Opinión
Margarita Robleda Moguel
10/08/2025 | Mérida, Yucatán
¿De nuestras enseñanzas desde la infancia, una y mil veces con el: “Dile al señor que no estoy?” Y sigues sin estar, porque hoy en día, en la soledad juvenil, encerrados en sus habitaciones, la IA (Inteligencia Artificial) ha llegado a ocupar un espacio emocional que antes era nuestro.
Salir de la pandemia fue caótico, nos vimos obligados a hablarnos cara a cara sin pantallas, nos tomó tiempo quitarnos el tapabocas que nos protegía del juicio ajeno, según nosotros, y nos encontramos con un lenguaje tan pobre que no nos permitía comprender infinidad de palabras y sobre todo, con una gran inseguridad para relacionarnos, situación que, en algunos países europeos, han hecho incluir en el app de Uber la petición de restringir la plática.
¿Le gustaré? ¿Cómo lo conquisto? ¿Cómo se cuenta un chiste? Si dejamos que la IA supla ese aprendizaje, qué, como dice mi amiga la psicóloga Abigail Interian: “solo se aprende a andar en bicicleta, andando; experimentando encontraremos nuestro equilibrio”. Las preguntas se hacen con los amigos, con los padres, con el apoyo de un especialista, nunca con una maquina que a final de cuentas no sabes, a la larga, cual es el objetivo de su programación.
¿Dónde quedaron los papás? ¿Los abuelos? ¿La familia? Con dolor veo que algunos de los vaticinios que hice hace más de un cuarto de siglo se están cumpliendo. Desde los tiempos en los que reinaba la televisión solía decir: “toca apagar la televisión y encender a la familia”. Al principio esta presidia la sala familiar, la ventaja era que teníamos que comunicarnos para ponernos de acuerdo para elegir un programa, ya sea novelas, futbol o musicales; convivir mientras comentábamos sobre el Chavo y su vecindad, entre otros. Después, en algún momento de bonanza, llenamos las recamaras de teles, al igual que una más pequeña en la cocina. Cada quien podía ver el programa que más le interesaba y, además, presumir la fortuna de tener tantas en casa.
Aun así, en esa época, había esperanza. No teníamos celulares y durante las comidas, podíamos platicar en la mesa con el de junto, en lugar de hacerlo con el que estaba lejos; contar aventuras y penas, chismes de vecinos o historias familiares. Llegaron las video caseteras y las ciudad y pueblos se llenaron de videoclubes para la renta de videos, hasta que llegó Blockbuster y cada fin de semana íbamos a rentar los videos por el gusto de mirarlos en familia, con charritos y refrescos, luego llegó la televisión en cable, que lo sacó de la jugada y estamos en era Netflix, en lucha feroz por mantenernos aislados y encantados.
Poco a poco el celular se fue colando en nuestras vidas, desconectándonos del mundo y sobre todo de nosotros mismos. Qué lejos estamos de aquellos tiempos en los que, a las cinco de la tarde, la gente sacaba su mecedora a la puerta de sus casas para ver pasar y saludar a los vecinos. Una vez que escuché a mi papá gritarle a una pareja mayor un: “Adiós, don Unaitooooo”, recibiendo un “Adióooos, como respuesta gozosa”. ¿Los conoces? -pregunté. “No, me respondió sonriente, pero ya les di tema de platica: ¿será fulanito, será perenganito”?
¿Qué piensan los jóvenes? ¿Con quien se desahogan? Para muchos de ellos, sobreprotegidos, incapaces de enfrentar retos ni asumir consecuencias, es un consuelo tener a la IA siempre dispuesta a platicar, que los escucha con atención, los alienta, que no los regaña ni presiona.
Comencé a escribir mi texto semanal de La Jornada Maya con mucha preocupación. Hay noticias de miles de jóvenes inseguros consultando todo a su confidente IA, incluso cómo terminar un noviazgo, pero hoy en Radio Formula con José Luis Preciado, Raúl Lugo, experto en noticias tecnológicas, nos dijo que, ante los reclamos, cancelaron la programación de “consejera” en la IA, en su lugar, ésta, invitará a buscar ayuda especializada.
El “Flautista de Hamelin”, se cuela en mi memoria. ¡Cuidado! Si descuidamos el acompañamiento a nuestros cachorros, puede que llegue un día en el que despertemos para descubrir que algo, mucho más inteligente que nosotros, se los llevó. Que no nos tome por sorpresa, urge descubrir en qué momento perdimos la capacidad de conectarnos con ellos y resetearnos para volverlo a intentar.
@mrobleda
Edición: Fernando Sierra