Opinión
Julio Hernández López
30/09/2025 | Ciudad de México
Cambio en lucha anticrimen
A un año de su toma de posesión, la presidenta Claudia Sheinbaum sigue manteniendo los esquemas de operación política derivados tanto de la competencia entre precandidaturas presidenciales morenistas, a las que el antecesor instruyó darles posiciones relevantes en el siguiente sexenio, como de nombramientos, en el gabinete y en otros ámbitos, que ha hecho como una forma de compartir el proyecto de continuidad de la llamada Cuarta Transformación.
El primer año de gobierno ha estado marcado por las presiones arancelarias de Donald Trump y la exigencia de acciones contundentes contra el crimen organizado en México, como si sólo otros países fueran culpables del narcotráfico que surte a ávidos consumidores en Estados Unidos y deja ganancias económicas sistémicas (apenas ayer la DEA anunció la detención de más de 600 narcos en Estados Unidos, en una especie de confirmación oficial de lo publicado por Jesús Esquivel en su reciente libro, Los cárteles gringos).
La presidenta Sheinbaum, en ese mar picado, ha mantenido una alta popularidad, según diversas encuestas de opinión, y ha cuidado la unidad del movimiento político y social del que proviene. A pesar de las constantes exhortaciones divisorias que le plantean desde flancos opositores, permanece discursivamente fiel a los principios de la llamada Cuarta Transformación y del líder fundador, Andrés Manuel López Obrador.
En los hechos ha ido dando giros que toman distancia de algunos postulados obradoristas. El más notable ha sido en materia de combate a los cárteles, pues ha pasado a una fase sumamente activa, que sin mayores palabras establece una diferenciación notable respecto al sexenio anterior. Con Omar García Harfuch como operador policiaco y político (varias de las acciones del jefe policiaco han tenido y tienen intencionalidad política superior) se ha restablecido la cooperación con agencias de Estados Unidos, que el antecesor repudiaba.
Otro giro tiene como principales figuras a Marcelo Ebrard (negociador cedente de nuevos arreglos comerciales con Estados Unidos) y a Altagracia Gómez (coordinadora de alegres beneficios a empresarios), con tendido de alfombra a capitales extranjeros y reversa fáctica a algunos planteamientos que logró establecer el ex presidente (los “polos de desarrollo” como ofrenda guinda al neoliberalismo).
Muy cohesionado en las apariencias el poder 4T (gobernadores, gabinete, legisladores, Palenque y Palacio Nacional), e impotente a veces hasta niveles tragicómicos la oposición (Alito y su larga cola, Verástegui y sus rezos de rosarios y Salinas Pliego y sus deudas como aspirantes a algo cercano a un liderazgo), la batalla verdadera se da en un partido interescuadras.
La pelea real es interna
No es entre buenos y malos, pues en ambos bandos hay suficientes elementos calificables en cualquiera de las dos categorías mencionadas. La pelea es entre la funcionalidad sexenal (el claudismo o algo parecido a esto) y la persistencia transexenal (el obradorismo que mantiene cuotas de poder condicionante).
Casos de senador y almirante
Los casos de Adán Augusto López Hernández y Rafael Ojeda Durán son indicativos. El claudismo necesita quitar al senador tabasqueño (y al diputado federal zacatecano) del control de las cámaras, para así asentar el poder sexenal en curso. También requiere demostrar a los mandos militares que la PresidenciA es la que manda, así que un ex secretario almirante y sus sobrinos políticos contrabandistas de combustible bien sirven a ese propósito. Termina el primer año, ya se verá cuánto avanza el claudismo en su consolidación.
Y, mientras Ricardo Monreal ha declarado su respeto y solidaridad a Adán Augusto López Hernández (aunque en el pasado han tenido secos enfrentamientos, con mutuas acusaciones de actos de corrupción nunca aclarados ni sancionados), ¡hasta mañana, con Ricardo Salinas Pliego, en plena desesperación, dando entrevistas en aberrante modo “opositor” a Fox News!
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Edición: Ana Ordaz