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Foto: Patricia Balam

Patricia Balam

Una forma de mantener vivo el recuerdo de las personas “fallecidas” son los rituales funerarios. A través de ellos se expresa la riqueza cultural de una de las manifestaciones más sublimes de nuestras comunidades y ciudades en la península de Yucatán. Así, se sabe que todo el mes de noviembre las almas de los fallecidos (pixano’ob en lengua maya) retornan a este plano terrenal en un hermoso momento de nostalgia, de recuerdo, de honra y de celebración de la vida misma. 

Se considera que la muerte es continuación de otro camino, un sendero de ida y retorno, donde el alma “pixán” transitará sin cuerpo físico. En modalidad de viento, de esencia sutil, el alma se dirigirá a un lugar desconocido por nosotros, a algún lugar designado por la deidad máxima, autora de la creación del universo. Cuando alguien fallece, transcurrirá un tiempo en el que el alma pueda abandonar con totalidad este plano. Entonces se le harán rezos periódicamente: a los tres días de fallecido, a la semana, al mes, a los tres meses, seis meses y al año para despedirlo gradualmente. La periodicidad puede variar dependiendo de cada familia. Al cabo de un año de rituales continuos, el alma –ya integrada al plano de las esencias sutiles– tendrá ya “el permiso de Dios” para su retorno y encuentro con los familiares que poseen cuerpo físico y con otras almas amigas y familiares. Este retorno se expresa en un ritual denominado Janal Pixán (comida de ánimas) aunque en las comunidades se conoce como “ la mesa para los difuntos” o “la mesa para los finados”.

Las rezadoras de los pueblos o la rezadora de la familia prepararán sus cantos para que desde la lejanía las almas puedan dirigirse hacia la casa donde se les espera. La familia confeccionará las comidas con caldo el día 1 o 2 de noviembre (para los niños y adultos respectivamente) y a partir del día 8 de noviembre y hasta el 30 de noviembre se prepararán unos tamales grandes conocidos como pib –asado bajo tierra–. Estos tamales son cocidos en horno bajo tierra y envueltos con hojas de plátano. Constituyen comida seca para que las almas puedan llevarla consigo y evitar derramamientos. La idea principal es que la familia prepara con alegría la comida caliente donde el humo de los alimentos junto con los olores de las ofrendas también serán la guía atrayente para consentir a las almas. 

Hoy en día, a través de la secretaría de educación y las escuelas, se pretende preservar nuestra cultura viva acerca de la muerte. Los estudiantes se dedican a investigar el significado de cada elemento del Janal Pixán a través de “muestras de altares”. Sin embargo, es necesario acotar que en las localidades de Yucatán, a estas expresiones no se les considera “altares” sino “mesas de difuntos” donde se colocan alimentos y elementos rituales para recibir las almas de los finados. Para ello, se colocan manteles exclusivos, comida que no se toca hasta después del rezo, una silla para recibir al honroso visitante, agua fresca para apaciguar el calor, aguas con cenizas en el patio para el lavado de sus cabellos, jabón para el aseo de las manos, flores para alegrarles, platos de barro para que su “no rostro” no les asuste y velas para alumbrar su camino, entre otras cosas. Así cada familia lo hace agregando su propio recordatorio a dichas mesas. 

Es importante recalcar que el objetivo principal de este ritual es mantener la memoria viva de los que ya no tienen cuerpo físico, pero cuyo espíritu, alma, esencia, presencia sutil o viento resultante de su existencia regresa. Se trata entonces de un ritual familiar, privado, íntimo, donde se reviven momentos bonitos de las personas fallecidas, se miran sus fotos, se platican anécdotas y sobre todo, se transmiten conocimientos, saberes y mandatos que han dejado los difuntos. Es al mismo tiempo un momento de revisión familiar a través de la palabra viva. Recordemos que el valor de la palabra para nuestros antepasados es un valor por excelencia. Si se nombra, existe…Si se nombra, no muere. Por eso en los rezos se les nombra, se les llama. De las pláticas familiares dependerá si el finado permanece en el olvido o si su recuerdo se encenderá con alegría para llamarle a través de una vela y aromáticas ofrendas que conforman estas mesas dispuestas cada año.  


Patricia María Balam Gómez es antropóloga Social, colaboradora eventual del Centro INAH Yucatán

[email protected]

Nota: El concepto de “mesa de difuntos” proviene del Proyecto Etnografía de los mayas, coordinado por la Dra. Ella Fanny Quintal del Centro INAH Yucatán.


Coordinadora editorial de la columna: 

María del Carmen Castillo Cisneros; profesora investigadora en Antropología Social

[email protected]


Lea, de la misma columna: Corrida con wakax che’ o toro de madera


Edición: Fernando Sierra


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