Opinión
Carlos Alberto Gálvez Valencia
21/10/2025 | Mérida, Yucatán
La creación de modelos 3D combina distintas tecnologías, como el escaneo LiDAR y la fotogrametría, junto con su procesamiento en un software especializado, donde se limpian, alinean y texturizan las imágenes. El resultado son réplicas digitales muy precisas de piezas y espacios. Estos “gemelos digitales” incluyen metadatos y pasan por controles de calidad, lo que permite usarlos para medir, comparar y visualizar el patrimonio sin poner en riesgo los originales.
A partir de estos modelos es posible construir una historia visual y tridimensional del estado de conservación. Al realizar levantamientos periódicos, se pueden comparar los “antes y después”, detectar microfisuras, desprendimientos, deformaciones o pérdidas de volumen y cuantificar cambios con precisión. De esta manera, los diagnósticos dejan de ser solo descripciones generales y se convierten en herramientas medibles que ayudan a definir prioridades, justificar presupuestos y dar seguimiento técnico a cada decisión.
En la planeación de conservación y restauración, los modelos 3D sirven para calcular áreas y volúmenes a intervenir, optimizar sistemas de soporte y evaluar riesgos sin someter a estrés al original. Funcionan, además, como plano común para equipos interdisciplinarios: restauradores, ingenieros, arqueólogos, historiadores del arte y gestores que observan la misma evidencia, disminuyen ambigüedades y acuerdan estrategias con base técnica compartida.
Los ejemplos en Yucatán muestran el alcance de esta tecnología. En el cañón de la ex Aduana de Sisal, el modelado 3D permite mapear zonas con corrosión o pérdida de material, planear su estabilización y proponer sistemas de soporte adecuados. En el caso del ancla histórica de Progreso, el registro digital ayuda a evaluar la presencia de sales en la superficie, analizar los puntos de carga y definir una forma segura de exhibición. En los mascarones de Acanceh, los modelos de alta resolución revelan levantamientos del estuco y restos de policromía, lo que orienta intervenciones muy precisas y controladas. La comparación entre modelos facilita medir el volumen del material desplazado, ubicar las zonas inestables y planear apuntalamientos o confinamientos preventivos.
Finalmente, la digitalización también abre nuevas formas de compartir el patrimonio. Los modelos 3D pueden incorporarse en visualizadores web, recorridos virtuales o materiales educativos, lo que permite acercar estas piezas a la sociedad sin poner en riesgo los originales ni depender de las restricciones de aforo o clima.
En conjunto, la modelación 3D, a partir de tecnologías como LiDAR y fotogrametría procesadas en un software especializado, convierte la documentación en conocimiento útil para la conservación y en un puente digital que conecta el presente con el futuro del patrimonio cultural de Yucatán.
En el fondo, la tecnología no solo sirve para conservar objetos o medir su deterioro, sino también para voltear al pasado desde nuevas perspectivas. Cada modelo tridimensional, es una nueva forma de diálogo entre tiempos: un pasado que dejó huella en la piedra, en un metal o en una cerámica, y el presente que busca entenderlo sin fracturarlo. Ese va y ven entre lo que fue y lo que somos, es en esencia, el trabajo de la antropología: tender puentes entre tiempos, entre saberes y generaciones, para seguir contando historias que nos ayudan a conocernos mejor.
Carlos Alberto Gálvez Valencia es restaurador del Centro INAH-Yucatán.
Coordinadora editorial de la columna.
María del Carmen Castillo Cisneros, antropóloga social del Centro INAH Yucatán
Edición: Ana Ordaz