La corrupción, ese monstruo de muchas cabezas, cuyo combate es de todos, sólo puede ser derrotado con una gran participación social, que actúe y presione de manera permanente a las autoridades y las trascienda.
Como un cáncer, la corrupción ha infectado las instituciones de manera grave hasta convertirse en el engrudo de la vida pública mexicana como estableció Alan Riding en su libro Vecinos distantes publicado en 1984, y todavía vigente como un retrato indeseable de los mexicanos.
Al amparo de la corrupción se forjaron muchas carreras políticas y grandes fortunas en México. Sobre todo, se patentizó en los gobiernos neoliberales globalizados que fomentaron la competencia y la falta de valores, el fortalecimiento del materialismo individualista, el pragmatismo y utilitarismo de la ideología de mercado, en donde todo es negociable y puede adquirirse con dinero y poder, llevó la corrupción a niveles de desenfreno.
En la lucha contra la corrupción, es fundamental aplicar las leyes sin miramientos, sin distingos, en todas las instituciones, para que la justicia ocupe el lugar que por muchos años ha ocupado la impunidad. Afecta a todos los estratos sociales, aunque no hay que soslayar que el daño ocasionado al país por la corrupción de las élites políticas y empresariales ha sido exponencial. Si bien es necesario limpiar la corrupción de arriba hacia abajo eso no significa que debe ignorarse la que se da en los demás niveles.
Durante su segundo informe, el presidente López Obrador reconoció que la lucha contra la corrupción sigue y no puede detenerse. “Aún falta desterrar el bandidaje oficial”, dijo. Y es que algunos de sus colaboradores que encabezan las dependencias y organismos no pueden presumir del mismo grado de compromiso y de avance en el combate de la corrupción.
Dependencias federales le siguen negociando con los mismos proveedores de los gobiernos neoliberales, en muchos casos, como ha ocurrido con las delegaciones del IMSS de la península de Yucatán, o en Segalmex que realiza compras millonarias a Kimberly Clark de Claudio X. González, el incansable saboteador del actual gobierno. Definitivamente es necesaria una revolución de conciencias y forjar voluntad colectiva actuante contra la corrupción, más allá de filiaciones políticas y de la 4T.
En lo local
El mensaje político del gobernador Carlos Joaquín en su Cuarto Informe de Gobierno hizo referencia de sus antecesores, sin mencionar los nombres, para asegurar que se pasó de gobiernos autoritarios a una democracia y teorizó que “la política no debe ser una profesión narcisista, es altruista en función de las personas y su bienestar”.
Mencionó la defensa de valores y principios más allá de una competencia de egos. “Entendamos que estamos en los tiempos de defender los principios éticos de la política, no de vapulearlos”, dijo. Aseguró que su gobierno no tiene tintes partidistas y que en su sucesión no interviene. El mandatario gobierna con el PAN-PRD, cuyos destacados militantes locales y foráneos ocupan los cargos públicos. La legislatura con mayoría de Morena y sus aliados, con sus matices se congratularon con el gobernador, excepto el diputado chetumaleño del PT Roberto Erales que encarnó el malestar y molestia del empobrecido sur de la entidad y acusó falta de resultados y mal manejo de los efectos sanitarios y económicos de la pandemia. En fin, son cosas que pasan en nuestro país y en nuestro caribeño estado.
¡HASTA LA PRÓXIMA!
Edición: Ana Ordaz
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