Opinión
Cristóbal León Campos
23/12/2025 | Mérida, Yucatán
Silencio, un silencio abrumador se impone. Gran parte del mundo celebrará la Nochebuena, previo a otra Navidad, según su fe. Mientras tanto, las y los infantes siguen muriendo de hambre en Palestina. El llamado “cese al fuego” no fue tal, pues las bombas sionistas siguen cayendo, y los asesinatos, los secuestros, las torturas, la ocupación ilegal, el desplazamiento forzado, la privación de los derechos humanos elementales a las y los palestinos, así como la destrucción de sus hogares continúa, al igual que el derecho palestino de existir y resistir es negado a diario; en pocas palabras, el genocidio sigue su marcha y se extiende e institucionaliza debido al llamado “plan de pacificación” que sólo sirve para usurpar el territorio palestino de manera descarada bajo la protección de Occidente y su legalidad inmoral, siendo el imperio estadounidense y la Unión Europea los ejes que sostienen la bestialidad sionista.
Pero algo sí ha cambiado, y es el retorno mayoritario del silencio, aunque no absoluto, pues siempre hay voces que resisten y persisten. Y hablo de ese silencio que mata antes de cualquier acción bélica, ese que invisibiliza y oculta. El silencio que conviene a los imperios y a los poderosos, el que es pagado con millonarias cantidades para que los medios de comunicación convencionales miren a otros lados y distraigan a la población global con noticias banales y, en estas fechas, eleven las cifras de ventas desbordando el consumismo, desplazando así a la conciencia y tergiversando el espíritu de comunión. El individualismo egoísta se apodera del ser para desplazarlo, cosificando la esencia de lo que debiera ser el encuentro humano desde la empatía y no desde lo material.
La Navidad llega a Palestina, a una Palestina desbastada, destruida por el sentimiento más inhumano que existe, ese que alimenta el odio y se viste de sinrazón; el odio de la supremacía racial, étnica y clasista, un absurdo que en la historia humana ha dejado huellas que aún duelen. El plan colonialista de usurpación sigue su curso, la instauración de la llamada línea amarilla es la restauración de un nuevo apartheid donde ya existía uno. La Franja de Gaza, Cisjordania y demás poblaciones palestinas registran el paso de las décadas de genocidio, las familias palestinas se refugian entre los escombros mientras el frío viento de la época cala sus huesos desnutridos por la hambruna impuesta por el gobierno sionista de Benjamin Netanyahu y el gobierno imperialista de Donald Trump, quienes se condonan sus delitos con tal descaro al tiempo en que siguen siendo asesinados palestinos a mal salva. Por eso, por todo esto y muchos más, esta Navidad será más fría, y si el mundo mira a otro a lado; también será una Navidad más frívola.
Palestina es el mayor ejemplo de degradación inhumana a manos del imperialismo que alimenta ideas y políticas como las que dan forma al sionismo, primero fue el imperialismo británico y ahora el estadounidense, de ahí usurpa recursos el poder sionista, alimentado de la devastación, y no es una frase casual, sino la síntesis histórica de un entramado ideológico-político convertido en arma de guerra. Israel ha violado todas las leyes posibles, ha cometido todos los tipos de crímenes de lesa humanidad y de guerra, ha sobrepasado cualquier tratado internacional e incluso ha atacado de manera directa oficinas de la ONU, sin mencionar que ha hecho caso omiso a todos los informes de la propia ONU, de Amnistía Internacional y demás organizaciones internacionales que velan por los derechos humanos, y ante todo esto, no hay sanciones económicas ni políticas contra Israel, solo las hay para quienes sí levantan la voz y hablan con claridad denunciando el genocidio; ese es el cinismo occidental. El 2025, que ahora termina, fue la consumación del cinismo y el descaro en el poder global, y no habrá vuelta atrás hasta que la fuerza de los pueblos retumbe.
El silencio mediático que cubre hoy a Palestina, es también un arma de guerra. Ya no hay titulares ni encabezados, sólo notas pequeñas descontextualizadas y mayormente manipuladas. Ahora, el imperio estadounidense agrade también al Caribe, lo militariza y roba sus recursos naturales (petróleo) sin pudor, habla de terrorismo y provoca caos en la región, buscando el momento de atacar, igual que en Palestina, igual que siempre en todo lugar. Sin embargo, en ese silencio, en ese frío que cala, entre escombros y destrucción, ahí, en lo profundo, donde las bombas del sionismo y el imperio no logran penetrar, donde la vida se renueva con la esperanza y las y los palestinos de todas las edades resisten, ahí están las voces que no callan y combaten el silencio genocida, ahí está, a pesar de todo, la Navidad palestina, y esa sí la debemos celebrar.
¡Palestina será libre!
Edición: Estefanía Cardeña