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Sociedad y devoción guadalupana en Yucatán

La expresión religiosa como resistencia cultural y de reafirmación del territorio espiritual
Foto: Leobardo Cox Tec

Sin duda, una de las fiestas más arraigadas entre los mexicanos es la del 12 de diciembre cuando se conmemora la “aparición” de la Virgen del Tepeyac, ocurrida en el año 1531. Si bien el número de católicos en México viene disminuyendo, la cantidad de peregrinos guadalupanos va en aumento. En 2010 había 82.7 por ciento de católicos, mientras que en 2024 esta cifra disminuyó a un 78.6 por ciento. Por otro lado, en 2024 se registraron más de 12 millones de peregrinos y se espera que este 2025 la cifra ascienda a los 13 millones.

El milagro guadalupano rápidamente se convirtió en refugio de los afligidos y atribulados y se extendió hasta la Península de Yucatán, donde se desarrollaron devociones populares que no necesariamente pasan por el visto bueno de la Iglesia. Los devotos son en su mayoría personas de los estratos sociales más bajos: provienen de barrios populares o de comunidades rurales donde la pobreza, la violencia y la incertidumbre política afectan directamente la forma en la que se manifiesta el fervor. Para los estudiosos de los fenómenos sociales es importante resaltar la religiosidad popular porque funciona como instrumento de cohesión social que da un sentido de comunidad y pertenencia a quienes participan en las actividades.


Foto: Leobardo Cox Tec

 En mis recorridos por comunidades mayas he observado que los guadalupanos “independientes” que no se someten a las autoridades eclesiásticas oficiales suelen ser señalados, discriminados y considerados apóstatas. En este sentido, el conjunto de las expresiones de religiosidad significan una importante forma de resistencia cultural y de reafirmación de los territorios espirituales, corpóreos y geográficos. Existe  cierta narrativa de inferiorización cultural cuando se hablan de las prácticas guadalupanas. Ciertos gestores o promotores culturales aburguesados las reducen a simples fiestas desordenadas y no alcanzan comprender que a través de ellas se transmite el patrimonio cultural vivo y que sirven como un acicate  para enfrentar las problemáticas sociales. En Yucatán existen muchas prácticas, creencias y tradiciones para celebrar a la Virgen de Guadalupe, muchas de ellas no necesitan el permiso de ninguna autoridad religiosa y se realizan por los devotos con sus propios recursos desde hace muchos años.


Foto: Leobardo Cox Tec

La fiesta guadalupana más importante de la Península es sin duda alguna la que se realiza en Acanceh, una villa cercana a Mérida donde la fiesta en su honor dura más de 42 días ininterrumpidos, de octubre a diciembre, entre vaquerías, bailes populares, rosarios, misas y gremios. No obstante, otros pueblos que organizan fiestas tradicionales para la Virgen del Tepeyac son Maxcanú, Tekax, Teabo, Chumayel y Tiholop, siendo en este último donde los gremios realizan danzas de cabeza de cochino frente a la iglesia usando ramilletes decorados con bordados de la Guadalupana mientras los asistentes son rociados con aguardiente y se reparten tacos de carne de venado y horchata artesanal. En el pueblo maya de Huechembalam, la imagen de la Virgen de Guadalupe sustituye a la Cruz Verde que se coloca al centro de los altares de Finados (Día de Muertos) porque existe la creencia de que la primera en recibir a las visitas siempre es la madre, la “jefa de la casa” y por eso se entroniza para dar la bienvenida a los Fieles Difuntos.


Foto: Leobardo Cox Tec

Otra costumbre importante es la peregrinación que se realiza desde el Templo de Kukulcán en la Zona Arqueológica de Chichén Itzá  hasta el centro del pueblo de Pisté. Es la única peregrinación guadalupana que tiene como punto de partida una antigua ciudad maya; durante el recorrido se pueden observar personas de todas las edades con esculturas y estandartes con la imagen de la Virgen mientras sostienen velas y entonan cantos con la imponente pirámide de fondo. En Tahmek se realiza una serenata que dura toda la noche del 11 de diciembre: los guadalupanos se organizan con guitarras, maracas y otros instrumentos musicales para ofrecerle las “mañanitas” a la Virgen recorriendo las calles y deteniéndose en cada altar del pueblo mientras los dueños de las casas ofrecen algún refrigerio a los asistentes. La serenata puede durar hasta el amanecer.


Foto: Leobardo Cox Tec

Por último, me permito mencionar el llamado “paseo de cabos” que se realiza en Sotuta; este es un recorrido que se realiza en cada uno de los centros pastorales o capillas del pueblo para llevar flores, velas y hacer oraciones hasta que los primeros rayos del sol iluminen el poblado. En la noche del 11 de diciembre se reúnen todos los devotos de las capillas en la iglesia principal con su imagen de la Morenita para celebrar la misa y después regresan a sus altares distribuidos por toda la villa. En cada uno de los centros guadalupanos se hace un gran convivio donde se ofrece el t’oox (bocadillos) que van desde tamales, tortas y postres como hojarascas, buñuelos, donas y bebidas calientes: chocolate, café o arroz con leche. Llevar los “cabos” representa un recorrido de aproximadamente 5 kilómetros, por lo que se extiende hasta la mañana. Tampoco pueden faltar los grupos de antorchistas que se organizan para realizar peregrinaciones corriendo, en bicicleta o en moto. 

En la cultura yucateca la imagen de la Virgen de Guadalupe está presente en el arte popular: se puede encontrar su figura en los bordados de los ternos, en los manteles e hipiles que se le ofrecen como agradecimiento, en las decoraciones de altares y de las calles de los pueblos. En la música y el baile tradicional podemos encontrar obras como la jarana mixta “Devoción Guadalupana”, con arreglo musical del afamado compositor Vicente Batum May y con letra de Ismael Arceo Arceo de la villa de Baca. Su letra evoca el sentir de muchos guadalupanos peninsulares: “Virgen Santa de Guadalupe, eres nuestra adoración, los devotos de esta villa te veneran con fervor. Siempre unidos y dichosos cada doce de diciembre esperamos con anhelo tu sagrada bendición.”



Edición: Fernando Sierra


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