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Calica: justicia ambiental y soberanía desde el sur

El ambientalismo de izquierda parte de un principio esencial: la sostenibilidad debe servir a la gente
Foto: Juan Manuel Valdivia

La decisión de detener a Calica fue un acto histórico de justicia ambiental y soberanía territorial. Durante décadas, las selvas y costas del Caribe mexicano fueron tratadas como territorios de extracción y despojo, donde la riqueza natural se exportaba y la pobreza local permanecía. Hoy, por primera vez, el Estado mexicano recupera el timón y pone límites a un modelo que confundió “desarrollo” con saqueo.

Así como ha sido injusto juzgar a la Cuarta Transformación de no ser ambientalista, este caso demuestra lo contrario: la 4T está construyendo un nuevo paradigma de sostenibilidad, uno profundamente arraigado en las realidades del sur y en la filosofía del Humanismo Mexicano. No todo proyecto puede medirse con la misma vara, ni juzgarse bajo las lógicas del ambientalismo tecnocrático que por años ignoró la desigualdad.

El ambientalismo de izquierda —el nuestro— parte de un principio esencial: la sostenibilidad debe servir a la gente, no utilizarla como pretexto. Sin justicia no hay equilibrio, y sin desarrollo digno, la conservación es solo un discurso vacío.

La Sostenibilidad del Humanismo Mexicano se sostiene en dos pilares fundamentales:

El primero, el crecimiento económico solo tiene sentido si reduce desigualdades y amplía derechos.
El segundo, la sostenibilidad no puede oponerse ciegamente a proyectos que cumplen la ley, mitigan impactos y generan bienestar donde más se necesita-

Calica no cumple con ninguno de estos principios. Lo que hubo ahí fue un extractivismo sin reciprocidad: toneladas de piedra extraídas, millones en ganancias para una trasnacional, y ninguna mejora tangible para la población local. Selva devastada, acuíferos comprometidos y comunidades que siguieron viviendo con carencias mientras su territorio era saqueado en nombre del “desarrollo”.

Frenar a Calica fue cuidar la selva desde el sur, desde quienes por años vieron cómo se exportaba su riqueza sin que quedara nada más que el polvo. Fue poner un alto a la vieja idea neoliberal de que el crecimiento puede justificarse aunque destruya el entorno y excluya al pueblo.

Este nuevo modelo no niega la inversión ni el progreso; reordena las prioridades. No todo proyecto es igual: la diferencia está en quién gana, quién paga y quién se beneficia realmente.

¿Se cumple la ley ambiental?
¿Se mitigan los impactos?
¿Se distribuyen los beneficios?
¿Se mejora la vida de quienes fueron históricamente olvidados?

Esa es la vara con la que medimos desde la 4T.

La sostenibilidad no es decir “no” a todo. Es decir “sí”, pero con justicia, con vigilancia y con reciprocidad. La sostenibilidad es construir un equilibrio en el que desarrollo y conservación no sean enemigos, sino aliados bajo la guía de un Estado que por fin asume su responsabilidad.

Detener a Calica no contradice otras decisiones del gobierno; las explica, las ordena y las diferencia.

Calica marca un antes y un después: la era en que el medio ambiente dejó de ser negocio y volvió a ser patria.

Óscar Rébora Aguilera es secretario de Ecología y Medio Ambiente de Quintana Roo




Edición: Estefanía Cardeña


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