Opinión
Felipe Escalante Tió
07/08/2025 | Mérida, Yucatán
Nada como la vecindad para tener la historia de una prolongada rivalidad, y si añadimos el parentesco, es altamente probable que tengamos episodios dramáticos y también cómicos. Ya desde la Biblia, en el Génesis, se narra cómo la relación entre los hermanos Caín y Abel termina en un crimen; pero también tenemos la de Esaú y Jacob, que vivieron disputándose la primogenitura.
Tendríamos que irnos hasta los tiempos coloniales para saber desde cuándo existe la ojeriza entre meridianos y campechanos. Lo cierto es que por lo menos desde el establecimiento de Campeche como estado, en 1863, la rivalidad con los yucatecos se ha expresado de distintas formas; desde chistes mutuos -muchos de ellos muy malos -y el tradicional enfrentamiento deportivo entre Piratas y Leones, en los respectivos campos de beisbol.
Uno de los aspectos menos explorados de esta rivalidad es el de la política. Para los yucatecos en particular, la mera insinuación de que un candidato no es “yucateco viejo” para echar a andar una maquinaria que no necesita mucho para ser puesta en marcha, y se emprende una campaña para descalificar a esta persona por su origen foráneo; pero si es “campechano”, la burla es puntual.
Un ejemplo de esto lo encontramos en El Chiuoh. Semanario político -guasón, una revista de campaña que llevaba por lema “Se paga pero no se vende”, que apareció en 1917, a los pocos días de haberse promulgado la Constitución que se encuentra vigente hasta hoy día.
El título del semanario hace referencia a la tarántula, aunque se ignora el motivo por el cual se le impuso ese nombre. De su director, posiblemente estemos ante un seudónimo, pues firma Juan P. Mex.
Ahora, El Chiuoh fue una publicación de campaña. La entrada en vigor de la Constitución promulgada en Querétaro fue, para los yucatecos, sinónimo del final, por un lado, del gobierno del general Salvador Alvarado, quien quedó impedido para competir por la gubernatura, y por otro, del control de la prensa instaurado durante el breve mandato de Eleuterio Ávila, por lo que ya no fue necesaria la autorización del Ejecutivo estatal para publicar un periódico.
Sin embargo, El Chiuoh quedó como testimonio del rompimiento que se dio entre los propios revolucionarios, pues su “víctima” fue el coronel Bernardino Mena Brito, quien contó con el respaldo del presidente Venustiano Carranza para lanzar su candidatura a través del Partido Liberal Yucateco y presentarse a las elecciones que serían en noviembre de ese año, contra el abanderado del Partido Socialista: Carlos Castro Morales.
En su tercera entrega, correspondiente al 17 de febrero de 1917, El Chiuoh publicó un texto titulado “El estado de Belito”, el cual fue firmado por un tal Pintamonas y parece un guión de teatro, pero se presenta a Mena Brito como un yucateco “por accidente” que justifica su candidatura con esa circunstancia, pero también se le pinta como un bobo y megalómano, que no puede dar cuenta de su estado, ni de sus generales cuando se encuentra frente a un juez:
¿Cuáles son las generales de usted?, pregunta el Juez a Belito.
¿Generales? Aún no soy General; pero poco me falta, contesta.
Me refiero a su profesión, edad, casado, etc.
¡Ah! Bueno; pues soy de profesión, militar; edad, la de Cristo; estado… de Yucatán.
A ver si deja usted de ser guasón. Dígame cuál es su estado.
Señor, ya se lo he dicho. Soy hijo de campechano y crecí y me eduqué en Campeche; pero como nací accidentalmente en Halachó, soy yucateco. Precisamente en esto me fundo para aspirar al Gobierno de Yucatán. Porque sabrá usted que yo soy un hombrecito que no quiere otra cosa que hacer la felicidad de este estado; porque sabrá usted que yo tengo muy buenas digestiones; porque sabrá usted que yo…
Notoriamente incómodo, el juez replica a “Belito” que conteste si por su estado, pues no le importa que sea de Yucatán y, en cambio, indique si es casado o soltero. De nuevo, como si se tratara de una tanda escenificada, la respuesta mueve a la risa: “Soy soltero; pero conste que soy de Yucatán. Pido que así se escriba, porque si a usted no le importa, a mí sí, y mucho”.
Luego, el inculpado “Belito” indica que aunque es militar, se encuentra descansando y se entretiene “en pegar tiros a los que no piensen como yo; es decir, a los que no me quieran para Gobernador, porque ha de saber usted que yo nací en un pueblo de Yucatán [...]”. Esta insistencia en afirmarse yucateco es la justificación no pedida, pero aún faltarían más pretendidas “metidas de pata” por parte del coronel, en la ficticia comparecencia judicial. Tal vez habría sido un magnífico influencer.
Apenas unos 16 meses antes, Mena Brito había sido presentado a los yucatecos como un Revolucionario, a través de las páginas de La Voz de la Revolución, pero fue notorio que Alvarado, a pesar de lo polémico de su gobierno, había conseguido alianzas más fuertes en Yucatán que las que pudo construir el presidente Carranza, y que machacar el origen campechano del coronel resultó un discurso muy fuerte; tanto que se siguió utilizando hasta años muy recientes y en cualquier momento podría resurgir, pero eso es materia de otras notas, y otros tiempos.
Edición: Estefanía Cardeña