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Foto: Ayuntamiento de Cozumel

La corrida de toros es una parte fundamental de las fiestas patronales en muchas comunidades mayas. En Quintana Roo, los mayas que pertenecen a algún centro ceremonial celebran una versión muy particular conocida como la corrida con wakax che’. Los centros ceremoniales, o santuarios, son espacios que resguardan imágenes sagradas, especialmente la de la Santa Cruz. En estos lugares, la corrida se realiza dentro del ruedo, una estructura rectangular construida con tablas de madera. Para “gustar” u observar la corrida, la gente se pone de pie fuera del ruedo o se sienta en la madera más alta de la estructura, en tanto que a las personas principales o con cargos se les reservan sillas en un espacio afuera del ruedo.

Todas las tardes durante las fiestas se celebran corridas de toros. Por lo general, los diputados o encargados del festejo alquilan novillos. Sin embargo, en Tixcacal Guardia siempre se realiza al menos una corrida con wakax che’, considerada la más divertida, como pudimos comprobar hace algunos años durante una de las celebraciones en honor a la Santa Cruz.

El wakax che’ es un toro hecho con bejucos y madera. Dentro de su estructura se coloca una persona que lo sostiene con tirantes; al frente se amarran cuernos verdaderos y en la parte trasera se coloca una soga a modo de cola. Con este toro de madera se representa una corrida en la que los mayas del santuario interpretan a vaqueros, toreros, mayoles y “toros”. Antes de iniciar, las autoridades del centro ceremonial, los encargados de la fiesta y los participantes en la corrida entran a la iglesia para ofrecer el wakax che’ a la Santa Cruz. Luego se dirigen al ruedo para marcar el espacio ritual. El grupo entra con música, da una vuelta alrededor del ya’ax che’ o ceiba —plantada en el centro del ruedo— y sale nuevamente. Finalmente, se “revientan” voladores para anunciar que la corrida está por comenzar.

El mayol, quien dirige la corrida, da la orden de despejar el ruedo. Entonces, varios vaqueros a pie entran arreando al “toro” y lo amarran a la ceiba en el centro. Cuando el torero entra al ruedo, sueltan al “toro”; los vaqueros muestran su destreza y el torero su valentía, todo acompañado de música y risas del público. A veces, la persona que hace de torero interpreta a una “mujer” y porta vestido (aunque no hipil), lleva mucho maquillaje y, durante la faena, provoca al toro mostrando los glúteos o el pecho, lo que causa gran diversión entre la concurrencia.



Foto: Wakax che', Villa Rojas, 1987


Cuando el mayol nota que el “toro” está cansado, ordena a los vaqueros sacarlo y meter a otro, es decir, cambiar a la persona que representa al toro. Este relevo no es sencillo: los vaqueros deben lazar al toro, pero este suele esquivar la soga o intentar cornearlos, lo que obliga a los toreros a salir de sus burladeros para distraerlo y ayudar en la tarea. A veces, el toro logra escapar del ruedo, causando que el público corra a refugiarse mientras ríe por la escena. Una vez que el toro es lazado, se le amarra a la ceiba, lo que marca el cambio. La persona que carga la estructura de madera la entrega a otra, quien toma su lugar como toro. Durante la corrida suelen hacerse entre cinco y seis de estos cambios.

La corrida termina cuando las personas con cargo vuelven a entrar al ruedo y, junto con toreros, vaqueros, “toros”, el mayol y los músicos, rodean la ceiba mientras tocan y dan vueltas a su alrededor. Al salir, el grupo se dirige nuevamente a la iglesia para rezar y agradecer a la Santa Cruz por el buen desarrollo de la corrida con wakax che’. Aunque esta corrida es muy divertida, mantiene un profundo sentido religioso, pues se ofrece al santo en celebración, y quienes participan —toreros, “toros” y vaqueros, principalmente— lo hacen como promesa a la Santa Cruz.

Aunque las corridas fueron impuestas durante la época colonial, los mayas las adaptaron y reinterpretaron. El toro de madera, al parecer, surgió cuando faltaba dinero para alquilar novillos, aunque también pudo originarse por el aislamiento que vivieron los mayas de Quintana Roo durante la llamada Guerra de Castas. Un abuelo maya comenta que esta práctica se mantiene “para no olvidar la tradición”, reconociendo al wakax che’ como parte de su cultura y destacando la importancia de preservarla.

Teresa Quiñones Vega es antropóloga social del Centro INAH Yucatán

Coordinadora editorial de la columna: 
María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social




Edición: Estefanía Cardeña


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