Opinión
Felipe Escalante Tió
18/12/2025 | Mérida, Yucatán
La historia da cuenta de cómo cambian las costumbres, aunque exista la idea de que las tradiciones son inamovibles. Está documentado que algunas prácticas, como la lectura, han pasado de ser públicas -cuando el porcentaje de personas alfabetizadas en una sociedad era mínimo -a formar parte del ámbito privado. Así ha ocurrido también con otras fiestas que solían ser motivo para reuniones de vecinos y ahora son, cuando mucho, de la familia extensa.
Este es el caso de la Navidad, o al menos encontramos un indicio de ello en las páginas del diario El Correo, en su edición del 24 de diciembre de 1919, en la cual aparece una nota que a la vez funciona como invitación al público.
El texto en cuestión es de unas pocas líneas y lleva por título, precisamente, “Fiesta de Navidad”, y comienza dando cuenta que esa misma fecha, en Nochebuena, tendría lugar “en la morada del joven don Alonso Ocampo, situada en la calle 60 sur, número 545A de esta ciudad [Mérida], una bonita fiesta de navidad, organizada por la sociedad Obra del Catecismo de la capilla de San José de esta capital. La directiva de esta sociedad, ha tenido la galantería de invitarnos, la cual agradecemos”.
En un solo párrafo, esta nota brinda pistas muy seguras de la actividad que sostenía la Iglesia católica en Yucatán, con todo y que el arzobispo Martín Tritschler y Córdova se encontraba exiliado en Cuba, mientras en la entidad gobernaban los socialistas. En las capillas, como es el caso de la de San José (por el rumbo, se trata de la de San José de la Montaña), la lucha por las conciencias continuaba, sostenida por el poco clero local que se mantenía; recordemos que, poco antes de la llegada del Ejército Constitucionalista, casi todos los sacerdotes extranjeros salieron del país. Esta tarea no podía hacerse sin el apoyo de feligreses como el joven Ocampo, quien seguramente destacaba entre los laicos auxiliares de la capilla.
Ahora, el programa de la fiesta es también muestra de cómo la lucha ideológica se traducía a la actividad de las personas, pero también de la formación que recibía la población en casa o en la escuela -al igual que en las parroquias-. Es tal la cantidad de números que se debieron presentar en dos partes, no muy equilibradas. Eso sí, la mitad fueron piezas musicales que debieron ser ejecutadas por los mismos feligreses. Así, desde las siete y media “en punto”, los asistentes podrían disfrutar de:
“1.- Pieza de música. 2.- Discurso por un niño. 3.- Himno cantado por un grupo de niñas. 4.- Indostán, pieza de música. 5.- Recitación, por una niña. 6.- Vals, piano. 7. - El Pesebre, recitación por varios niños. 8. - Un robo y una lotería, comedia en dos cuadros, representada por un grupo de jóvenes aficionados".
SEGUNDA PARTE.
“1.- Pieza de música. 2.- Recitación por un niño. 3.- El vergel, coro por un grupo de niñas y niños. 4.- Poesía. 5.- Pieza de música. 6.- Recitación La Unión, la Escuela, el Trabajo y la Paz. 6.- Composición en prosa por dos niños. 7.- Pieza de música. 8.- La mejor huelga, pequeña comedia en un acto. 9.- Pieza de música. 10.- Monólogo, Yo quiero ser vieja. 11.- Pieza de música. 12- Los Pastores, juguete cómico en un acto. 13.- Pieza de música. 14.- Cuadros plásticos.”
Tratándose de una festividad organizada por el equipo de catequistas, es de creerse que la totalidad de los números fueran de índole religiosa, como debió serlo “El pesebre”, con la referencia directa a la Navidad, pero al ver títulos como “La Unión, la Escuela, el Trabajo y la Paz”, o “La mejor huelga”, es prácticamente imposible ignorar que el máximo dirigente de la Iglesia en Yucatán estaba fuera del país, y que estas obras debieron ser instrumentos de evangelización creados a partir de la doctrina social católica inspirada en la encíclica Rerum Novarum.
Las actividades continuarían el día 25, a partir de las dos de la tarde, porque la sociedad de catequistas verificaría “una Kermesse, que tendrá lugar en el atrio de la capilla del señor San José”. En otras palabras, a pesar de la animadversión del gobierno hacia la Iglesia, ésta continuó convocando abiertamente a sus fieles, y estos respondieron.
Aparte, en la misma página, el periódico publicó una advertencia a sus lectores, anunciando que “vencidas las dificultades que nos obligaron a suspender nuestro diario por algunos días”, a partir de ese día volvería a ver la luz pública diariamente, “con su mismo criterio y la imparcialidad de siempre”. Las dificultades a que se refería son difíciles de identificar pero, si se advierte que unos cuantos días antes fue asaltada la sede del Partido Socialista, en la jornada conocida como “El Zamarripazo”. Pero eso es materia de otras notas… pero del mismo tiempo.
El autor de esta columna le desea a sus lectores una muy feliz Navidad y que 2026 sea un gran año en todos los ámbitos.
Edición: Estefanía Cardeña