Opinión
Antar Mijail Pérez Botello
29/09/2025 | Mérida, Yucatán
Durante mucho tiempo, el fondo del mar fue una frontera inexplorada, un abismo donde la luz no entra y donde, se pensaba, la vida era casi inexistente. Sin embargo, en las últimas décadas, las profundidades marinas han revelado ser un universo complejo, dinámico y sorprendentemente vivo.
Las zonas profundas del océano, por debajo de los 500 metros, contienen algunos de los paisajes menos conocidos del planeta: escarpes, llanuras abisales y montañas submarinas que rivalizan con los Alpes en altura.
A escala global, las montañas submarinas son uno de los hábitats más abundantes del océano profundo. Se estima que existen más de 100 mil montañas que superan los mil metros de altura. Estas estructuras emergen desde las profundidades y son verdaderos oasis de vida, modificando las corrientes marinas, concentrando nutrientes y atrayendo peces, esponjas, corales de aguas frías, así como magníficos cetáceos.
Las llanuras abisales cubren más de 50 por ciento de la superficie terrestre, aunque irónicamente siguen siendo uno de los ecosistemas menos explorados. En estas vastas llanuras oscuras, organismos como pepinos de mar, poliquetos, isópodos gigantes y peces bioluminiscentes sobreviven gracias a una lluvia constante de materia orgánica que desciende desde la superficie, conocida como "nieve marina".
Los escarpes submarinos, acantilados y fallas tectónicas en el lecho marino, conforman zonas de alta diversidad y alto endemismo donde habitan formas de vida que no están presentes en ningún otro sitio del planeta.
En el Golfo de México, a más de 3 mil metros de profundidad, el Cañón de Sigsbee y el Escarpe de Florida albergan montañas submarinas, llanuras abisales y una compleja red de escarpes. Investigaciones recientes con vehículos operados remotamente, en colaboración con NOAA, han revelado hábitats únicos en los escarpes del Banco de Campeche y el Monte Chapopote, donde se documenta la presencia de corales de aguas frías como Lophelia pertusa, esponjas carnívoras y especies nuevas para la ciencia.
El Monte Chapopote, ubicado a 3 mil metros de profundidad, presenta depósitos de asfalto sólido donde prospera una comunidad altamente adaptada. Los mejillones del género Bathymodiolus viven en simbiosis con bacterias capaces de metabolizar metano o azufre, generando alimento en completa oscuridad mediante quimiosíntesis, análogo a la fotosíntesis pero sin necesidad de luz solar.
Foto: Oceana
Los ecosistemas profundos del Golfo enfrentan amenazas crecientes: exploración petrolera, minería submarina incipiente y contaminación por plásticos que viajan miles de kilómetros antes de sedimentar en los fondos marinos. A pesar de su lejanía, estas zonas están interconectadas con las costas: las corrientes que cruzan las montañas submarinas del Banco de Campeche nutren también las pesquerías costeras.
La conservación de estos espacios requiere visión de largo plazo y participación comunitaria. Las comunidades pescadoras, con saberes tradicionales y profundo conocimiento del mar, pueden convertirse en aliadas clave para vigilar, reportar y defender estos paisajes sumergidos. ¿Cómo protegemos un universo que apenas comenzamos a conocer? ¿Qué papel juega el océano profundo en nuestra propia supervivencia costera?
*Dr. Antar Mijail Pérez Botello es Especialista en Ciencia de Oceana en México
Edición: Estefanía Cardeña