Cuando se trabaja con material esquelético tanto de poblaciones del pasado, así como en casos forenses con propósitos de identificación humana, los primeros estudios que se llevan a cabo son para definir el perfil biológico de los individuos, es decir, analizar sus huesos para conocer su procedencia, su sexo biológico, la edad en el momento de su muerte y la estatura que alcanzó en vida entre otros datos.
Es así, que con el objetivo de responder a la pregunta de que, si un determinado esqueleto corresponde a un individuo de sexo femenino o de sexo masculino, se han desarrollado, probado y aplicado diferentes métodos; los morfológicos que utilizan las diferencias en la forma de los distintos huesos y los métodos métricos, que toman mediciones que permiten distinguir entre femeninos y masculinos. Para ello se han utilizado los huesos de diferentes partes del cuerpo desde los huesos del cráneo, los huesos de los brazos, las piernas, las costillas, la pelvis, los huesos de la mano y los del pie y hasta los huesecillos del oído (yunque, martillo y estribo), cabe decir que estos últimos son los más pequeños del cuerpo, apenas de unos cuantos milímetros.
En relación a esta primera pregunta sobre las diferencias entre unos y otros, podemos decir que todos los huesos del cuerpo (los 206 de nuestro esqueleto) presentan diferencias entre los sexos, en general los huesos de los hombres son de mayor tamaño, más pesados, robustos y presentan rugosidades mayores en el lugar de las inserciones musculares a diferencia de los de las mujeres que en promedio son de menor tamaño, más gráciles, pesan menos y presentan huellas de inserción muscular menos marcadas. Sin embargo, no basta con un conocimiento general de estas diferencias, es fundamental conocerlas detalladamente; ¿en que difiere un esqueleto femenino de uno masculino?, ¿las diferencias son iguales en todos los huesos del cuerpo? ¿se presenta de forma semejante entre todas las poblaciones, y finalmente ¿se presenta de igual manera en las diferentes edades?
A pesar de que todas las regiones del esqueleto son dimórficas (diferentes formas entre los huesos), los huesos que muestran mayores diferencias sexuales son; el cráneo, la mandíbula y la pelvis.
Mencionaré algunos de los rasgos morfológicos del cráneo. Los hombres presentan los bordes superiores de las orbitas redondeadas mientras que las mujeres los tienen aguzados o filosos, es decir se siente como el bisel parecido al de un cuchillo. En el espacio que se encuentra en medio de las orbitas hay una protuberancia o abultamiento denominado glabela que en los hombres es de mayor tamaño en comparación al que se presenta en las mujeres. En la parte posterior del cráneo, en el hueso occipital, existen las crestas nucales donde se insertan varios músculos que permiten mover la cabeza hacia arriba, hacia abajo, así como el movimiento de rotación; todos estos grupos de músculos involucrados en estos movimientos dejan huella en los huesos, esta es de mayor tamaño y rugosidad en los hombres en comparación a la que se presenta en las mujeres.
Por otro lado, la mandíbula en los hombres muestra una rama ascendente ancha y en ángulo recto, con un mentón cuadrado, en tanto, que las mujeres tienen la rama ascendente delgada y presentan un ángulo obtuso, con el mentón redondeado o puntiagudo.
La otra región del esqueleto en donde se notan ampliamente los contrastes entre los individuos masculinos y los individuos femeninos es la pelvis, conformada por 3 huesos; dos coxales (uno derecho y el otro izquierdo) y un sacro. Uno de los métodos más efectivos es la evaluación de tres características del coxal, hay que puntualizar que este método sólo se puede aplicar cuando se preservan las regiones donde se ubican estos 3 rasgos, si falta alguno de ellos, no es posible aplicarlo. Los rasgos son: el arco ventral que aparece sólo en las mujeres, mientras que en los hombres se encuentra ausente, la concavidad subpúbica que se presenta exclusivamente en las mujeres y el último es la forma de la rama isquiopúbica, la cual es delgada en la parte media en el grupo femenino, mientras que en los individuos de sexo masculino es ancha o gruesa. Existen también otras formas que pueden ayudarnos a distinguir un sexo de otro, como es la escotadura ciática mayor que en las mujeres es amplia, mientras que en los hombres es estrecha.
Hasta aquí los métodos que se basan en formas distintivas, pero también se cuenta con métodos que toman en consideración las dimensiones cuantificadas métricamente de los huesos, a estos se les denomina métodos métricos y se refieren a fórmulas que a partir del tamaño, volumen y magnitud de los huesos se puede conocer el sexo biológico del sujeto al que perteneció dicho hueso que necesitamos identificar. También, es preciso mencionar que existen fórmulas para determinar el sexo de pertenencia a través de las dimensiones esqueléticas para casi la totalidad de los huesos que constituyen nuestro sistema óseo.
Martha Pimienta Merlín es antropóloga física del Centro INAH-Yucatán
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social
Edición: Fernando Sierra