Opinión
La Jornada
19/09/2025 | Ciudad de México
Hoy se cumplen 41 años desde que llegó a los lectores el primer ejemplar de La Jornada, así como cuatro décadas del sismo que arrasó la Ciudad de México y, al hacerlo, catalizó las luchas populares por la democratización, el combate a la corrupción, la vigencia real de los derechos humanos y sociales y la rendición de cuentas de las autoridades. Con la perspectiva que brinda el paso del tiempo, es posible trazar los vínculos entre el nacimiento de esta casa editorial y el movimiento telúrico ocurrido 365 días después: si la devastación del 19 de septiembre de 1985 supuso un golpe material y un enorme desafío a un proyecto periodístico que daba sus primeros pasos, también fue la ocasión para que las y los jornaleros mostraran su compromiso irreductible de informar con veracidad a la sociedad mexicana incluso en las situaciones más adversas.
Esa temprana prueba reafirmó el carácter de La Jornada como un medio que nació de la aspiración de periodistas, intelectuales, académicos, sindicalistas, luchadores sociales, sobrevivientes de la violencia de Estado, amas de casa y otros grupos por contar con una plataforma que les diera voz en tiempos en que la práctica totalidad de la prensa era controlada desde las oficinas gubernamentales y los despachos de los magnates. Y es dicha conexión con un sector plural y crítico de la ciudadanía lo que ha permitido llegar al 41 aniversario a un diario que, a todas las dificultades enfrentadas por los medios de comunicación tradicionales en la era digital, suma la de una independencia que lo mantiene al margen de los flujos publicitarios que exigen sacrificar la integridad en aras del lucro o de la mera subsistencia.
Los acontecimientos que enmarcan este cumpleaños son, cuando menos, agridulces. Mientras en México se vive ya el séptimo año de un proyecto de nación que busca, con sus falencias y contradicciones, recuperar la soberanía y poner fin a los estropicios de la noche neoliberal, a nivel global asistimos a la época más oscura de la historia para el oficio de informar: en 22 meses, el régimen sionista que gobierna Israel ha asesinado a alrededor de 220 periodistas en Gaza y otras regiones sobre las que extiende su manto de muerte, lo que supone la mayor masacre de comunicadores en cualquier conflicto. En los casi dos años de horror desde que Tel Aviv emprendió la actual etapa de exterminio contra el pueblo palestino, La Jornada ha estado entre los contados medios que llaman a los crímenes por su nombre y no se vuelve cómplice, por la vía del eufemismo, del afán genocida.
Al mismo tiempo, en Estados Unidos el trumpismo avanza imparable en su campaña para silenciar a las voces críticas, logrando que poderosos conglomerados modifiquen su línea editorial, implementen la autocensura sistemática y despidan a los reporteros, editores, presentadores y hasta comediantes que incomodan a la ultraderecha.
En este contexto, se muestra más necesaria que nunca la labor de las y los jornaleros, consistente en entregar todos los días información veraz y guiada por la explícita convicción de acompañar los procesos de búsqueda de la justicia social, la soberanía nacional, una sociedad más libre y un poder público leal a su mandato. Esos principios han sostenido a La Jornada, y con ellos seguirá trabajando para los lectores que le dan su razón de ser.
Edición: Ana Ordaz