Opinión
La Jornada
26/11/2025 | Mérida, Yucatán
Hace cinco años, Sisal fue inscrito al padrón de Pueblos Mágicos, un distintivo que, casi de inmediato, sus propios pobladores rechazaron aduciendo que el nombramiento no se traducía en mejoras para sus calles, centro de salud o sus escuelas. En apenas un lustro, la presión sobre los servicios de la población está por provocar una crisis, si es que no ya lo ha hecho.
La Encuesta Intercensal 2025 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) deberá reflejar qué ha pasado demográficamente en Sisal desde 2020, especialmente cómo una comisaría -ni siquiera un municipio -de apenas poco más de 2 mil habitantes, limitada por un área natural protegida, donde la principal actividad económica es la pesca y el turismo ecológico de fines de semana, lidia con la demanda de bienes inmuebles, un probable incremento de avecindados y el suministro de electricidad y agua potable, cuyos precios han aumentado, pero en relación inversamente proporcional a la calidad del servicio.
Demografía y paisaje han cambiado y, como alguna vez advertimos, no necesariamente en beneficio de la población de Sisal. El nombramiento de Pueblo Mágico, como era previsible, atrajo inversiones en detrimento de los negocios locales; surgieron edificios departamentales que, más que invitar a recorrer el pueblo, concentran la demanda de electricidad, al necesitar que funcionen decenas de equipos de aire acondicionado a la vez, mientras las familias sisaleñas deben destinar casi el equivalente a una quincena -en caso de recibir el salario mínimo -al bimestre, para pagar el recibo de la CFE. sin contar con dispositivos de enfriamiento ambiental y quedando expuestos a sufrir los apagones; esto porque la capacidad del tendido ya está rebasada.
La deficiencia de los servicios públicos no ha sido factor para detener los proyectos inmobiliarios. Pareciera lo contrario, que lo importante es atraer gente, hacer que lleguen hasta 100 mil personas a un lugar donde apenas habitan 2 mil. Cabe preguntar si eso es sostenible o es simplemente mágico, porque los índices de pobreza y pobreza extrema en Sisal eran hasta hace cinco años superiores a la media nacional. Si a la ecuación se quita el factor programas sociales, ¿cuál ha sido el beneficio de las inversiones inmobiliarias para la gente de este histórico puerto yucateco?
Porque incrementar la densidad del asentamiento no solamente pone presión sobre el abasto de agua potable y electricidad. El impacto negativo es sobre los negocios locales, como las tortillerías o lavanderías que deben reorganizarse para poder preparar sus productos o incluso realizar entregas, sino también sobre la naturaleza que es uno de los principales atractivos de Sisal, a donde suelen acudir asociaciones de observadores de aves y practicantes de senderismo. Con edificios de hasta siete pisos, y seguramente la mayor iluminación del área, el impacto potencial es que esa fauna se retire de los lugares donde se le suele observar, con lo que se perdería un nicho tradicional de turismo; curiosamente, éste sector es el que suele contratar a guías locales y busca los negocios de sus familias.
La gran interrogante es quién se beneficia con la situación, porque quien desee adquirir una propiedad inmueble donde las fallas eléctricas son habituales y los atractivos naturales se van perdiendo, eventualmente también se retirará, y muy probablemente los arrogantes edificios de departamentos terminen vacíos, en ruinas, como un recordatorio de que muchas veces la magia no es más que una ilusión; el brillante truco de un hábil prestidigitador.
Edición: Fernando Sierra