Opinión
La Jornada Maya
25/11/2025 | Mérida, Yucatán
Este martes se conmemoró, una vez más, el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, uno de los males más acusados en el presente milenio pero al mismo tiempo uno de los más persistentes. Han sido ya muchos siglos de violencias machistas, al grado de que para muchos sigue pareciendo imposible una relación pacífica entre hombres y mujeres.
En todo el país se han realizado marchas y manifestaciones. El temor, y contradicción a la vez, es que éstas concluyan en expresiones violentas, por la presencia de “bloques negros”, que se han vuelto también una costumbre en prácticamente todas las protestas de los últimos meses.
La causa de la movilización es legítima. La violencia en la misma, ahora hasta para la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, ya es por lo menos motivo de cuestionamiento y al mismo tiempo, algunos movimientos aprovecharán que, por segunda ocasión en el presente mes, Palacio Nacional y sus alrededores hayan sido resguardados por vallas metálicas, grandes bloques de concreto y la presencia de la fuerza pública.
La Presidenta convocó para este día a la totalidad de jefes del Ejecutivo estatales, anunciando el “Compromiso Nacional por la vida, la felicidad y el respeto a las mujeres”, un acto de unidad que traduce a los hechos la promesa de que las mujeres no están solas, ya que se impulsarán 10 acciones en pro de la eliminación de violencias en todo el territorio nacional.
Queda pendiente otra parte: que el Congreso de la Unión y los de los estados hagan suya la propuesta y la respalden de manera efectiva, aplicando las reformas en los códigos correspondientes, algo que con toda seguridad veremos en los próximos días pero que debe ser prioritario y un factor de unión en los Legislativos. Finalmente, queda la responsabilidad de las fiscalías y los Poderes Judiciales, a quienes les corresponde detener a los ofensores y procesarlos judicialmente. Falta, pues, que los otros Poderes acompañen realmente a las mujeres.
Pero también es necesario reconocer que las violencias van más allá del acoso y abuso sexual. La expresión digital es tal vez, en este momento, la que mayor desafío presenta a los esquemas mentales a que estamos habituados. No se trata únicamente de la grabación y difusión no autorizada de contenido íntimo. Son las expresiones de odio en redes sociales (que incluso provienen de desconocidos y no sería descabellado que hasta de bots), que se dan también contra artistas, cantantes y actrices reconocibles públicamente; pero el fenómeno se dirige igualmente contra adolescentes, alumnas de secundaria o bachillerato, en fin, menores de edad, al igual que cualquier otra mujer.
Es mentira que la violencia digital se quede en ese espacio. El acoso, los abusos, impactan. Urge un gran proceso de concientización pero que debe ir de la mano con una justicia efectiva, que sancione y haga cumplir las penas previstas en la ley.
Y finalmente, hace falta el compromiso para combatir la violencia institucional y la desigualdad estructural. Las acciones para promover entornos seguros y libres de discriminación para mujeres y niñas deben conducir también a que entre estas mismas se encuentren más coincidencias que diferencias, de manera que se pase a una sororidad en la cual estén unidas las madres buscadoras, aquellas con una discapacidad, las indígenas, las dedicadas al trabajo doméstico, en fin, que sea espacios de unión y empoderamiento.
Desde La Jornada Maya hacemos votos para que la conmemoración del 25N conduzca a una reflexión que a su vez lleve a la disminución sustancial en los delitos contra las mujeres, muy especialmente de los feminicidios, pero también para que en todo México, y particularmente en la península de Yucatán, se creen espacios de diálogo a través de los cuales se llegue a la eliminación de las violencias que no hacen más que dejar heridas.
Edición: Fernando Sierra