciudad eterna; en América, los mayas conectaron sus urbes mediantes una red de caminos blancos. 

La existencia de un camino es el reconocimiento de que las personas se desplazan y a través de la historia lo han hecho a pie, a lomo de bestia o en carretas. El movimiento es parte de la naturaleza humana y seguramente así seguirá siendo por muchos años más.

Ahora, la palabra “carretera” viene del latín “carrus”, por lo que se entiende que los caminos que reciben ese nombre fueron originalmente para ser transitados por vehículos tirados por animales. Bueyes, caballos y mulas eran uncidos a un carro y entonces sí, a cargar personas, mercancías y pertenencias, incluso todo el ajuar de la casa era llevado de un punto a otro por estos caminos. Esto hasta que llegaron los automóviles y fue necesario diseñar y construir vías para ellos, pero esto fue apenas la centuria pasada.

Curiosamente, durante el siglo XIX se fortaleció otro medio de transporte: el ferrocarril. Llegó el momento en que éste fue sumamente popular, tanto para el traslado de personas como el de carga, y aparentemente llegó el punto en que se pensó en que las carreteras eran cosa del pasado.

Una pista de esto la encontramos en una nota editorial del Diario Yucateco, titulada “No son inútiles las carreteras”, la cual apareció publicada el 19 de febrero de 1909. 

El artículo en cuestión es un solo párrafo, tal vez porque no hubo una revisión editorial o alguien no supo separarlos en el linotipo. Lo interesante es que el periódico reconoce el descuido de las carreteras “que en pasados días fueron las principales vías de comunicaciones”, porque las regiones del estado “se encuentran servidas por ferrocarriles”.

El “descuido” resultaba comprensible: “toda vez que habiendo cesado la necesidad de erogar dispendios de tiempo y dinero en ellas, se ha creído y con razón más conveniente aplicar los esfuerzos que antes se consagraban a la conservación y reparación de los caminos, para otras preferentes atenciones”. En pocas palabras, la cobija presupuestal nunca fue suficiente como para atender las carreteras y esas otras necesidades, con todo y que Yucatán estaba considerado como el estado más rico del país para esa época.

El redactor indicaba que abandonar las carreteras era una equivocación “puesto que no todas las poblaciones y fincas del Estado tienen la suerte buena de encontrarse al borde de las vías férreas y, por otra parte, en ciertas circunstancias resulta más económico el transporte por carros que el servicio ferrocarrilero”. Y en seguida ampliaba: “Otra circunstancia también cabe tener en cuenta y es que hasta en las naciones europeas que indudablemente se encuentran más cruzadas por los ferrocarriles que nuestra región, últimamente se ha dedicado esmerada atención a las carreteras, en virtud del desarrollo que allí tiene el automovilismo”.

Aquí venía la advertencia de lo que sería el futuro. Para 1909, los automóviles eran una rareza, incluso eran contados quienes poseían uno; apenas unos meses antes, don Eusebio Escalante había conseguido importar un Ford Modelo T, el primer auto a gasolina que circuló por Mérida, aunque la ciudad contó con un reglamento de tránsito desde 1906. En adelante, seguía el Diario Yucateco, la competencia entre los automotores y el ferrocarril beneficiaría al público: “creemos que entre las mejoras y economías que paulatinamente pueden ir adoptando nuestros hacendados para conseguir el ideal de producir más barato con los menores gastos posibles, quizás tendría lugar la adopción de carros automóviles para el transporte de pencas de henequén y de las pacas ya elaboradas, suprimiéndose así la costosa instalación de rieles y el sostenimiento de bestias de tiro”.

En esto, el Diario sí se encontraba muy adelantado para la época. La Carretera Panamericana fue planteada hasta 1923, y para entonces el gobierno de Felipe Carrillo Puerto ya había iniciado la construcción de carreteras diseñadas para los automóviles en varias partes de Yucatán; pero eso es materia de otras notas, y otros tiempos.





Edición: Estefanía Cardeña


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